Tras los diversos problemas que se han presentado en este último año por la pandemia, se ha dejado de compartir información sobre las impactantes cifras de embarazo adolescente que aún afectan a miles de jóvenes en el país.
En la región Ucayali, este problema de salud pública ya era preocupante antes de la emergencia sanitaria: al 2019 se reportaron más de 200 casos de niñas y adolescentes embarazadas en dicha zona. Y detrás de estas cifras está reflejada no solo la ausencia de políticas educativas efectivas para ejercer la función sexual responsablemente, sino también determinantes sociales como la violencia de género, la pobreza y el desamparo de adolescentes y jóvenes que conducen inevitablemente a un incremento de dichos casos.
Según el Ministerio de Salud (Minsa), las atenciones a niñas y adolescentes embarazadas cayeron en un 67% a nivel nacional en el primer semestre de 2020, en comparación con el mismo período del 2019. Esto significa que dos de cada 10 adolescentes entre 15 y 19 años de edad fueron madres en dicho lapso, o estuvieron embarazadas por primera vez.
Además, desde el Minsa se obtuvo una recolección de historias de madres que son menores de edad o de hasta 19 años y que presentaron patologías relacionadas al embarazo. A partir de este mapeo, realizado entre el 1 de enero y 28 de junio de este 2021, se registró un total de 649 patologías y 259 pacientes obstétricas en mujeres de dicho rango etario que se presentaron en el establecimiento del Hospital Regional de Pucallpa. Se estima que un 21,7% sufrió anemia durante el embarazo, parto y puerperio; mientras que un 19,3% tuvo infección del tracto urinario. Esto no hace más que confirmar que el embarazo a temprana edad se convierte en una problemática multifactorial que conlleva a una serie de enfermedades de todo nivel.
FACTORES DETRÁS DEL EMBARAZO ADOLESCENTE
Según Llen Pinche, obstetra del centro de salud Micaela Bastidas, los embarazos son más frecuentes en familias disfuncionales y en zonas urbano-marginales donde hay hacinamiento por falta de orientación sobre el sexo seguro; y porque los servicios de salud no suelen llegar a los colegios por falta de personal o descoordinación con los entes gubernamentales de Educación y Salud.
Tito Figueroa, médico gineco obstetra, indica que las adolescentes gestantes también corren el riesgo de contraer enfermedades por transmisión sexual (ETS), y apunta que la falta de educación sexual en los hogares y colegios es uno de los factores que más afectan en el desarrollo integral de las mujeres.
El especialista menciona que muchas veces no se conoce la implementación adecuada de los métodos anticonceptivos, ya que hay preservativos para evitar el embarazo no deseado y para eludir enfermedades por transmisión sexual. Según señala, ahora se puede hacer uso de dispositivos para eludir el embarazo gracias a los avances tecnológicos: están el intra uterino y el implante subdérmico, por ejemplo.
Además, Figueroa resaltó que hay procedimientos definitivos o de mayor duración para mujeres y hombres, como la ligadura de trompas de falopio o la vasectomía. El médico estima que “con el entendimiento adecuado sobre la implementación de métodos anticonceptivos, el proyecto de vida de muchas adolescentes no se verá interrumpido”. “No obstante, desgraciadamente los servicios de salud y la educación sexual no están al alcance de los colegios y adolescentes”, acota.
LAS SOLUCIONES
Existe mucha información en torno a la educación y función sexual que ha mejorado el grado de conocimientos para miles niños, niñas y adolescentes. Pero esta data no puede transmitirse si se restringe su alcance por falta de políticas públicas, o si se niega la prestación de servicios de salud a una adolescente por la ausencia de sus padres.
Según los especialistas consultados para este informe, para solucionar estas carencias se requiere implementar una serie de medidas en el corto, mediano y largo plazo; y entre estas destacan la necesidad de fortalecer el plan de educación sexual escolar; hacer de los contenidos de enseñanza sexual un curso obligatorio en la currícula de educación secundaria; y utilizar la red del Centro de Consejería Sexual (CAS) para que los adolescentes comprendan mejor el ejercicio de la función sexual y reproductiva.