El universo no tiene sentido ahora. No sé dónde está arriba y abajo, qué está mal o que está bien. La confusión lo ha invadido todo porque he experimentado la más elevada de las felicidades y, al mismo tiempo, la más devastadora de las desilusiones. Y mi vida no volverá a ser la misma.
Ayer me tocó cubrir, por primera vez en mi existencia, un partido de fútbol. Y he tenido el privilegio de que mi primera vez, a diferencia de otras primeras veces, sea con un contendor de peso: el partido entre Holanda y Chile para definir quién enfrentará a Brasil en octavos de final.
Como si no pudiera darme por bien servida, la vida me dio otro regalo: acceso al área mixta, es decir, a la pasarela por la que tienen que pasar todos los jugadores entre las duchas y el bus para, si lo desean, hablar con la prensa. La vida tuvo un gran ayudante en Pedro Canelo, que me regaló su pase a esta zona mientras él se dedicaba a la conferencia de prensa de los técnicos.
No hay fotos ni videos porque está prohibido hacerlos, pero puedo decir que he estado parada a medio metro de esta maravilla de la naturaleza: