ÁNGEL HUGO PILARES (@angelhugo)
Sus defensores dicen que es un crack. Sus detractores, que es un jugador sucio. Que usa cualquier método para sacar algún tipo de ventaja, incluso el de morder a sus rivales. Luis Suárez ya no es solo el pistolero. Es más el villano de un western que se bate a duelo como puede. El hombro de Chiellini da fe de ello. Y el brazo de Ivanovic. Y el cuello de Bakkal.
Suárez posiblemenete no sea solo un tipo malo. Puede que un psicoanalista explique sus reacciones hablando de su infancia sin padre. De ser un hijo del hambre. De la furia contenida. Del odio que lo llevó al alcoholismo. Quizás como alguno de estos cuatro malditos, con los que el vampiro de Amsterdam (o de Natal, ahora) no podría.
EL TANQUE ALEMÁN
“El terreno de juego era como un pasillo y no había nadie. Como en los Campos Elíseos en agosto a las cinco de la mañana. De repente, vi algo negro que se me acercaba y ya no recuerdo más”. Patrick Battiston lo dijo con el mismo temor con el que asegura haber perdonado al hombre que le quitó dos dientes, le causó una conmoción cerebral y le fracturó una vértebra. Y que ha confesado que volvería a hacerlo.
Harald Schumacher era, en 1982 el tipo malo que acabó recibiendo amenazas de muerte porque en la semifinal entre Francia y Alemania del Mundial fue a frenar el ataque de Battiston de una forma salvaje. Su filosofía comandando el arco alemán se basa en el dolor. Es el mismo hombre que relató que una vez pidió a su esposa que le apagara un cigarrillo en el antebrazo. Que se concentra con el odio. Que es más fuerte rodeado de enemigos. Suárez no habría salido entero de un choque contra este tanque alemán.
EL CHOLO ARGENTINO
"No quiero volver a pasar por ello otra vez". David Beckham lo dijo en Japón, con temor de que la historia se repita a poco de iniciar el Mundial de 2002. Tenía que enfrentar a Argentina en Sapporo y apenas cuatro años antes Diego Simeone había cometido una falta moral tan grande que casi deja al Spice Boy en el retiro.
Es 1998 en Francia. Se juegan los octavos de final y Simeone le pone una zancadilla a Beckham. Ambos caen juntos. El argentino reclama. Y reclama. Y reclama tanto que el danés Kim Milton Nielsen acaba expulsando al inglés. Reclama tanto que Inglaterra se ve disminuída. Reclama tanto que se van hasta la tanda de penales. Y la gana. Y Beckham fue señalado y hostigado durante cuatro años. Probablemente Luis Suárez habría terminado expulsado por los reclamos del mismo hombre que le abrió la pierna a Julen Guerrero con tal sangre fría que volteó a ver su obra. El mismo que hostigó a Romario hasta que este le dio un puñetazo de la pura impotencia. El mismo que definió lo ocurrido en Francia con una frase: "Pienso que cualquier persona hubiese sacado provecho de una situación así".
EL ASESINO HERIDO
Lo apodaron L´ Assassino el mismo día en que le rompió el pómulo a Bruno Cirillo, un jugador del Siena. Dicen las bromas crueles que en su vitrina, junto a sus scudettos, copas italianas, copas del mundo y orejonas, están también la ceja de Juan Pablo Sorín, el pecho del 'Pippo' Inzaghi y la nariz de Andriy Shevchenko. Pero ese día en Berlín, Marco Materazzi llevó todo mucho más allá.
Luis Suárez no podría evitar una provocación así. No lo hizo Zidane, quien volvió a ser el chico que se ganaba respeto a golpes en las canchas de Marsella. Aunque nunca sepamos lo que le dijo en la final de Alemania 2006, 'Zizou' vengó a todos a todos los heridos por el asesino de Milán, pero él se llevó su gloria.
EL CODAZO DE TASSOTTI
Él era un defensor italiano. conocedor de todas las malas artes que seguro Chiellini no terminó de entrenar en ese valle de espanto que pueden ser las áreas del Calcio, donde se evalúa no solo la anticipación, sino la capacidad de hacer que cualquier falta parezca fruto del azar. Eso fue lo que ocurrió con Luis Enrique. Y lo que le ocurriría a Suárez si se cruazaran en el campo.
Aunque Mauro Tassotti se ha mostrado arrepentido y se ha amistado con el español, lo que quedará en nuestras retinas es la falta salvaje de cuartos de final. Fue un codo que le rompió la nariz y apenas recibió una tarjeta amarilla. Poco después sería suspendido ocho fechas. Su carrera como internacional se acabó ese día. La de España en el Mundial del 94, también.