“La Champions League es, por organización y calidad de juego, por empaque y contenido, el verdadero mundial de clubes donde un tropel de países se ven representados”. (Foto: AP)
“La Champions League es, por organización y calidad de juego, por empaque y contenido, el verdadero mundial de clubes donde un tropel de países se ven representados”. (Foto: AP)
Guillermo Oshiro Uchima

Pese a que solo los equipos europeos la disputan, la Champions League es, por organización y calidad de juego, por empaque y contenido, el verdadero mundial de clubes donde un tropel de países se ven representados. Es el torneo más emocionante y atractivo. Se roba toda la sintonía, paraliza al planeta y los peruanos no escapamos de ese efecto hipnótico, activamos los resortes emocionales para prestar nuestro hinchaje a un equipo adoptado. Significa una válvula de escape para complacernos con un espectáculo del primer mundo que no se juega a puertas cerradas ni en canchas paupérrimas, que no es excusa para que los barristas realicen sus fechorías ni un negocio en crisis que solo genera pérdidas, con tribunas vacías, sin garantías y con partidos postergados. Es, grosso modo, el paraíso del que todos podemos disfrutar y asumirlo como nuestro de cuando en vez.


En esta nueva edición que ya arrancó a punta de goles (21 en ocho cotejos y solo un 0-0) son 70 los países representados en 931 jugadores. El Perú es uno de ellos con la participación de Jefferson Farfán. Pero esa presencia parece simbólica, casi un holograma considerando que el Lokomotiv es uno de los clubes rellenos que completan la fase de grupos. En Estambul recibió un golpe de realidad con un 3-0 que insinúa ya el tortuoso andar del cuadro ruso que tendrá como objetivo el tercer lugar de su serie para arañar la transferencia a la Europa League.


Pero la soledad de la ‘Foquita’ es solo la confirmación de una constante en este gran escenario. La participación nacional en la Champions ha sido tan esporádica como escasa, apenas unos cuantos recuerdos felices nos ligan a este prodigioso torneo. Confinados mayormente a roles menores, habría que retroceder el calendario hasta 1963 para realmente sentir como propio un momento de gloria. Fue el ‘Conejo’ Víctor Benítez quien deslumbró en el poderoso AC Milan para inscribir su nombre entre los grandes campeones. Cincuenta años después, aunque no con la trascendencia e influencia del zaguero, Claudio Pizarro también besó la Orejona con el Bayern Múnich. Luego, la opacidad nos transformó en meros espectadores con melancólicos recuerdos de algunos destellos del buen pie derecho de Ñol Solano, los goles del ‘Cóndor’ Mendoza e incluso algunas galopadas de aquel ‘Loco’ Vargas que hoy extrañamos a horrores.


En la última década la lista de peruanos en la Champions incluye intervenciones de Alberto Rodríguez, Carrillo, Yotún, Yordy Reyna, Tapia y el mismo Farfán sin mucha trascendencia. Ahora toca seguir acomodándonos frente al televisor para disfrutar de este mecanismo prodigioso llamado Liga de Campeones que nos transporta al paraíso balompédico. El show recién empieza.

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