"Las dudas del Real Madrid", por Jerónimo Pimentel
"Las dudas del Real Madrid", por Jerónimo Pimentel
Redacción EC

Nada debe ser más extraño para un madridista que haber ido al Bernabéu durante la última década. Ni las tres ligas que ganaron en ese lapso, ni la Décima, ni las contrataciones fantásticas que temporada tras temporada recaen en Valdebebas,
poseen una fracción del peso y la gravedad que tiene la revolución acontecida en Barcelona. En nueve años los catalanes cambiaron el deporte; sus rivales, apenas,
hicieron lo posible por no desaparecer a la sombra del monumento blaugrana.

Algo de este complejo se percibe en la elección de los técnicos. Ni la serena ponderación de Pellegrini ni el pragmático clasicismo de Capello y ni el mataperrismo de Mourinho han sido contrapeso suficiente para acortar la brecha. La
falta de brújula se convierte en una paradoja anual: ¿A quién se le puede dar la tarea
de corregir esa balanza? No importa los puntos que haya conseguido el entrenador
cesante, pues lo que se discute no son los títulos que obtuvo o no, ni los partidos que
ganó o perdió, sino si logró revertir una hegemonía que, a cualquier mortal, se le escapa. El efecto de esta disparidad es brutal: mientras más se asienta el Barza más
desnortado se le ve al . La chiflas a Casillas no son sino un síntoma de esta desorientación crónica.

Que los merengues vengan perdiendo este largo partido paralelo desde hace tanto
tiempo genera errores de apreciación. Uno de ellos, quizás el más flagrante, es la
naturalidad con la que se acepta que Cristiano Ronaldo anote 48 goles en una temporada donde no ganará nada más que el título honorífico de pichichi de la Liga. Es
absurdo, insólito. Nadie cree que sea uno de los mejores jugadores de la historia del
fútbol, como se sospecha de Messi, a quien se compara con Maradona y Pelé, y sin embargo el portugués le sostiene la rivalidad y, muchas veces, lo supera. Es un milagro
cotidiano. Otro es que Ancelotti haya obtenido el 75% de los puntos en disputa y, habiendo quedado a solo dos del campeonato, se dude de su permanencia. La realidad
no existe, existe lo que entendemos de ella.

Florentino Pérez: "La Junta ha tomado la decisión de relevar a Ancelotti como entrenador". — Real Madrid C. F. (@realmadrid)

De acuerdo con la prensa especializada, las opciones de recambio son Rafa Benítez y Jürgen Klopp, ambos entrenadores de primer nivel. El español posee una antigua
raigambre con el club que ahora lo tienta, pues fue canterano y al inicio de su carrera estuvo a cargo de las divisiones juveniles. Su experiencia internacional, en Italia e Inglaterra, lo convierten en un candidato de mérito, aunque difícilmente vaya a poder igualar el desempeño sus predecesores. Conservador en lo táctico, Benítez no posee la vocación ni el ánimo de emprender una revolución, ni se caracteriza por privilegiar la espectacularidad o la estética (por lo general juega con un solo delantero). Lo suyo es más una apuesta por la solidez; lo que resulta irónico una vez vistos los números de sus antecesores, pero ya hemos visto que en esta batalla la data dura no importa.

Klopp, en cambio, es un entrenador en evolución, que gusta de la intensidad, el aplauso de la tribuna y cuyo techo aún no se deja ver. Apuesta por un juego de presión alta, superatlético y de transiciones rápidas. No es un innovador, sino un entusiasta, capaz de asumir la hazaña y el descalabro con la misma sonrisa. Esto último es permisible en el Dortmund, pero puede ser fatal en el Real Madrid. ¿Será capaz Florentino de asumir el riesgo? En la otra orilla, en cambio, las noticias son agradables y calmas. Xavi se despide como una de las luces mayores de este nuevo siglo mientras Messi encuentra en Suárez y Neymar a los cómplices que años atrás fueron Pedro, Eto’o y Villa. Nadie
tiene dudas sobre cómo jugará el Barza la próxima temporada y, sin que esta termine,
y a dos partidos del triplete, existe cierto consenso en que Luis Enrique es el eslabón de una cadena mayor y mejor, con gusto y sentido. Lo traumático, hechas las cuentas, es que el Real Madrid no ha perdido una liga, sino una década. Rotar el banquillo no es sino una forma de apaciguar ese dolor.

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