“Los futbolistas no tendrán en qué apoyarse más que en ellos mismos y en una pelota. El peso, saber que se juegan un lugar en la historia. En el sentido más puro, el fútbol trata exactamente de eso”. (Foto: AFP)
“Los futbolistas no tendrán en qué apoyarse más que en ellos mismos y en una pelota. El peso, saber que se juegan un lugar en la historia. En el sentido más puro, el fútbol trata exactamente de eso”. (Foto: AFP)
Jerónimo Pimentel

Pocos partidos se pueden comparar a un superclásico argentino. No necesariamente en fútbol, pero sí en intensidad y emociones. Lo que no tiene precedentes es que el encuentro se produzca en una final de Copa Libertadores. Habría que imaginar los últimos 90 minutos de una Champions League entre Real Madrid y Barcelona para encontrar un voltaje igualado.

Otras comparaciones pueden ser más delirantes y el pasado, por una vez, ofrece pocos ejemplos de medida. Si salimos del balompié quizás podamos imaginar el partido de básquet entre Estados Unidos y la URSS en los Juegos Olímpicos de Múnich, las series de Fischer contra Spassky, la trilogía entre Alí y Frazier o el Federer-Nadal celebrado en la final de Wimbledon el 2008. Pero en ninguno de los casos el termómetro alcanza esta fiebre. Primero, porque no todos los deportes son populares y movilizadores. Segundo, porque las disciplinas individuales no poseen la capacidad de generar arraigo identitario como las colectivas. Finalmente, porque en algunos de los casos mencionados parte de la excitación era derivada del contexto político internacional. El Boca-River del sábado, en cambio, no tiene otro ingrediente que el pasado común y la disputa de un cetro ante los ojos del mundo.

Puestos a hablar de fútbol, la pregunta lógica sería quién llega mejor. Creemos que River Plate. Gallardo es un técnico consolidado con un plantel fiable y ostenta un récord tremendo: 8 finales ganadas y solo 3 perdidas. Armani es un portero de selección en un nivel notable, la defensa está consolidada y, del medio hacia arriba, han logrado elaboración y potencia ofensiva con Pratto, Martínez, Quintero y Scocco.

El equipo del ‘Muñeco’ es rápido en las transiciones y solo tiene una duda: la lesión muscular de Ponzio. Dos datos les favorecen: Gallardo ha ganado los últimos clásicos y cerrará en el Monumental.

Boca Juniors, por su parte, es un equipo en proceso que ha encontrado rendimiento en los últimos meses. Barros Schelotto ha aclarado su idea táctica pero depende mucho de la noche que tengan Pérez y Benedetto. Atrás son vulnerables, no es seguro que tape Rossi y caen en lagunas. Si hubiera que forzar una metáfora provocaría hablar de un fútbol espasmódico, más justificado en el resultado que en el juego.

Ahora, ¿tiene sentido la deriva analítica previa? No. En los partidos que vienen la virtud fundamental será la capacidad de tolerar la presión. Es decir, más que de esquemas tácticos haría sentido hablar de fortaleza mental, capacidad de liderazgo, automotivación y resiliencia.

Los futbolistas no tendrán en qué apoyarse más que en ellos mismos y en una pelota. El peso, saber que se juegan un lugar en la historia. En el sentido más puro, el fútbol trata exactamente de eso.

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