Pablo Bengoechea llegó este año a Alianza Lima y sacó campeón al club íntimo luego de 11 años. (Foto: USI)
Pablo Bengoechea llegó este año a Alianza Lima y sacó campeón al club íntimo luego de 11 años. (Foto: USI)
Pedro Canelo

ha aprendido a hacer de sus triunfos un tratado de paz. Ha logrado el campeonato nacional con y no se desordena en el festejo. No grita, tampoco salta, mucho menos se queja. Ha pasado tantas veces por esto, ya sabe lo que puede pasar después. Cualquier sensación de revancha ha preferido guardarla en la caja fuerte de la sensatez.

Si hubiera querido, el ‘Profesor’ tenía los micrófonos abiertos para derribar cualquier pacto de no agresión. Aquí, como asistente de Markarián y como técnico fugaz de la selección, recibió más críticas que aplausos. Le dijeron desde inexperto hasta argollero. Cuando regresó a su país, prefirió no despedirse de nadie en el aeropuerto. Sabía que, en el día menos planificado, iba a comprar un pasaje de retorno.

¿Cómo exponer tan inmensa fuerza de contención cuando tus futbolistas están dando una vuelta olímpica entre lágrimas? “Los técnicos sabemos que más nos va a tocar perder antes que ganar”, me dijo Ricardo Gareca, tres días después de clasificar al Mundial. Su respuesta se refería a por qué se mantenía calmado ante el escenario que siempre soñó como jugador y entrenador: ser protagonista de una Copa del Mundo.

Dentro de las coincidencias entre Bengoechea y Gareca no solo tenemos que fueron relevos en el banco de la selección peruana, sino que ambos nos están dando lecciones de madurez para manejarse en la victoria. Saben muy bien que en este juego de roles, entre triunfadores y caídos, todo es de ida y vuelta. Grandeza y respeto para ganar, diría un tal Pep Guardiola, otro exponente de la serenidad en la gloria.

A Alianza Lima le hizo bien el liderazgo de alguien como Bengoechea. Reunió jugadores de experiencia en el plantel, pero con ese entrenador sumó un nuevo capitán fuera de cancha. No olvidemos tampoco que el uruguayo fue el primero en quitarle la etiqueta de indiscutible a Claudio Pizarro en la selección. Dentro de su templanza, aparece un hombre de firmes decisiones. En otra relación que podemos encontrarle a Bengoechea con el ‘Tigre’ Gareca está la firmeza para el recambio y la estrategia para manejarse dentro del pensamiento del futbolista peruano promedio. Los dos, siendo foráneos, parecen conocernos más que nosotros mismos.

Entiendo la mesura de Bengoechea. La comprendo porque, al igual que Gareca, ambos saben lo que es besar la lona. Ambos fueron maltratados en el mismo lugar donde antes los idolatraron. Los hinchas que corearon sus nombres luego inventaron cánticos para insultarlos en calles y estadios.

Los fanáticos íntimos están aprendiendo a encariñarse con el ‘Profesor’. Y Bengoechea sabe también lo que es sentirse querido. En Peñarol fue pentacampeón como jugador y cuando volvió como técnico repitió la costumbre ganadora con otro título nacional. Un mes después de ese logro lo despidieron por perder en un amistoso ante el clásico rival, Nacional. Nadie le dio explicaciones.

El mundo del balompié es ingrato. Ni siquiera comienza el Mundial y ya queremos criticar a Gareca por una posible eliminación en primera fase. “Que festejen los jugadores”, dice convencido Bengoechea. Los más expresivos en un triunfo son aquellos que creen en la grandeza eterna. Gareca y Bengoechea han aprendido a no gastar toda su alegría. Saben que es fugaz, saben que tarde o temprano esto se acaba.

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