Pablo Zegarra volvió como director técnico de menores a Sporting Cristal en el 2014. (Foto: Club Sporting Cristal)
Pablo Zegarra volvió como director técnico de menores a Sporting Cristal en el 2014. (Foto: Club Sporting Cristal)
Pedro Canelo

Eran tiempos sin Facebook, sin Fox Sports ni You Tube. Por eso, en los años noventa, algunos le gritaban “pecho frío” a Pablo Zegarra sin enterarse de que, en el Día de Reyes de 1998, ese mismo volante había ensayado unos pasos de salsa luego de anotarle con el Salamanca al Barcelona de Van Gaal. Nunca enseñó el polo “Te amo Perú” del ‘Chorri’, tampoco tuvo un partido de despedida como Palacios o Julinho, pero si hubo alguien con corazón celeste en los últimos 25 años rimenses, ese es el hijo de ‘Pitín’. Lo suyo fue un genuino amor en silencio: en el equipo del río Rímac, Pablo Zegarra eligió ser el menos hablador.

Esa danza tropical de Zegarra en el estadio Helmántico luego de vencer al holandés Ruud Hesp, tuvo como antecedente a esa apurada coreografía con la cual Pablo celebró su regreso a su casa, Sporting Cristal, en 1993 con golazo a El Nacional de Quito, en aquella remontada histórica de octavos de final de Copa Libertadores. Y algunos le decían “pecho frío”, sin saber que quizá el único pecado del actual técnico interino cervecero fue irse del país demasiado rápido.

Debutó con los celestes a los 16 años, cuando la dupla argentina López y Cavallero estaba en la dirección técnica. Dos años después, con la libreta electoral de tres cuerpos recién impresa, era campeón nacional con el Sporting y conseguía su primer contrato en el extranjero. Se lo llevó el Independiente Santa Fe, que en ese tiempo era dirigido por el ahora conocido Jorge Luis Pinto. En esas épocas el fútbol internacional se resumía al mejor partido de la fecha del Calcio (casi siempre con el Milan de Arrigo Sacchi) o algún gol del Real Madrid de Zamorano o del Barcelona de Romario. Encontrar algún registro audiovisual de Zegarra en el fútbol colombiano, Argentinos Juniors o en la Segunda División española era una misión casi de detective. Fue difícil volverlo a ver. Cuando regresaba al país para defender a la selección peruana, era casi un extraño vestido de blanquirrojo.

Si miramos con calma ese póster del Sporting campeón nacional de 1991, veremos que hay varios ex jugadores tan queridos que hasta tienen nombre de tribunas de estadio como Roberto Palacios y Julio César Uribe. Allí, al costado del también bullanguero y querido Horacio Raúl Baldessari, aparece un tímido Pablo Zegarra con 18 años pidiendo permiso para tener un espacio en el once titular del equipo dirigido en aquel tiempo por Juan Carlos Oblitas. El idioma de Zegarra no se traducía en discursos para los hinchas, sino en goles importantes –a la ‘U’ en el Nacional para el título del 91 o a El Nacional para clasificar a cuartos de la Libertadores del 93– que curiosamente se han perdido en viejas y polvorientas videotecas.

Esa retirada veloz del Rímac (con solo 19 años) impidió que Zegarra festeje los títulos nacionales rimenses de sus contemporáneos Roberto Palacios o Flavio Maestri. Lo olvidamos muy rápido; sin embargo, quien siempre lo tuvo presente fue Juan Carlos Oblitas. “Era un jugador ordenado, pero sobre todo muy inteligente en el juego del balón”, explica el ‘Ciego’, quien lo incluyó en ese grupo base que se quedó a algunos goles de clasificar al Mundial Francia 98. Zegarra, por ejemplo, hizo un partido impecable ante Bolivia en La Paz, pero otros prefieren recordar el penal que cometió ante Ecuador con foul a Aguinaga. Fue por “pecho frío”, dijeron algunos en las tribunas del Nacional.

Hoy, Pablo Zegarra es el técnico interino de Sporting Cristal, luego de la salida de Chemo del Solar. Viene de ganar títulos con la reserva cervecera, se ha preparado en España y hasta fue invitado por su amigo Tito Vilanova (fueron compañeros en el Badajoz de 1995) para ver trabajar al Barcelona de Pep. “Y llegaremos a triunfar”, canta un recién adulto Zegarra en el minuto dos del video del rap de Cristal en 1991. Ese mismo mensaje de hace un cuarto de siglo es el que necesita con urgencia el equipo del Rímac. Quizá esta vez sea buena idea no dejarlo ir tan temprano.

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