Las diferencias entre los grandes del fútbol peruano están en los temas de discusión. En Alianza, sus hinchas hablan de refuerzos e inversiones millonarias; en Universitario, del peligro de una liquidación.
La pelea entre sus acreedores principales ha puesto al club crema al borde del abismo. Desde que entrara a la esfera concursal en el 2012, ninguna de las administraciones puestas por la Sunat o Gremco se preocupó por mostrar un interés real en fortalecer la institución y, a partir de ello, iniciar el pago de las acreencias.
Por el contrario, han sobrado las demostraciones de voracidad e ineficiencia, así como la negativa a encontrar soluciones planteadas por los propios hinchas, como la que impulsara tiempo atrás el movimiento que encabezara el actor Aldo Miyashiro.
Los pocos éxitos deportivos alcanzados en este período solo han servido para disfrazar el acelerado proceso de precarización del club, que además de arrastrar una deuda concursal espantosa (alrededor de US$150 millones, actualmente en discusión en la vía judicial) vive amarrado a sus ingresos futuros para poder responder a los gastos del día a día.
La situación no solo es desesperante, sino insostenible. No asoman posibilidades de encontrar una solución que satisfaga a las partes, sobre todo al hincha, que vive en permanente estado de intranquilidad.
Es difícil soñar en la Copa Libertadores, mientras la pesadilla de perder Campo Mar o el Lolo reaparece de tanto en tanto. La solución excede a lo que puedan señalar las autoridades judiciales. Y de esto deberían darse cuenta Gremco y la Sunat.