Aclaremos algo de arranque: Perú no es colero sudamericano hace décadas porque su entrenador sea discreto. El técnico, efectivamente, puede suponer un plus, pero no puede ser determinante si no existe material de nivel y, peor, si el sistema deportivo de tu campeonato no entrega clubes con capacidad de ser base certera de la selección. El último caso fue el Cristal de los 90. Aquel equipo sí pudo dotar de columna vertebral a Perú. Años tras lo hizo Alianza, en plenos 70.
Hoy, la selección peruana es un grupo de ‘extranjeros’ que, salvo Pizarro y Guerrero, son segundones en sus ligas y aquí son recibidos como los reyes del mambo. Hecha la precisión de que no estamos mal por Ricardo Gareca (como tampoco lo estuvimos por Markarián o por Autuori en su momento), sí corresponde decir que este entrenador tampoco ha ayudado mucho a disimular la crisis de un equipo que ataca livianito, se organiza de modo casi lineal y defiende rematadamente mal.
Nos presentaron a Gareca como un técnico “clásico”. De ideas sencillas, quizá menos táctico que Markarián, pero muy similar al Oblitas entrenador, es decir, fuerte para hacer grupos, claro para hacer llegar su mensaje y con muchísimo sentido común. En ese aspecto, Gareca sumó un gusto probado por los tocadores y una innegociable voluntad de pelear los partidos bien lejos de Gallese (piénsese en la Copa América 2015), pero hoy la formúla parece desgastada, es más, no asoma en ella ni una mínima evolución. De mediocampo hacia adelante Gareca se diferencia de Markarián en un solo aspecto y es la ubicación del extremo zurdo: para el ‘Mago’ era Vargas porque tenía potencia, y para Ricardo Gareca es Cuevita porque tiene desequilibrio. Salvo esa distinción, y cierta devoción por el toque que Markarián cambiaba por verticalidad, el parado del equipo es similar: Perú juega zona, defiende con cuatro atrás, con dos mediocentros que distribuyen más de lo que cortan y agrupa en ataque a dos extremos con el error repetido desde décadas: juntar a Pizarro con Guerrero como doble punta.
Es Pizarro o Guerrero
No es que no puedan tener buenos partidos juntos ni es que ambos sean totalmente incompatibles. Es que no se complementan naturalmente. Son dos centrodelanteros que se potencian cuando están liberados en el área y desarrollan su juego en 30 metros, no en 40 o 50. Puestos juntos, es Pizarro quien suele volantear y alejarse de sus principales virtudes. Y es Guerrero quien queda en punta, pero divide con Claudio la preferencia del pase de los volantes. El mejor Paolo –lo repasamos aquí en la web- ocurrió en la Copa del 2011, cuando atacó como ‘9’ solitario y tuvo laderos más movibles por los bordes. Que Ricardo Gareca insista en una receta que nos quita elaboración en el medio y agrega confusión en ataque habla ya de tozudez. Markarián perdió así, antes en el tiempo Chemo también y hoy él, si no corrige, morirá con esas mismas botas.
No es, por otro lado, el único problema. Perú marca en zona con cuatro en el fondo y dos anclas delante que no siempre dominan los conceptos básicos y cometen fallos criminales. Uno de ellos, seguir a la marca por detrás de la línea de la pelota y dejar, por ese defecto, vacios muy marcados. El equipo se hace largo y cualquier enganche rival que se ubique detrás del mediocentro se hace una fiesta. En ataque, tampoco hay un dibujo fluido. Perú, salvo momentos puntuales, lo hace todo lineal, anunciado. No hay engaño en la circulación de la pelota, que se hace dura, incómoda y hasta acelerada. En el apuro se recurre al pelotazo para que Paolo luche a la espera de la llegada de algún volante. Pizarro queda aislado y si recibe lo hace muy atrás, donde pierde parte de su importancia. La salida por los flancos tampoco es pura y se depende más de algún arranque de Advíncula que solo ha tenido cinco desbordes de Cafú en toda su vida.
Es un Loba o uno como él
Más que los ingresos de Ruidíaz y Flores, celebradísimos por el promedio de la prensa, Perú mejora realmente cuando recupera el primer pase de Lobatón, jugador fundamental en la generación de juego y decisión de los ataques. Si bien los ‘enanos’ de la ‘U’ hicieron el 2-2, no corrigieron en casi nada los problemas del primer tiempo, sí Loba que aporta con naturalidad esa conexión con los delanteros que no tuvieron ni Tapia –desconocido- ni Ballón –limitado como generador-. Que Carlos, con treintaitantos, sea todavía insustituible en la selección peruana habla de la carencia crónica de opciones de todo el sistema deportivo. Sin él, o sin uno como él, Perú es correcto y hasta terco en el toque, pero no tiene creatividad. Como si nadie asumiera ningún control ofensivo, un copyrigth que sí tuvo este equipo, al menos en ataque, durante la Copa América. En ese sentido, es una pena que herederos naturales como Christofer Gonzales o algún otro tocador de la primera línea (¿Luis Ramírez?) hayan descendido tanto su nivel al punto no ser hoy seleccionables. Tampoco se entiende bien por qué el que mejor reemplazó a Lobatón en un partido puntual de la Copa América, Yoshimar Yotún, no haya sido pensado como variante de mediocentro.
El equipo exige una renovación en zonas puntuales y no vivir del DNI sino de la realidad del rendimiento. Ascues no puede jugar si hace meses no tiene competencia, porque no es Baresi ni Chumpitaz (en rigor, no es ni Pepe Soto). Se justifica lo de Farfán, porque comparado con el resto, la ‘Foca’ es Maradona, pero esa excepcion no habilita a convertir a Perú en un cuadro que tiene titularidades compradas asi vengan del quirófano.
Ricardo Gareca tiene que intervenir. Pero ya. Lo llamaron para que mejore la herencia de Markarián y por ahora, está cayendo en lo mismo. Con un problema adicional: sus ‘cracks’ son 4 años más viejos.
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— El Comercio (@elcomercio) 25 de marzo de 2016
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