El éxito de una selección depende de muchos factores, pero uno de los principales es de qué base se nutre. El universo de jugadores convocable depende de la capacidad del sistema futbolístico nacional (torneos escolares, menores, ligas profesionales) para captar y formar talento, así como de incorporar a extranjeros naturalizados. Pero no se debe desdeñar los destinos que se proponen como meta del futbolista peruano: es en la competitividad diaria cuando se adquiere roce y experiencia, donde se aprende a gestionar presión y nervios, y también donde se alcanza la madurez deportiva.
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En países exportadores, como Brasil o Francia, el nivel de la liga local es relativo de cara a las ambiciones nacionales: las promesas llegarán tarde o temprano a las ligas top. Ni la verdeamarelha ni Les Bleus, ni tampoco Argentina o Bélgica, los países que ostentan los 4 primeros puestos en el ránking de la FIFA, tienen las mejores ligas del mundo, pero no importa: la consolidación de sus estrellas ocurrirá en Premier League, en Liga de las Estrellas o en el calcio. ¿Pero qué sucede con los países que sí dependen de sus torneos para medir sus ambiciones (la tercera parte de los convocados peruanos juega en Perú)? ¿Y qué ocurre cuando los mejores no aterrizan en los países que mejor exprimirían sus capacidades?
Aquí empiezan los problemas. El torneo peruano es paupérrimo, tal como consta a cualquiera que vea nuestro desempeño en Libertadores. Pero los que migran tampoco la pasan bien. Uno de los factores que se debe analizar respecto al proceso a Qatar 2022 es cuánto nos ha afectado que los titulares de la selección no tengan minutos en sus equipos y, si los tienen, es porque se desempeñan en torneos de segundo o tercer nivel. Un rápido resumen nos deja la siguiente foto:
- Titulares de Perú pero no en sus clubes: Trauco (Francia), Tapia (España), Peña (Holanda).
- Titulares de Perú y en sus clubes: Gallese (EEUU), Callens (EEUU), Yotún (Perú), Cueva (EAU), Carrillo (EAU), Lapadula (Italia, serie B).
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El proceso anterior, aquel que nos clasificó a Rusia 2018, no tuvo el efecto deseado: la revalorización del jugador peruano en el mercado de pases no se produjo y seguimos atados a las que parecen nuestras plazas naturales, Norteamérica y Arabia, medianas en términos de calidad pero con dinero suficiente para costear primas y sueldos de manera generosa.
En este proceso tampoco se ha puesto en valor a nadie que no sea Ricardo Gareca. Salvo alguna sorpresa, nuestro once titular seguirá alternando camisetas de México y Estados Unidos. La noticia de esta semana es que Edison Flores ha pasado del DC United al Atlas. Renato Tapia, sin el favor de Coudet, debería aspirar a mantenerse en la primera española o migrar a Inglaterra, donde su fútbol sería apreciado. Las opciones de Lapadula tampoco parecen haber mejorado a pesar de su excelente labor con la blanquirroja y los elogios de Baggio. Cueva y Carrillo, ambos por encima de los 30, parecen haber encontrado un retiro dorado en las arenas saudíes.
No debe y no puede exigírsele a un futbolista que priorice la competitividad por encima de sus condiciones salariales. Pero tan cierto como ello es que es muy difícil aspirar a la élite cuando el día a día transcurre en la mitad de la pirámide futbolística. ¿Cuál es el rol de los agentes en este dilema? ¿Y cómo se pueden alinear con objetivos nacionales y no solo individuales?
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