Intentó cubrir sus lágrimas con la camiseta rojiblanca, pero no pudo ocultar su dolor. Cuando el estrafalario arquero australiano Andrew Redmayne atajó el disparo de Alex Valera, Luis Advíncula (El Carmen, Chincha, 1990) cayó derrumbado en el césped y junto a él, todos los peruanos frente a un televisor. Perú quedó fuera del Mundial por penales ante Australia y ‘Lucho’, que había fallado su remate, se sentía el gran responsable. No le alcanzó las fuerzas para levantarse del verde césped del estadio Al Rayyan de Qatar. Quería quedarse ahí. Ya después, quizás aún con gotas de lamento y culpa recorriendo sus mejillas, posteó un mensaje en Instagram que sorprendió a todos.
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“Primero pido perdón a mi familia y amigos por el dolor que causé a todo el Perú. Soy el único responsable de esta debacle y no me alcanzará la vida para pedir disculpas. Yo hoy hasta aquí llegué, doy un paso al costado de la selección. No creo que tenga fuerzas para levantarme de esto. A mis compañeros, muchas gracias por todo y perdón por tan poco”, escribió.
Consciente de llevar más de cien partidos con la selección sobre sus espaldas -106 desde su debut en un amistoso ante Canadá en 2011-, Luis puso el pecho a las balas. Puso el pecho y todo su cuerpo para proteger a Valera para que su promisoria carrera no se vea empañada por un penal errado. ‘Lucho’ es compañero y amigo. Fue capitán alguna vez; líder, siempre.
Renunció a la selección y luego borró su mensaje. Una acción que demuestra lo que es: un ser transparente. Porque si está feliz es capaz de bailar en el medio del campo o “hacerle el amor” a una Copa ganada. Y si está triste no puede evitar dejarse caer en el suelo y llorar desconsoladamente como un niño que necesita el abrazo de sus padres.
Lo que ocurrió la tarde del lunes 13 de junio de 2022 no se nos borrará nunca. Así como tampoco olvidaremos a quién abrazamos de felicidad el 15 de noviembre de 2017, el día que cortamos 36 años sin ir al Mundial. Y Advíncula, en estos momentos en los que seguramente debe estar cuestionándose absolutamente todo, jamás deberá olvidar todo lo que hizo para llegar hasta donde está.
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Una vida llena de sacrificios
Un día estás cargando una bolsa de cemento que pesa casi lo mismo que tú; y al otro, eres titular en el debut de tu selección en un Mundial después de 36 años. Esa es la vida de Luis Advíncula, una historia de superación con un giro de 180 grados como su faceta dentro de un campo de juego: pasó de ser un ‘9′ veloz pero sin gol a ser lateral y, desde la banda derecha, ser en 2018 el futbolista más rápido del mundo, según un estudio de la FIFA.
Si se escapaba de casa, ya sabían para qué era. Al Luchito de El Carmen de Chincha lo encontraban jugando al fútbol sin zapatos. Hijo de don Luis Advíncula Presbítero -futbolista que jugó la Libertadores con Melgar- y doña Felicia Castrillón, entrenaba con su tío Pablo y así llegó a Lima para hacer divisiones menores.
“Mi papá (Héctor Chumpitaz) y su papá se enfrentaron en alguna oportunidad. Yo lo conocía. A Luis lo había visto jugar en Sullana. Era flaquito y muy rápido, veloz, pero no tenía técnica. Era torpón”, cuenta Tito Chumpitaz, el hijo del capitán eterno de la selección y entrenador de menores. Tito fue el que llevó a Advíncula a la Sub 20 en 2009. El lateral pudo ser ‘Jotita’, pero lo sacaron del equipo porque no estuvo a tiempo para el entrenamiento: se había quedado tomando agua mientras miraba jugar a un equipo de menores de Chincha en la Videna.
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“Él siempre ha tenido claro lo que quiere ser. Pasó por miles de pruebas, dificultades. Me acuerdo que no tenía ni para los pasajes. No tenía nada. Era ayudante de albañilería, empezó a trabajar desde muy chico porque necesitaba dinero para ir a entrenar, ayudar a su familia. Llegaba a los entrenamientos con las manos llenas de callos. Mano de albañil. Pero nunca cansado. Eso no”, recuerda Chumpitaz.
Tito fue nombrado como técnico de la selección sub 20 en julio de 2008 para disputar el Sudamericano de la categoría que se realizó en enero de 2009 en Venezuela -iba a ser en Perú, pero nos quitaron la sede por problemas entre la FPF y el gobierno de turno-. En medio de su recorrido para observar a los posibles convocados vio a Luis Advíncula, entonces en el Esther Grande de Bentín, en un partido contra Alianza Lima.
“Nosotros jugábamos con dos volantes por fuera y no había alguien con esa velocidad que él tenía. Claro que le faltaba técnica. Pero confiamos en sus capacidades. Lo pusimos como volante por derecha, por delante de Aldo Corzo, que en ese entonces era el lateral”.
La ‘Bicolor’, que tenía en su plantel nombres como Carlos Zambrano y Reimond Manco -aparte de Advíncula- quedó último en su grupo sin haber conseguido un solo punto en cuatro partidos. “Luis fue uno de los más vapuleado por todos. Insultado incluso. Terminó golpeado, pero lo que rescato y destaco de él es su fortaleza mental para no derrumbarse y seguir”.
Fortaleza mental. Eso es lo que le sobra a Luis Advíncula, el lateral que en 2019 metió su disparo en la tanda de penales ante Uruguay para clasificar a las semifinales de esa Copa América histórica en la que llegamos a la final después de 44 años.
“En las selecciones menores daban viáticos a los chicos. La mayoría de chicos lo guardaban para comprar cosas cuando viajaban al extranjero. Él no. Lo que le daban lo dejaba en su casa para su familia, para ayudar con lo poco. Siempre tuvo claro que quería ser futbolista y uno de los motivos era justamente eso: ayudar económicamente a su familia”, añade Tito.
Su apodo es ‘Lucho’, pero puede ser luchó. Con tilde. Porque siempre lo hizo. Peleó incluso contra él mismo y sus deficiencias técnicas para llegar a ser lo que es: trotamundos, figura en Boca Juniors y, sobre todo, líder de una generación que por casi ocho años nos dibujó una sonrisa que no se borrará por lo ocurrido el lunes en Doha. El Luchito de El Carmen le diría al Advíncula de ahora: no te retires, sigue luchando. Como ayer, como siempre.
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