"Australia de los milagros", por Ricardo Montoya [OPINIÓN]
"Australia de los milagros", por Ricardo Montoya [OPINIÓN]

“Lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido”. En estos días andamos en ‘modo zombi’, como los personajes de “Cien años de soledad”, solo que inundados de tenis hasta la matriz, y felices de esta vigilia repleta de historias milagrosas. En cuanto al olvido, no nos preocupemos mucho, “las leyendas” (léase los Nadal, los , etc.) se han encargado, motu proprio, de recordarnos su asombrosa vigencia.

Sabor a ‘déjà vú’. Las cosas no están sucediendo diez años atrás. Es hoy. Y son los Federer y los Nadal, otra vez, en las semifinales de uno de los grandes torneos. Su presente reafirma que conservan intacta la memoria kinestésica. Esa en la que se ejecutan los movimientos aprendidos de manera instintiva. Casi sin pensarlos. La técnica y el espíritu disfrazan el agotamiento de sus cuerpos maduros. Roger va contra Wawrinka, quien ya ha demostrado que él también es dueño del fuego sagrado de los campeones; y Rafa se las verá contra el sorprendente Dimitrov. Si llegaran a disputar la final, no importará quién resulte victorioso. Ganaremos todos.

Es tanta la admiración recíproca existente que, pese a la ventaja de Rafa sobre Roger, en partidos entre ellos, Nadal ha declarado: “El que diga que soy mejor que Federer no sabe nada de tenis”. Inmenso y noble el español.

Para que la final soñada: Nadal-Federer se produzca, el balear deberá derrotar a Grigor Dimitrov, quien luce en impecable forma. El búlgaro ha olvidado el estigma que significa ser comparado con el gran Roger y ha podido reconciliarse con su formidable talento. “Todo ha sido como una montaña rusa para mí”, ha declarado Grigor, quien este año no ha perdido un solo partido. Juego tiene como para doblegar a Rafa. Sin embargo, conquistar al ibérico en estas instancias implica tener una solidez emocional que el balcánico no ha exhibido en el pasado. Veremos.

En la rama femenina, el epicentro afectivo tiene nombre y apellido: Mirjana Lucic Baroni. “A los 5 años perdí un torneo con una chica que era mucho mayor que yo. Al volver al hogar papá me golpeó en la nariz. Yo sangraba por toda la casa pero no tenía ni idea de lo que estaba pasando”, recordó. Ese fue el principio de una historia de maltrato físico y verbal que terminaron por coludirse para que Mirjana, deprimida, no pudiese expresar toda su habilidad tenística. Tras alcanzar las semifinales de Wimbledon en 1999, donde perdió con Graf, su carrera cayó en un abismo del que jamás pensó que podría salir. Errante, anduvo varias temporadas sin victorias relevantes. Hasta que hoy, 18 años después, la vida le ofrece la revancha en este torneo donde la espera la favorita Serena Williams. Pase lo que pase, Mirjana ahora de 34, habrá ganado igual. Y aunque parezca increíble, ella no será la jugadora más veterana entre las cuatro sobrevivientes. Allí también estará la rejuvenecida Venus, quien con 36 calendarios parece haberle robado el espejo a Dorian Gray.

Dormir bien está prohibido por estos días, el televisor aguarda impaciente. Entre tanto, en Australia sospechan que los milagros mayores todavía están por suceder

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