Los votos del sur y el centro del Perú han sido fundamentales en la historia electoral del fujimorismo desde su aparición, hace más de tres décadas. El respaldo de ambas regiones consolidó el triunfo de Alberto Fujimori en dos comicios consecutivos –en 1990 y 1995–, pero también fue decisorio en las tres derrotas de su hija Keiko en segunda vuelta.
“El sur y el centro son regiones que votan con una lógica de cambio y transformación. En las elecciones de 1990 votaron con la misma lógica con la que votan ahora: contra los candidatos ‘establishment’. Fujimori era precisamente lo contrario: él era el ‘antiestablishment’”, explicó a El Comercio Paulo Vilca, investigador del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
En la segunda vuelta de 1990, el sur (72,73%) y el centro (70,95%) fueron las regiones en las que Alberto Fujimori tuvo la mayor ventaja sobre Mario Vargas Llosa, su oponente en las urnas, según información oficial de la ONPE.
En 1995, la última elección en la historia del Perú que se decidió en primera vuelta, el candidato de Cambio 90–Nueva Mayoría logró la reelección con un aplastante 64,42% de votos. La distancia sobre su principal adversario, Javier Pérez de Cuéllar, de Unión por el Perú, fue mayor a tres millones de votos.
Aunque Fujimori se impuso en todas las regiones del país, el mayor apoyo estuvo en el centro, con 69.03%. Vilca considera que el referéndum del 1993, el control de la inflación a través del ‘fujishock’ y la captura de Abimael Guzmán, el sanguinario cabecilla de Sendero Luminoso, son vitales para entender el respaldo al exmandatario.
Tras el fraude en los primeros comicios del siglo XXI, el fujimorismo estuvo ausente en la justa electoral del 2001. En el 2006, Con Alberto Fujimori detenido en Chile a la espera de su extradición, Martha Chávez, representó al fujimorismo con el movimiento Alianza para el Futuro (AF) y obtuvo solo el 7,43% de los votos.
En las elecciones del 2000, con severas acusaciones de fraude, los resultados de boca de urna de las principales encuestadoras en primera vuelta estuvieron lejos de los resultados oficiales. Ipsos estimó un empate entre Fujimori (45%) y Toledo (44%). En tanto, según Datum Internacional Toledo obtuvo 48,5%y Fujimori 42,7%
En el 2011, el fujimorismo volvió a presentar a un Fujimori como candidato presidencial: Keiko. En el balotaje de ese año –en el que cayó ante Ollanta Humala–, la excongresista tuvo la menor adhesión en las regiones en las que su padre había obtenido sus mejores cifras. En el sur, cosechó apenas 27,58% de votos y en el centro 41,26%.
Esa tendencia se mantuvo en los dos procesos electorales posteriores en los que compitió Keiko Fujimori.
Sin embargo, el fujimorismo fue formando un nuevo núcleo duro de simpatizantes, el cual se mantiene hasta ahora: la región norte y Lima.
En los tres balotajes consecutivos en los que participó, la hija del fallecido exgobernante tuvo mayoría en el norte.
En Lima, cosechó más de 50% de tuvo en el 2011 y el 2021, lides en las que enfrentó a candidatos ‘antiestablishment’: Humala y Pedro Castillo.
En el 2016, cuando se midió contra Pedro Pablo Kuczynski, Keiko alcanzó el 49,89%. La campaña se concentró en un apartamiento de la figura de su padre. “Creo que alejarse de su padre, más que réditos, le trajo algo negativo [a Keiko]. Ella pensaba que así iba a poder conquistar o neutralizar el antifujimorismo. Pero surgió el ‘antikeismo’”, opina la analista política Mabel Huertas sobre aquella campaña.
El 3 de abril de ese año, en el último debate previo a los comicios, Keiko Fujimori expresó: “Me comprometo a respetar la no reelección presidencial establecida en nuestra Constitución Política. Finalmente, nunca más un 5 de abril. [...] Me comprometo al respeto irrestricto del orden democrático y de los derechos humanos”.
“Para los que votan en su contra, el fujimorismo es corrupción, autoritarismo, violación a los derechos humanos. Y para quienes están a favor, es mano dura, orden, la imposición de la ley y conservadurismo”, asevera Huertas.
Al respecto, Paulo Vilca considera que hay otro factor importante que explica el rechazo a la lideresa de Fuerza Popular. “Ella es un pilar importante de la clase política, la que hoy es tan rechazada. Keiko no solo es heredera del fujimorismo, sino también uno de los principales representantes de la clase política”, añade el investigador del IEP.