La escala del colapso económico inducido por el coronavirus (COVID-19) en América Latina podría alterar las reglas financieras de la región en los años venideros, poniendo enormes obstáculos para volver a imponer recortes de gastos dolorosos y austeridad.
En ese sentido, los gobiernos están gastando sumas sin precedentes en la lucha para minimizar el daño económico y social de la pandemia, mientras que, en muchos casos, insisten en que las finanzas públicas se recuperarán una vez que termine la crisis.
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Así, economistas del banco francés BNP Paribas han elaborado un “índice de preparación relativa de COVID-19” que rastrea la preparación de 24 naciones de mercados emergentes para resistir el choque del coronavirus, en relación con sus pares.
El índice consta de cuatro subíndices que abarcan, en términos generales, métricas sociales, sanitarias, financieras y económicas. A las cinco principales economías latinoamericanas les fue relativamente mal, con solo Chile en la mitad superior, aunque en el puesto 15 en general.
Además, con la excepción de Argentina, que se encuentra en tensas negociaciones con los acreedores para evitar el incumplimiento de su deuda internacional, todos los puntajes de atención médica fueron muy bajos.
Brasil y México también obtuvieron puntajes bajos en el ranking del índice social, mientras que Argentina, como era de esperar, obtuvo un puntaje bajo en su margen de maniobra financiera.
Según las mediciones tradicionales, las clasificaciones bajas muestran poco margen fiscal para hacer frente a la crisis y, de hecho, algunos encargados de formular políticas advierten que los inversores exigirán más equilibrio fiscal una vez que la crisis termine.
Por su parte, el secretario del Tesoro brasileño, Mansueto Almeida, dijo esta semana que sería un “error” dejar que las medidas de emergencia se conviertan en un gasto permanente, lo que, según él, podría poner a las finanzas públicas bajo una mayor presión a largo plazo.
Pero otros dicen que las métricas ya débiles hacen insostenible el tipo de recortes abruptos a los beneficios de bienestar y servicios públicos que a menudo exigían las reglas financieras “ortodoxas” en el pasado.
Algunos de los números que se están recopilando no tienen precedentes. Goldman Sachs espera que la economía de la región se reduzca un 3,8% este año, el mayor descenso desde la Segunda Guerra Mundial. Los economistas de Morgan Stanley piensan que será aún peor, y apuntan a una caída del 4,6% en el PBI.
Bank of America Merrill Lynch espera que la economía de México, también afectada por el colapso de los precios del petróleo, se contraiga en un 8% este año, mientras que Goldman ve que los déficit presupuestarios primarios en Brasil y Perú se ampliarán hasta un 9% del PBI.
“No hay una salida fácil del enigma de Brasil en este momento”, según Morgan Stanley, que proyecta un déficit fiscal de más del 10% del PBI y una deuda nacional cercana al 90% del PIB este año, mientras que la economía se contraería un 3,7%.
Del mismo modo, señalan el desafío del Gobierno mexicano de asegurar a los mercados que cualquier desliz fiscal es temporal, al tiempo que se comprometa con la prudencia fiscal a mediano y largo plazo. “Consideramos que tal tarea es desalentadora”, dijo el informe.
México y Colombia, cuyos ingresos e impuestos serán diezmados por la caída de los precios del petróleo, ya han sufrido rebajas en sus calificaciones crediticias soberanas.
Gran parte de la creciente presión del mercado sobre las economías emergentes hasta ahora se debe a los tipos de cambio. Si bien su fuerte depreciación este año ha hecho a las monedas locales muy baratas, muchos analistas creen que pueden estarlo aún más.
Bank of America Merrill Lynch considera que surgirá “un nuevo régimen de política prevaleciente” en el mediano plazo. “La mayoría de los países están pasando de un régimen de política fiscal restrictiva y monetaria laxa, a un régimen de política fiscal laxa y una política monetaria aún más flexible”, dijeron.
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