Las protestas en Chile generaron que el empresario Andrónico Luksic incrementará el sueldo mínimo en sus empresas, la medida fue imitada por otros conglomerados pero no estuvo exenta de críticas.
Las protestas en Chile generaron que el empresario Andrónico Luksic incrementará el sueldo mínimo en sus empresas, la medida fue imitada por otros conglomerados pero no estuvo exenta de críticas.

El pasado octubre, días después de las revueltas en Chile, Andrónico Luksic (famoso magnate de ese país) anunció la decisión de aumentar el sueldo mínimo a pagarse en todas sus empresas. Así, ninguno de sus empleados ganaría menos de 500 mil pesos mensuales, un 42% más que el sueldo mínimo legal (350 mil pesos o US$450), decretado por el Gobierno Chileno.

La idea tuvo un efecto dominó. A la fecha, unas 1.500 empresas chilenas copiaron la iniciativa, hoy bautizada como Desafío10x, que insta a las empresas a reducir la diferencia entre sus sueldos máximos y mínimos a 10 veces, o bien fijar un sueldo mínimo de 607 mil pesos (US$770). En Chile, se calcula que la diferencia salarial entre los que más y menos ganan en una empresa es de unas 47 veces (algo similar, estimo, pasa en el Perú).

La cruzada ha sido criticada en su país por extemporánea (post crisis), mediática y de poco efecto real. Sin embargo, en mi opinión, el Desafío 10x es una iniciativa valiosa; sobre todo cuando la contrasto con la grandilocuencia, figuretismo y lágrimas de cocodrilo del último CADE. En este evento, cuyo lema fue “Una economía de mercado para todos”, el empresariado profesó mucho dolor de corazón y propósito de enmienda por todas las tareas pendientes, pero poco o nada hubo de ideas concretas para devolver algo a un país que le ha permitido –de buena y “no tan buena” forma– hacer dinero todos estos años.

No todo es malo. Hace unas semanas encontré un anuncio de Agrícola Cerro Prieto, donde unilateralmente incrementaba el jornal, las gratificaciones y las vacaciones a sus trabajadores; adelantándose así a la extensión de la Ley de Promoción Agraria (a promulgarse recién estos días). Si bien esta medida es un mero adelanto de una ley ad portas, y su efecto real es muy modesto, la considero un gesto rescatable.

Ojalá los señores Romero, Brescia, Graña y demás se interesen en ideas como la chilena y se adelanten a la jugada. En este mundo polarizado, de redes sociales y protestas civiles, donde se sigue extendiendo la noción (equivocada) que la economía de mercado genera inequidad de forma creciente, los gestos políticos de solidaridad y empatía son –casi– una cuestión de supervivencia.

Pero, a decir verdad, yo no le tengo mucha fe al empresariado peruano. Quizá, lejos de los reflectores, cada uno de nosotros, en el día a día, podemos empezar el cambio: pagar más al mozo que atiende bien, al taxista que da buen servicio y a las personas que nos ayudan en casa. Quizá, solo quizá, un poco de generosidad y decencia eche a andar un círculo virtuoso, que hagan a nuestras ciudades más vivibles y den viabilidad a este arroz con mango llamado Perú.

* El autor profesor de la Facultad de Economía y Finanzas de la Universidad del Pacífico.

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