Hoy estamos intentando encontrar la respuesta a muchos de los problemas que tienen los países al cuestionarse el modelo capitalista. Es cierto que muchos están atravesando una serie de convulsiones que nos son difíciles de entender por los efectos que generan en la población. Muchos incluso con expresiones de violencia, como fue el caso de Chile, cuyo modelo económico es muy parecido al peruano. ¿Es correcto culpar al modelo por los problemas que expresa el descontento de las poblaciones? Quizá sólo en parte.
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Yo tengo claro que el aspecto básico del sistema capitalista en lo concerniente a la propiedad privada, a la libre competencia, al sistema de definición de los precios por el mercado y la consecuente asignación de los recursos, es el camino correcto. Son aspectos que felizmente el Perú los tiene claros. Nuestra constitución de 1993 incorpora los conceptos del libre mercado, la libre competencia, la libertad de contratación, la autonomía de nuestro Banco Central y, sobre todo y en forma muy clara, define el campo de acción del Estado, asignándole un rol subsidiario para realizar cualquier actividad empresarial. Este capítulo de nuestra constitución señala con toda claridad el modelo que hemos definido como sociedad, sentando las bases del nuevo sistema económico que adoptó nuestro país desde entonces y que explica en gran medida el ‘boom’ de nuestro crecimiento económico y la formación de nuestra clase media hasta la fecha. Lo hace con toda claridad sin dejar dudas ni interpretaciones.
La pregunta es si con ello basta para asegurar el crecimiento de una sociedad justa, equilibrada, que genere la creación de riqueza en beneficio del conjunto. ¿La búsqueda del interés personal, guiada por la “mano invisible” del mercado asegura el bienestar de la sociedad en su conjunto? Hasta Adam Smith reconocía el limitado poder de los mercados para resolver todos los problemas de una sociedad. Él aceptaba como necesaria, a veces, la intervención del Estado. Lo cierto es que la acción del Estado se requiere -según el momento- para corregir lo que los mercados por si solos no hacen o no pueden hacer, y con ello asegurar incluso que los mercados funcionen como se supone que deben funcionar. Para que los mercados funcionen como deben tienen que asegurarse como condiciones básicas la existencia de una robusta competencia y el flujo transparente de información perfecta, impidiendo que ningún individuo o empresa pueda actuar infligiendo daño a los demás. Son pocas las sociedades en que estas condiciones se dan como debieran. Es allí donde nace una responsabilidad muy grande de las mismas empresas, que no deben esperar a que sea el Estado el que intervenga, actuando por iniciativa propia antes de que el desencanto al sistema capitalista sea mayor. Los mercados no son un fin en sí mismo sino el medio para construir una sociedad más próspera.
Yo no creo en los controles de mercado por parte del Estado porque pienso que siempre terminan siendo peores, pero hay eventos como la recesión del 2007 en que fue necesaria la intervención del Estado para resolverla, habiendo sido responsabilidad de las empresas el haberla generado. Uno de los mayores problemas que evidencian los países en el mundo y que está muy ligado al descontento social, sobre todo de las clases medias, es la fuerte desigualdad que se viene generando en la creación de la riqueza. El concepto corporativo de priorizar a los accionistas y maximizar las utilidades de las empresas está siendo fuertemente cuestionado. Hoy las empresas lo reconocen y están actuando con responsabilidad en temas de medio ambiente, en temas sociales y de responsabilidad con las comunidades a las que pertenecen. Pero es insuficiente. El mundo corporativo sigue desarrollándose mayoritariamente de espaldas a las críticas, justificando los efectos negativos que genera esta miopía social en su forma de actuar. Los CEO’s siguen manteniendo mucha preocupación por su remuneración personal, premiada por los resultados de corto plazo, en lugar de preocuparse por el valor de sus accionistas en el largo plazo. Para esto se requiere el respaldo sólido de la sociedad a la que pertenecen. Hoy es difícil de aceptar el sistema remunerativo al interior de las empresas donde las remuneraciones de los CEO’s o de algunos miembros del Directorio no guardan un equilibrio con los demás.
Joseph Sitiglitz, premio Nobel de Economía, viene defendiendo la tesis de que las empresas deben de entender que las causas de los malestares sociales van más allá incluso al de maximizar el valor de los accionistas. Va por defender el “capitalismo de las partes interesadas”: dónde las empresas deberían de ser responsables por los intereses de sus clientes, trabajadores, comunidades y el medio ambiente. La remuneración variable que reciben sus líderes debería de incluir el esfuerzo en conseguir resultados positivos en estos campos, como indicador de su remuneración.
Creo que la solución va más por ese camino si es que queremos empezar a consolidar el futuro del sistema capitalista que necesitamos como sociedad en el futuro cercano.
(*) Leslie Pierce fue gerente general de Alicorp y es director de empresas e inversionista.