Por: Roger Grandez, director de Prospectiva Amazónica
La Amazonía, entendida como el conjunto de aquellos territorios con 100% de bosques, que comprende a Loreto, Madre de Dios, San Martín y Ucayali, tiene un potencial de crecimiento de enormes proporciones y puede aportar hasta el 15% del PBI y no el ínfimo 5% que exhibe ahora.
Y es que su bien formado capital natural, con abundantes recursos mal utilizados, requiere de un toque mágico: una fuerza laboral joven (de 18 a 29 años) con instrucción técnica y tecnológica y con habilidades de artesanos, para transformar con responsabilidad la maravilla natural de sus bosques y aguas.
Si se focaliza la intervención en el 3% de su fuerza juvenil (de los 491 mil jóvenes de entre 18 y 29 años), y con una inversión total de S/298 millones hasta el 2021, la Amazonía daría un salto cuántico hacia el bienestar y reduciría apresuradamente la desigualdad.
Si se apuesta por una educación técnica y una salud familiar integrada, lo que va a ocurrir, en los próximos años, es que aumentará la productividad del campo en aproximadamente cinco veces, sin necesidad de desbrozar el bosque para plantar monocultivos y forzar el cambio de uso del suelo, que es un patrón de conducta actual, con enormes inversiones privadas.
Loreto tiene 5,4 millones de hectáreas de aguajales en sus bosques húmedos, donde también se encuentran el ungurahui, huasaí y otros productos con plantaciones naturales (inversión natural) que requiere ser aprovechada para su transformación, alineando tres aspectos básicos: conservar – producir – incluir.
Una mano de obra calificada, con una inversión no menor a S/99 millones anuales, serviría para transformar los recursos naturales y aumentar la productividad, y fortalecería el sistema para crecer sostenidamente en el tiempo.
Si a ello lo complementamos con una inversión en infraestructura básica, conectiva y resiliente, lograríamos entrar en la otra dimensión: competir.