Quiero un líder que me inspire, que me muestre el camino, que me diga adónde vamos, por qué es bueno llegar allí y, sobre todo, que me diga qué tengo que hacer para llegar.
Quiero un líder que tenga esa visión clara por el bien común por la que no dudaría en esforzarme hasta verla hecha realidad. Y que esa visión me la repita varias veces hasta que pueda hacerla totalmente mía.
Quiero un líder que me dé esperanza, que me haga ver la luz al final del túnel, que me diga que todo saldrá bien, que mañana será mejor que hoy y que si sigo el camino planteado, llegaré a esa visión que me inspira.
Quiero un líder que me anime a soñar con la posibilidad de un futuro mejor para mí, mi familia, mi gente, mi país. Que inspire a mis hijos a confiar en que aquí están las oportunidades, que vale apostar por quedarse o por volver. Que me ayude a visualizar esas oportunidades y que sepa focalizarme por el camino que las hace realidad.
Quiero un líder que no tema liderar, cuadrarse o enfrentarse para hacer lo correcto, que tenga las faldas o los pantalones bien puestos. Que lidere por convicción, no para su popularidad, las encuestas, las redes sociales ni para callar a los troles.
Quiero un líder sin miedos ni rabos de paja que atenten contra nuestra visión compartida. Que no viva atrapado por viejas deudas o compromisos dudosos. Y, sobre todo, que no me abandone a mi suerte ni abdique de enfrentar la tarea cuando las papas queman.
Quiero un líder coherente, que hace lo que predica, que vive con valores y no teme defenderlos. Que sea sobrio, que sea transparente y que no lidere para su ego ni se crea el centro del mundo, sino que tenga una misión personal entregada y de servicio.
Quiero un líder ambicioso, no para enriquecerse o llenarse de gloria por su cuenta, sino para liderarme por convicción y guiarme hacia la visión que compartimos y anhelamos.
Quiero un líder con suficiente valor para imponerse a los corruptos, abusivos, mentirosos, mezquinos y todos aquellos que claramente solo quieren a su ego o su billetera, sin pensar jamás en el bien común.
Quiero un líder que no me mienta, que no invente, que se haga cargo de los problemas sin vivir culpando a los demás. Un líder que tenga el suficiente talento para formar y liderar un equipo de expertos idóneos y éticos que lo acompañen en la tarea y sepan serle leales.
Quiero un líder que no pierda de vista la visión y los objetivos sin dejarse secuestrar por los temas de moda, por el negativismo o la ceguera del poder.
Quiero un líder que me inspire a sacar lo mejor de mí para llegar a esa visión que me describe y que yo compro como mía. Que no tema señalarme los retos y problemas del camino, pero que confíe en mí, y en mi voluntad y capacidad para llegar al puerto visualizado.
Y, para terminar, quiero un líder que me inspire respeto y admiración por su compromiso serio, legítimo y auténtico por nuestra visión compartida. ¡Ese es el líder que, inspirándome, se hará cargo de que lleguemos!