El ataque con misiles de Irán a bases que albergaban a tropas estadounidenses en Irak hizo que el precio del oro se disparara por encima de 1.600 dólares la onza, impulsó al yen japonés en casi un 1% y al petróleo en hasta 3 dólares por barril.
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Pero la desesperada carrera para entrar en activos de refugio tardó unas horas en esfumarse y las bolsas mundiales reanudaron la tendencia al alza.
Fue el segundo vaivén del mercado en menos de una semana, con un patrón similar a lo acontecido tras el asesinato el viernes del principal comandante iraní, Qassem Soleimani, en un ataque estadounidense. Y a su vez, la reacción de la semana pasada se parecía a los bruscos giros de los mercados después de que rebeldes apoyados por Irán atacaran instalaciones petroleras saudíes en septiembre.
Bienvenidos a un nuevo mundo donde parece que hace falta poco menos que una guerra mundial en toda regla entre potencias con armas nucleares para que se aprecie un impacto duradero en los mercados financieros. Y algunos incluso dudan sobre qué pasaría en este escenario.
Al cierre europeo del miércoles, los precios del crudo Brent habían vuelto a estar por debajo de los niveles observados antes de la muerte de Soleimani el viernes y el índice de acciones S&P 500 de Wall Street subió a nuevos máximos históricos.
En esencia, los inversores parecen creer que Teherán y Washington evitarán un choque más profundo. En los últimos años se ha observado que los conflictos militares regionales y otros estallidos breves no han tenido un impacto duradero ni en la oferta ni en los precios del petróleo, y tampoco en la actividad económica mundial.
Incluso los ataques de septiembre a instalaciones petroleras saudíes no tuvieron un efecto prolongado en los precios del crudo. Y más allá del Golfo Pérsico, los años de ensayos nucleares y lanzamientos de misiles de Corea del Norte todavía no han aumentado ni han afectado los patrones de inversión internacional durante un período de tiempo significativo.
Esto indicaría que los operadores financieros y los inversores apuestan más por patrones de comportamiento repetidos que por un razonamiento geopolítico aficionado.
“El mercado ha tomado una visión basada en una década de experiencia de que esto no va a intensificarse descontroladamente”, dijo el analista de Societe Generale Kit Juckes.
“Lo mismo ocurre con la economía. Hemos tenido un ciclo económico con miniciclos desde 2008 pero sin recesión, hemos tenido guerras comerciales que no se han convertido realmente en guerras comerciales reales, sino que siguen siendo pospuestas”.
Y los inversores que no vendieron sus acciones pese a las crisis de la deuda del euro, las pruebas de misiles de Corea del Norte, las revueltas de la Primavera Árabe, las guerras comerciales, la agitación en Oriente Medio y la introducción de políticas monetarias poco convencionales, han cosechado ricos rendimientos: la renta variable mundial ha sumado más de 25 billones de dólares en valor desde 2010.
Un índice de riesgo geopolítico compilado por los investigadores de la Reserva Federal de Estados Unidos Dario Caldara y Matteo Iacoviello clasifica los ataques saudíes en un nivel relativamente alto de 185 puntos, pero muy por debajo de la invasión estadounidense de Irak en 2003 que obtuvo 545 puntos.
EL CAMBIO EN EL PETRÓLEO
Durante décadas, el impacto de los precios de la energía ha sido el principal mecanismo de transmisión de los principales conflictos -en particular en el Golfo Pérsico- a la economía y los mercados mundiales. La amenaza de la interrupción del abastecimiento de petróleo ha sido un nubarrón para la economía mundial desde que los precios del petróleo se cuadruplicaron durante el embargo de la OPEP en 1973 y se dispararon un 30% en 1990.
No obstante, los picos de petróleo de hoy en día tienden a ser más breves. Esto se debe en parte a la naturaleza cambiante del uso de la energía y de las fuentes geográficas de suministro.
Los productores de petróleo de esquisto de Estados Unidos pueden dar ahora un paso adelante para compensar los máximos de precios derivados de las interrupciones de la oferta en el Golfo Pérsico, independientemente de la política en la zona o de las actuaciones de la OPEP, al tiempo que se produce un acelerón en el aumento de las fuentes de energía renovable en un contexto de preocupación por el cambio climático.
Paul Donovan, de UBS Wealth, señala que los desarrollos tecnológicos significan que hoy en día se necesita mucho menos petróleo para producir un dólar del PIB mundial.
Donovan también destaca que en 1973 los países productores de energía destinaron al ahorro las ganancias adicionales obtenidas en el mercado de petróleo, causando un gran impacto en la demanda económica global, ya que ese dinero drenó los bolsillos de los compradores de petróleo.
“En 2020, los vendedores de petróleo gastan ese dinero sin reparos, por lo que un precio del petróleo más alto no significa una gran caída, o en principio ninguna caída, en la demanda económica”.
APRENDIENDO DEL PASADO
Obviamente, las guerras e invasiones han provocado grandes cambios en el mercado en el pasado, causando minipánicos y compras de activos seguros ante el temor a que se vieran dañadas la confianza empresarial, el comercio exterior y los precios de la energía.
Pero la experiencia de las últimas décadas ha sido que, en igualdad de condiciones, los mercados tienden a recuperarse rápidamente y los gestores de cartera a los que no les tiemble el pulso durante las turbulencias a corto plazo obtienen frutos, incluso sin necesidad de recurrir a costosas coberturas.
Un reciente informe de Schroders concluyó que la Guerra del Golfo Pérsico de 1990, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y la invasión de Irak de 2003 fueron los acontecimientos de mayor riesgo geopolítico en los últimos 30 años.
En 2003, el rendimiento de la deuda pública alemana, uno de los activos más fiables del mundo, cayó casi 70 puntos básicos entre marzo y junio, y en 1990 se redujo en una cantidad similar.
“Cuando se observan las últimas décadas de la historia, las avalanchas en busca de deuda pública se producen cuando es probable que tenga lugar una guerra prolongada”, dice Rabbani Wahhab, gestor de carteras de London and Capital.
Schroders destacó que, durante los períodos de riesgo extremo, una cartera de activos “seguros”, compuesta por bonos y oro, generalmente rinde mejor que la renta variable, “más arriesgada”.
Sin embargo, también llegó a la conclusión de que en todos esos casos las acciones se recuperaron en meses, lo que sugiere que “si los inversores están dispuestos o pueden ignorar la volatilidad, entonces invertir en la cartera de riesgo representa una mejor estrategia que una cartera segura”.
TODO CAMBIA EN LOS MERCADOS
El propio contexto del mercado también ha cambiado a lo largo de las décadas, sobre todo por los años de tasas de interés casi nulos y la impresión de dinero de los bancos centrales, que han inflado el precio de los bonos de alta calidad, reduciendo los costos de la deuda de referencia y reduciendo lo que está disponible para los inversores.
Las bolsas, mientras tanto, se han visto impulsadas por las recompras y la abundante financiación privada, que han reducido de manera constante la oferta de capital a lo largo de los años. Teniendo en cuenta que JPMorgan prevé que la oferta de acciones disminuirá en otros 200.000 millones de dólares este año, muchos inversores han llegado a ver las ventas como una oportunidad.
“La naturaleza de la oferta y la demanda de los mercados ha cambiado completamente”, dijo Salman Ahmed, jefe de estrategias de inversión de Lombard Odier.
“Los bancos centrales han reducido la oferta de activos seguros y eso se ha trasladado a los activos de riesgo. Es una fuerza muy poderosa”.