Los amantes del sensacionalismo podrían haber dicho, algunas semanas atrás, que el objetivo de las autoridades mexicanas, con sus reformas para desestructurar el monopolio imperante en el sector telecomunicaciones, eran un ataque directo al mexicano que fuera en varias oportunidades el hombre más rico del mundo: Carlos Slim. Pero se equivocaron. La ley, promulgada la semana pasada con bombos y platillos que festejaban la ruptura de una hegemonía de 20 años, no mató ni matará a Slim.
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La norma dictamina que el operador principal no puede tener más del 50% del mercado, ni en términos de infraestructura ni en términos de clientes suscritos a sus servicios. Ninguna de las dos prerrogativas las cumplía América Móvil (ni Televisa, dicho sea de paso) y eso significaba que a partir de ahora debería compartir al menos más del 10% de su red por menos que centavos para garantizar la libre competencia... o ver qué hacía. Era como decirle a Telefónica, en Perú, que debía des-hacerse de parte de su negocio y dárselo a alguien que no esté en el país o compartirlo sin costo ni ganancia alguna porque ya no puede ser el único dueño de la mayoría del mercado.
Slim no llegó a mantenerse como el segundo hombre más rico del mundo -y robarle ocasionalmente el título al creador de Microsoft- compartiendo en forma desinteresada su infraestructura, sino haciendo negocios y en ese sentido su anuncio de vender en seis meses un paquete "transversal" de sus activos, algo relativo a US$719 millones, para tener menos del 50% del mercado, tiene toda la lógica comercial posible.
No creo que la noticia de la aprobación de la reforma le haya sido absolutamente agradable, pero tampoco le quita el aliento vital. Los ingresos del operador, desde hace ya varios años, son en su mayoría generados desde fuera de México (el 60% según los últimos reportes) gracias a las operaciones que ha ido logrando en 16 países. No en vano han puesto tanto empeño en ganar participación en los principales mercados latinoamericanos y han incluso comprado algunas acciones en operadores europeos. Además, tiene variedad de acciones y negocios en otros rubros, que si bien no son "la niña de sus ojos", son bastante rentables y le dan mucho espacio para seguir trabajando sin preocuparse demasiado.
UNA CUESTIÓN DE TORRES
Carlos Hernández, analista de The Competitive Intelligence Unit S.C, aclara que América Móvil es dueña de más del 50% de la infraestructura de redes porque, si bien fue el primer operador privado en ofrecer el servicio de telefonía y tiene muchas zonas del país que solo él atiende, con el paso del tiempo sus competidores entraron y no solo desplegaron su infraestructura, sino que se crearon empresas dedicadas exclusivamente a mantener las torres o antenas y alquilar su uso en forma más rentable para los adversarios, incluido el grupo Telefónica, quienes ya se animaron por lanzar un producto como Operador Móvil Virtual (OMV).
Hernández reconoce que la tendencia internacional, muy promocionada en Europa, de contar con operadores neutros y proveedores de infraestructura que atiendan a todos los operadores también llegó a México y fue atractiva para todos excepto para América Móvil, quienes no querían perder la exclusividad de sus radiobases para conservar así su monopolio en algunas zonas. El arrendamiento de las torres es ahora en México un elemento esencial para incrementar la competencia y no es de extrañar que la venta de activos a la que la ley lo invita hoy incluya a buena parte de esa valiosa infraestructura. Sus activos son tantos que habrá por lo menos dos empresas dedicadas a alquilar redes interesadas en comprar las torres móviles de Slim y alquilarlas al resto, una solución que, por cierto, algunos analistas del mercado peruano vienen proponiendo como la solución para contrarrestar el déficit de 14 mil antenas que poseemos.
UNA CUESTIÓN DE CLIENTES
El problema de Slim ahora no es perder parte de su riqueza, sino encontrar al aliado perfecto para pasarle 33 millones de clientes de telefonía móvil en un "win to win". Claro está que la mayoría estima que la venta será separada de la infraestructura atendiendo a las tendencias internacionales de rentabilidad en el negocio, pero todo puede suceder.
Entre los más voceados está la norteamericana AT&T, quien no solo adquirió DirecTV en Estados Unidos hace no mucho, sino que ha dicho que está interesada en participar también como operador de telefonía móvil en el mercado latinoamericano en donde ahora es dueño del servicio de televisión pagada (más conocida como TV por cable) y eso incluye a los mercados más grandes como México. Si hasta en Perú, según comentó recientemente Carlos Huáman, director de DN Consultores, buscarían parte del negocio de telefonía móvil ofreciendo servicios 4G LTE, qué no harán por otros puertos.
El otro grupo de telecomunicaciones fuerte del sur, Entel Chile, también podría soñar con una mínima parte del mercado mexicano, pero lo tienen más lejos, sobre todo porque en términos de aliados a los que "das para recibir" tienen más atractivos las empresas europeas, en donde se dice que puede encontrar mercados interesantes y rentables que le permitan convertirse en un verdadero dolor de cabeza para su gran rival, aquel que lidera en España y varias de sus ex-colonias.
La lista de posibles candidatos de compra de aquella rentable porción de mercado es amplia y incluye desde China Mobile y Verizon Communications, hasta Deutsche Telekom. Y la ganancia de Slim estará no solo en que contará con capital para extenderse en busca de ganancias por más mercados desplegados por el mundo sino para incursionar en otros mercados que no tenía bien cubiertos en su país y que la competencia sí manejaba a sus anchas: la televisión paga.
No hay diario mexicano que se respete que no haya dejado ver claramente, o entre líneas, que la alternativa que buscará Slim para seguir siendo un profeta en su propia tierra será convertir los ingresos que tenía en telefonía móvil en ingresos por contenidos pagados de vídeo (10% de ese mercado le traería 17 millones de clientes) lo cual a su vez rima perfectamente con la tendencia móvil de apostar por los contenidos de valor agregado porque el negocio ya no estará más en el tráfico de minutos que consumen los teléfonos sino en eso extra que uno pagará para ver o recibir algo relevante o exclusivo.
Todo indica que el golpe no será propiamente una herida fatal y que el imperio de Slim, al menos por ahora, no está condenado a una gran pérdida. Eso, claro, siempre que sigan peleando con ahínco y consiga con la venta un buen negocio. Pero lo que sí está claro es que sus estrategias darán mucho de que hablar.