María Rosa Villalobos

Aunque casi toda su familia tenía una fuerte vena educativa, Wilmer Carrasco, presidente de la cadena de  , decidió estudiar Ingeniería Civil en la UNI. No obstante, la vida terminó por conducirlo, nuevamente, a su verdadera pasión –además del fútbol–. 

—Fundó su primer colegio preuniversitario en 1997 con su esposa Margarita. Tenían 38 alumnos. ¿Qué los empujó a iniciar la aventura? 
Mi vida ha estado llena de quiebres. Un primer quiebre se da por la hiperinflación. En ese momento, opté por hacer lo que sabía, enseñar, pues venía trabajando desde los 18 años en academias preuniversitarias. Una de las academias en las que yo trabajaba era la peruano-soviética, que cerró sus puertas en 1991 porque se desintegró la Unión Soviética. 

—¿Qué pasó después?
En 1992, me llamaron los nuevos dirigentes de lo que pasó a llamarse el Centro Cultural Peruano-Ruso. Me dijeron que querían que yo dirigiera su academia. En 1996, esta cerró definitivamente y vi que esa era mi oportunidad. Al año siguiente inicié mi aventura propia. 

—¿Cuál fue la inversión inicial? 
Realicé un convenio con el Centro Cultural Peruano-Ruso, en reciprocidad por mi trabajo. No me pidieron garantía, solo me cobraban el alquiler. 

—¿Cuál fue su diferencial?
Había una brecha entre la universidad y el colegio que hacía necesaria la existencia de las academias preuniversitarias. Había que acortar esa brecha. 

—¿Cómo nace el sistema helicoidal, por el que su institución es reconocida?
¿Por qué esperar a cuarto o quinto de secundaria para aprender física o química? Estructuramos una nueva forma de enseñanza no lineal, sino cíclica. Todo lo que se enseña en quinto de secundaria se puede enseñar en primer grado pero de la forma más básica. Conforme pasan los años, los temas se profundizan. 

—¿Cómo notaron que estaban haciendo bien las cosas? 
Con hechos concretos. Uno de mis alumnos de cuarto de secundaria ingresó a Medicina en San Marcos. El siguiente año, otra de mis alumnas de tercero de secundaria ingresó a la Universidad del Callao. Luego pasó lo mismo con un chico de primero de secundaria. El récord lo tenemos con un niño de cuarto grado de primaria que ingresó a la Universidad del Callao. 

—¿No considera que el modelo ejerce mucha presión en los estudiantes?
No, vamos al ritmo de los alumnos. Hace más o menos ocho años implementamos lo que llamamos la helico-motivación. Creamos arengas con los alumnos y las repetimos en voz alta diez minutos antes de que empiece la clase. Cuando el profesor entra al aula, se encuentra con un ambiente receptivo. 

—¿Qué se siente ser un líder empresarial del cambio?
Esto me da más energía y ánimo para seguir adelante con mi proyecto y también me hace pensar en que se puede dar más. Hay que apoyar al Estado en su labor. Actualmente trabajamos con un colegio nacional y esperamos aumentar el número en el futuro. 
 

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