El segundo error del gobierno ppkausa fue abandonar toda reforma en marcha que buscaba elevar la productividad
El segundo error del gobierno ppkausa fue abandonar toda reforma en marcha que buscaba elevar la productividad

La caída de la administración deja enormes retos al presidente en muchas áreas, entre ellas la económica. 

Se suponía que el de PPK iba a ser el gobierno tecnócrata, que él sí sabía cómo levantar la (que, valgan verdades, ya se encontraba en proceso de recuperación a fines del gobierno de Humala), pero lo que dejó es una economía que se desaceleró en el 2017 pese al choque positivo externo. ¿Qué pasó?

Me atrevo a plantear tres grandes problemas: reemplazar gestión con ‘destrabe’, abandonar esfuerzos para elevar la productividad y confundir hacer política con hacer populismo.

El caso del destrabe es emblemático porque fue en buena cuenta presentado como una bala de plata que agilizaría la economía. No solo eso no sucedió, sino que el gobierno terminó creando trabas adicionales con el ahora infame D.U. 003, que terminó creando una disrupción en la cadena de pagos en su intento por responder a la corrupción de Odebrecht. El principal problema, sin embargo, es que en algunos casos el gobierno tardó en entender que no basta empujar las obras a como dé lugar para resolver el problema de fondo. El caso de Chinchero, que eventualmente pasó de APP (con idas y vueltas entre contrato y adenda) a obra pública, es un claro ejemplo. Destrabar por el simple hecho de hacerlo conlleva costos, tanto políticos para el gobierno de turno, como económicos para el Estado.

El segundo error del gobierno ppkausa fue abandonar toda reforma en marcha que buscaba elevar la productividad. El gobierno de Ollanta Humala, con todos sus atinos y errores, le dejó dos cambios muy importantes: la diversificación productiva y la reforma educativa. La primera desapareció apenas PPK juramentó como presidente, pese a la experiencia positiva que las mesas ejecutivas habían tenido. Los intentos por mejorar la educación, en cambio, murieron más lentamente. Primero cayó el ministro Saavedra y el gobierno no quiso comprarse el pleito. Lo mismo sucedió meses después con la ministra Martens. En ambos casos, el gobierno no salió a defender no al ministro de Educación de turno, sino a la política del sector.

Finalmente, en sus últimos meses, y traumatizado por el primer intento de vacancia, el gobierno pasó a ‘hacer política’ o al menos eso parece haber pensado. En realidad, a lo que se dedicó fue a darle gusto a todo el mundo sin pensar mucho en las consecuencias: empezó comprando el excedente a los paperos y terminó elevando el salario mínimo por encima del sueldo mediano en el Perú. Triste final para un gobierno que en la campaña del 2016 enarboló la formalización laboral como una de sus principales propuestas de política, pero que terminó haciendo todo lo contrario.

En resumen, el presidente Vizcarra necesita tener clara una cosa en materia económica: hay que enfocarse en elevar la productividad en el largo plazo antes que en terminar obras para la foto, pensando equivocadamente que esa es una panacea. Y como ello consiste en hacer reformas de largo aliento, es imprescindible hacer política, pero de la buena: construyendo coaliciones antes que tratando de agradar a todos.

Elmer Cuba acertó cuando señaló ayer en este Diario que Martín Vizcarra puede ser el gran reformador del Perú si así se lo propone. La pelota, como se dice, está ahora en su cancha. No hay una segunda oportunidad. No hay otro recreo.

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