Miles de limeños necesitan trasladarse a diario, pero la congestión vehicular de la ciudad es tal que la hora punta se extiende a lo largo del día. A los 9,3 millones de habitantes de Lima –y su población económicamente activa (PEA) de 3,8 millones, según el INEI– se suma un sistema de transporte público que no se da abasto.
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A los efectos de la congestión vehicular –sin contar los daños al medio ambiente– se agrega el costo monetario. Una persona gasta S/120 mensuales en transporte público y S/952 si usa vehículo propio; así, el gasto anual llega a los S/1.440 y S/11.424, respectivamente. Pero este gasto no es el problema más importante. El verdadero problema radica en las externalidades negativas que produce en los ingresos de una población con salarios promedio de S/1.674 (INEI).
Solo analizaremos el costo de dos de ellas.
La primera: el valor monetario de la pérdida de horas-hombre por el tráfico citadino. La Unidad de Análisis Económico de El Comercio encontró que el costo diario de la pérdida por número de trabajadores es mayor de S/39,7 millones, lo que, en términos agregados –tomando en cuenta los 240 días laborales en el año–, representa un costo anual de alrededor de S/9.551,9 millones.
La segunda: el consumo adicional de combustible. La Fundación Transitemos encontró que el tiempo de viaje de un vehículo puede incrementarse hasta en 30 minutos y consumir cerca de un tercio de galón de combustible adicional (1,3 litros). Con un parque automotor de 2,7 millones de vehículos en Lima y Callao, la congestión diaria en la ciudad ocasiona pérdidas económicas de S/11,2 millones por sobreconsumo de combustible.
A estos costos se añaden la contaminación acústica y del aire por las emisiones de CO2 y otros gases, o los accidentes viales. El costo social y económico que produce un sistema de transporte público de baja calidad, poco eficiente e inseguro es alto; sin embargo, es aun mayor si se toma en cuenta que Lima concentra casi el 48% de actividad económica del país.
Un problema como el del transporte no es fácil de resolver y su solución tomaría varios años. Una alternativa a corto plazo y de menor costo sería convertir Lima en una ciudad cicloinclusiva, donde una parte de la población se beneficie de las distancias cortas y salgan de circulación diferentes líneas de buses informales o combis responsables de la congestión.
No obstante, para ello y para que una política cicloinclusiva tenga impactos positivos, es necesario preparar regulaciones y construir o adecuar infraestructura que incluya a la bicicleta, además de involucrar en los procesos de planeación a los ciudadanos y monitorear su uso como medio de transporte no motorizado.
Existen ejemplos en la región sobre el desarrollo de políticas cicloinclusivas desde hace más de una década. Bogotá, con 392 km de infraestructura ciclística, tiene al 5% de sus habitantes usando bicicleta como medio de transporte (611.472 viajes por día). Santiago de Chile, con 236 km, alcanza 510.569 viajes diarios; esto es el 3% de su población. Río de Janeiro, con 307 km, reporta 217.000 viajes por día (el 3,2% de su población).
La consultora holandesa Decisio realizó un informe sobre el uso de la bicicleta en el Perú. La velocidad promedio de un vehículo en el tráfico limeño está entre 10-12 km/h, mientras que la bicicleta alcanza 16 km/h; además, es un medio flexible, permite tomar atajos, cambiar de dirección fácilmente, no ocupa tiempo ni costo para estacionar y, sobre todo, incluye la posibilidad de calcular confiablemente el tiempo de viaje. El estudio concluye que es a menudo la forma más rápida de viajar.
Decisio analizó la hipotética construcción de ciclovías en las avenidas Comandante Espinar, en Miraflores, y Los Jardines, en San Juan de Lurigancho, la primera con 1,5 km y la segunda con 1,4 km. Los resultados sorprenden, pues la inversión promedio por ciclovía –con costos de construcción y mantenimiento– es de S/2,5 millones, mientras que los beneficios son dos veces mayores.
Según la Municipalidad de Lima, existen 150 km de vías exclusivas para ciclistas; sin embargo, muy pocas han sido construidas de manera articulada. En Google Maps, pueden verse trazos desconectados a través de los 14 distritos de Lima que parecen un rompecabezas difícil de armar.
RED CICLOVIARIA
La Unidad de Análisis Económico simuló la construcción de los kilómetros faltantes para obtener la red cicloviaria en la ciudad, en términos de las unidades vehiculares que circulan actualmente y según el informe de Transitemos.
Con tres escenarios alternativos, se proyectó que en el pesimista solo el 0,5% de la PEA usaría la red para trasladarse a su trabajo o centro de estudios, mientras que en el conservador sería el 1%. La tercera y mejor opción sería un 2%.
Asimismo, si se considera el número de asientos de cada tipo de vehículo, se obtuvo que en el peor escenario podría sacarse de circulación a un 42% de las combis; mientras que, en uno optimista, todas se retirarían de circulación.
En el escenario conservador, el 19% de los buses dejaría de circular en algunas de las 372 rutas registradas, y en el optimista, el 38%. Las coasters dejarían de circular en un 42% bajo un escenario optimista y en un 21% en el conservador.
Estos resultados no parecen difíciles de alcanzar cuando el 75,6% de limeños se moviliza en transporte público o colectivo, según el observatorio Lima Cómo Vamos (2018).
Según la Fundación Transitemos, muchas de las rutas convencionales registradas en la Municipalidad de Lima son superpuestas, operan tanto en Lima como en el Callao, lo cual genera un exceso de circulación de la flota de vehículos de transporte público.
El costo de construir una red cicloviaria supone un beneficio económico y aumento en la calidad de vida de sus miles de usuarios que podrán disfrutar de un entorno más agradable alrededor de sus hogares y disponer de más tiempo para actividades recreacionales. La congestión vehicular equivale a una pérdida anual de 19,7 días por persona, según Transitemos.
La inversión que implica la construcción de esa red es pequeña (S/685 millones) –que supone solo un 7% del valor monetario de los daños– en comparación con los costos en términos de horas-hombre calculados y el sobreconsumo de combustible por el tráfico citadino (S/9.563,1 millones). Los beneficios para la sociedad ascenderían a S/8.877,6 millones y estos podrían aumentar en caso de que se implemente el uso de las bicicletas públicas en todos los distritos de Lima Metropolitana o la intermodalidad en el transporte; es decir, que el uso de la bicicleta esté integrado con el transporte público masivo. Para ello, se necesita mejorar el acceso y habilitar estacionamientos, lo que ayudaría también a generar una ciudad con transporte más sostenible.