La semana pasada, dos temas vinculados a las vacunas inundaron diarios y redes sociales. Si bien no están necesariamente relacionados entre sí, ambos merecen ser comentados.
El primero es nauseabundo e indignante: el caso ‘Vacunagate’. Como ya se sabe, mientras en el Perú no había rastro de vacunas, el expresidente Martín Vizcarra, dos exministras, otros funcionarios, sus familiares, así como personas vinculadas y ajenas al ensayo clínico se aseguraban dosis y eran inmunizadas en secreto.
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El cinismo y desparpajo con el que los involucrados han buscado justificar la repartija tras ser descubiertos no deberían ser olvidados jamás. Las mentiras de Vizcarra (intentando venderlo como una “decisión valiente”), la frase de la excanciller Elizabeth Astete (“no podía darme el lujo de caer enferma”) o las palabras del entonces encargado del ensayo, Germán Málaga, para justificar por qué vacunó a su hija (¡yo también quiero ver a mi abuela!) y a otras personas ajenas al estudio son parte de un nuevo capítulo en el enorme libro de la desgracia ética peruana.
Además, las indagaciones de los últimos días demuestran que todavía hay dosis por las que nadie ha podido dar razón. Y también existen responsabilidades penales que deberán ser perseguidas hasta las últimas consecuencias. Sobre esto, el último viernes la procuraduría anticorrupción pidió la detención preliminar de siete de los involucrados, por lo que parece que el acto no quedará impune.
El segundo tema, en cambio, es positivo. Y es que existen varios actores privados interesados en poner recursos y esfuerzos para ayudar en el proceso de vacunación. Algunos consideran que este es un asunto demasiado controversial, pero creo que hay espacio para incluirlos y lograr que las vacunas lleguen más rápido a un mayor número de personas.
De hecho, ya se está dando un trabajo conjunto que demuestra que la presencia del sector privado en esta tarea puede ser muy beneficiosa. No es solo que el traslado de las vacunas desde China al Perú involucró su ayuda, sino que, una vez en el país, algunas dosis están siendo transportadas en vuelos de Latam y Sky Airline.
Pero el trabajo de los privados no debería limitarse a conseguir espacio en los aviones. Existen otras herramientas que también podrían considerarse mientras avanza el proceso de vacunación. La Asociación Nacional de Cadenas de Boticas, por ejemplo, ha puesto a disposición la capacidad instalada en sus locales y la fuerza técnica con la que cuentan. Por su parte, la Asociación Nacional de Laboratorios Farmacéuticos ha dicho que se puede considerar la capacidad logística de centros privados de salud.
Además, desde la Confiep han mostrado interés por vacunar a los trabajadores de empresas asociadas y plantean incluir un componente solidario para donar vacunas, todo siguiendo la directiva del Minsa (esto es, por ejemplo, que mientras el Estado inmuniza a profesores Intercorp se encargue de vacunar al personal de los colegios Innova Schools). Mientras tanto, la Cámara de Comercio de Lima ha propuesto una alianza público-privada para acelerar la compra y aplicación de vacunas. Todas estas ideas se pueden implementar en paralelo a la vacunación estatal.
Esto no quiere decir, por supuesto, que mañana deberían habilitarse los laboratorios para que cualquier persona pague por ser inmunizada y se salte las prioridades de vacunación. En estos momentos de la pandemia, ese no debería ser el caso aquí ni en ningún otro lugar del mundo. Todo debería ir acorde a las etapas de vacunación establecidas por la autoridad sanitaria.
Sí creo, sin embargo, que puede lograrse un trabajo conjunto entre el sector público y privado que haría más eficiente el proceso de vacunación. Y estoy seguro de que esa idea también la compartirían aquellas personas que han trabajado durante la pandemia poniendo su salud en riesgo sin estar en la primera línea (como empleados en supermercados y personal de seguridad).
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