En el mercado informal, el tipo de cambio se cotizaba a 3.270 unidades. (Foto: El Comercio)
En el mercado informal, el tipo de cambio se cotizaba a 3.270 unidades. (Foto: El Comercio)
Luis Fernando Alegría

Este año las han estado en el ojo de la tormenta. No solamente se ha elevado la percepción de riesgo sobre estos países –agravada por la crisis en Turquía o en Argentina–, sino que las condiciones financieras globales menos laxas (es decir, mayores ) están llevando a un éxodo de capitales hacia las economías avanzadas.

Solamente durante la semana que terminó, unos US$1.400 millones abandonaron los países emergentes y el Perú ya ha comenzado a sentir el impacto de la turbulencia, que se evidencia en una mayor volatilidad cambiaria.

El 2018 ha sido un año relativamente tranquilo para el . Desde enero, la moneda local se ha depreciado 2,45%; sin embargo, la mitad de esa depreciación se ha dado en las últimas dos semanas.

Así, el inició el año en S/3,2374 por dólar. Para el 2 de agosto había subido a S/3,2734 y al cierre de ayer había escalado hasta S/3,3119. Eso quiere decir que hubo una depreciación de 1,23% en los últimos 15 días.

Estas presiones han obligado al Banco Central de Reserva () a volver a estar activo en el mercado cambiario. El miércoles tuvo que intervenir inyectando cerca de US$243 millones, su primera intervención desde mayo y por un monto superior a todo lo transado durante el primer semestre (US$217 millones).

El aumento en la volatilidad cambiaria en el Perú se hace más evidente al comparar su dinámica con otros países. Por ejemplo, en las últimas dos semanas, el renminbi chino y el won coreano prácticamente se han mantenido estables. Sin embargo, en los últimos 12 meses han perdido 8,7% y 12,4% respectivamente. La falta de presiones sobre esas monedas –también emergentes, aunque de economías más grandes– llega en detrimento del sol.

Es importante resaltar que la turbulencia afecta a todos los países emergentes, pero en particular a la lira turca, real brasilero, florín húngaro y rand sudafricano; cuyas depreciaciones en el 2018 superan el 10%. Es especialmente llamativo el caso del rublo ruso, que ha perdido 15,75% de su valor a pesar del fuerte influjo de divisas que ha implicado el Mundial de Fútbol.

AVERSIÓN AL RIESGO

Un indicador clave para ver cuánto ha aumentado la sensación de riesgo en los países emergentes es mirar el rendimiento de los bonos soberanos. Un país percibido como más riesgoso tiende a ver su deuda cada vez más cara.

En lo que va del año, el rendimiento de los bonos peruanos ha subido 32 puntos básicos, pasando de 5,17% a 5,49%. Es una subida similar a la de los papeles colombianos y la mitad de lo que ha aumentado la tasa de interés que pagan los bonos de Chile, que recientemente sufrió una degradación de su calificación de riesgo.

En tanto, los países en situación más crítica han visto dispararse sus rendimientos. En Argentina, por ejemplo, han subido 266 puntos básicos, haciendo que el Gobierno Argentino ahora se endeude a una tasa de 17,5%. En el caso de Turquía, han sido 1.036 puntos básicos de subida y la deuda soberana ahora debe pagar 22% de interés.

LA DEBACLE TURCA

Los últimos cinco días han sido históricamente adversos para Turquía; país que ha gatillado la turbulencia sobre los países emergentes.

Durante la semana, Donald Trump amenazó con sanciones económicas al país del Medio Oriente si no liberaba a un pastor evangélico. Esto hizo que la lira turca se desplome 15%.

Más allá de la coyuntura, los problemas estructurales de Turquía son grandes. Su presidente, Recep Tayyip Erdogan, tiene el control sobre la política monetaria del país. La inflación está arriba de 16% y el mandatario se rehúsa a dar independencia al banco central para controlar los precios permitiendo que suba la tasa de interés.

Más aun, el déficit en cuenta corriente de Turquía supera el 5% de su PBI, lo que evidencia un desbalance externo importante. Sus niveles de reservas internacionales y el flujo de inversión extranjera no bastan para paliar este desequilibrio.

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