Las historias relacionadas a la época dorada de la explotación del caucho van desde la fastuosidad de los caucheros y sus suntuosas mansiones, con fiestas y viajes de gran boato en plena selva peruana, hasta las historias indignantes de explotación de cientos de nativos víctimas de la voracidad ambiciosa de los caucheros. Esta época, a la cual también se le considera parte de las oportunidades perdidas del país, se debió al descubrimiento de la vulcanización y de la fabricación de cámaras neumáticas a mediados del siglo XIX, lo que motivó la extracción de grandes cantidades de látex de innumerables árboles amazónicos.
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El auge de la explotación del caucho en el Perú se ubica entre 1880 y 1918. Es decir fueron casi 30 años de intensa explotación en varias zonas de la selva, aunque los de mayor relieve se ubicaron en Iquitos, quienes impusieron en esa ciudad la moda europea consumiendo y vistiendo a la usanza occidental de los primeros años del siglo XX. Muchas construcciones iquiteñas de esa época tenían influencia clara de la arquitectura europea, se habla del Hotel Palace, la Casa de Hierro (cuya fabricación se le atribuye a Auguste Eiffel) y de otras construcciones que sacan a Iquitos de su contexto de jungla.
El mayor de los caucheros, el mítico Carlos Fermín Fitzcarrald, se dio el lujo de construir una hermosa mansión de treinta habitaciones ubicada en plena selva, cerca del río Ucayali donde jardineros chinos se encargaban de su huerto. Hoy la casa ha sido devorada por la jungla. Se habla de leyendas, como la de reuniones de potentados que se daban el lujo de prender sus puros con billetes de cien dólares o de la llegada de exclusivas compañías de ópera para satisfacer las necesidades de los acaudalados caucheros, quienes no solo fueron responsables de una extracción irresponsable de los recursos en plena selva virgen, sino de la migración forzada de cerca de 40.000 nativos a quienes explotaban (y a veces asesinaban) a su antojo.
El poder económico de los caucheros era tan significativo que alcanzaron gran poder político. Esto se reflejó en la declaratoria de Loreto como un Estado Federal en 1896. Loreto tenía grandes recursos, porque las ganancias obtenidas por la explotación del caucho solo beneficiaron a la selva, nunca se integró al país. Esto les dio autonomía fiscal pues cobraban por la exportación del látex.
La exportación se caucho se realizó a través de la Peruvian Amazon Company, con sede en Londres, y que incluso tenía acciones en la bolsa de esa ciudad. A precios actuales se habla de US$800 millones en exportaciones anuales de cientos de toneladas de látex que salían por Brasil al resto del mundo. Sin embargo, la bonanza empezó a languidecer cuando los países consumidores decidieron sembrar los árboles amazónicos que daban el látex en sus colonias, manejando mejores costos y sin depender de los caprichos de los caucheros latinoamericanos del Perú y Brasil.
Iquitos y las ciudades de la selva perdieron poder económico. Más allá del caucho en estas ciudades no se crearon otras industrias que fueran sostenibles y que reemplazaran los grandiosos ingresos que generaba el denominado ‘oro blanco’. Hoy las poblaciones de la selva depende de exoneraciones tributarias y requieren respaldo para que sus industrias salgan adelante. El ejemplo del caucho nos podría dar una lección: siempre habrán oportunidades, la inteligencia de los pueblos es saber aprovecharlas, mirando siempre al futuro.