A octubre, la economía peruana acumula una contracción de 0,7% ante el deterioro de la inversión, la caída de la producción agrícola y pesquera, y la desaceleración del consumo. Así, 13 de las 24 regiones del país tuvieron un resultado negativo en el tercer trimestre, aunque dicho resultado podría haber sido bastante peor sin el mayor dinamismo de la actividad minera. Frente al riesgo que representa el fenómeno de El Niño (FEN) para el verano del 2024, la reactivación de la inversión privada será clave para volver a encender los motores de la economía peruana.
Desaceleración generalizada
Más de la mitad de las regiones del país se contrajeron durante el tercer trimestre del 2023. Con ese resultado, el IPE estima que 13 regiones cerrarían el 2023 en negativo. El norte ha sido la zona más afectada al registrar una caída de 2,6% entre julio y setiembre, más de cuatro veces el retroceso registrado en el resto del país (-0,6%), debido principalmente al desempeño negativo del sector agrícola. Por ejemplo, regiones como Lambayeque (-50%) y La Libertad (-25%) registraron sus mayores caídas del PBI agrícola en al menos nueve años, producto de las menores cosechas de productos destinados al mercado externo como el arándano (-78%) y la palta (-20%). Así, la caída del agro en el norte del país representó casi la totalidad de la disminución a escala nacional (-11,9%).
A ello se le sumó la fuerte contracción de la pesca ante la suspensión de su primera temporada debido a las anomalías climáticas generadas por el ciclón Yaku y el FEN, lo que afectó principalmente a las regiones de la costa. Así, a setiembre, esta actividad acumula una caída de más de 30%. Si bien en agosto se autorizó la pesca exploratoria de anchoveta por un período de 10 días, esta medida resultó insuficiente para reactivar el sector: durante el tercer trimestre se desembarcaron solo 183.000 toneladas, 61% menos que en el 2022. La región más afectada por esta situación fue Moquegua, cuya actividad pesquera total se redujo a menos de la mitad entre julio y setiembre (-51%). En el caso de Ica, Áncash y Lima, la contracción del sector fue de alrededor de 40%. En el caso de Piura y La Libertad, la pesca tuvo un resultado positivo, pero por el mayor desembarque de especies para el consumo directo.
El sector construcción también continuó mostrando resultados negativos en el tercer trimestre asociados con la menor inversión pública y privada. Esta actividad se contrajo en 20 regiones y, en 12 de ellas, la caída es de más de 10%. Tumbes y Amazonas fueron las que presentaron un peor desempeño (el sector se contrajo en 26% en ambas), principalmente por una menor ejecución de la inversión pública de sus municipalidades y gobiernos regionales.
Pocas luces
En este contexto de desaceleración generalizada, la minería fue clave para evitar una mayor contracción económica. Durante el tercer trimestre, el sector creció 9,9%, impulsado principalmente por la mayor producción de cobre en Quellaveco. Sin la minería, el PBI peruano habría caído 2,2% en lugar del -1,0% registrado. Además, sin esta actividad, ninguna región minera hubiera obtenido un resultado positivo entre julio y setiembre. El caso más resaltante es el de Moquegua, que hubiera pasado de crecer 27% a caer en 1,9%. En otras palabras, hubiera pasado de ocupar el primer lugar en crecimiento a escala nacional al puesto 13.
Junto con la minería, el comercio ha contribuido a compensar el bajo desempeño de otros sectores en los últimos trimestres. A setiembre, este acumula un crecimiento de 2,7% y ha mostrado resultados positivos en todas las regiones. Sin embargo, el sector ya empieza a mostrar algunos signos de desaceleración. Por ejemplo, en el tercer trimestre, el consumo privado nacional se redujo por primera vez desde el 2001, sin considerar la pandemia. Ello se explica por el bajo desempeño del empleo, que acumula tres trimestres en negativo, lo que estaría afectando principalmente las regiones del sur.
Impacto y perspectivas
El estancamiento de la economía no solo viene limitando la mejora de los ingresos por habitante de las regiones a futuro, sino que también los ha alejado aún más de recuperar sus niveles prepandemia. En efecto, en el último año, 15 regiones registran un PBI per cápita menor que en el 2019. Incluso, en el caso de Puno y La Libertad, el retroceso económico de este año ha significado pasar de un nivel de ingresos por habitante superior al de la prepandemia en el 2022, a ubicarse por debajo en el 2023.
Para el último trimestre del 2023, si bien se espera un mejor desempeño de la pesca ante la apertura de la segunda temporada (el desembarque de anchoveta creció 70% entre octubre y noviembre), muy importante para la economía de varias regiones costeras, ello no será suficiente para compensar la caída en otros sectores.
Para el verano del 2024, el FEN se mantiene como el mayor riesgo para la recuperación económica. Las regiones más vulnerables durante el primer trimestre del próximo año serán las de la costa norte. Por ejemplo, en el verano del 2017, Piura cayó 5%. En este contexto, la inversión privada jugará un rol muy importante para asegurar la progresiva recuperación de la economía regional. Sin embargo, las expectativas empresariales en regiones no muestran aún una clara recuperación, dejando en evidencia las serias dificultades que enfrenta el Estado para garantizar condiciones adecuadas de inversión. Este es entonces el principal reto para la reactivación.