Inés Temple

Esta semana la vida me hizo recordar lo vulnerables que podemos ser ante las adversidades. Y como ellas siempre nos toman por sorpresa, creo que es vital tratar de estar siempre preparados ante lo que no queremos que nos suceda. Hacerlo no es llamar a la mala suerte como podrían pensar los supersticiosos. Es estar conscientes que, como adultos que somos con responsabilidades de todo tipo, nos toca pasar lista a algunos temas importantes para que los problemas nos encuentren listos.

1. Las prioridades. Establecerlas bien es quizá lo más importante a tener claro. La vida misma, la salud, la familia, la pareja, los amigos y la vida personal son siempre primero. Suena obvio, pero la carrera, el desarrollo profesional e incluso el propósito nos absorben a veces demasiado y nos privamos de disfrutar de los afectos o de darles el tiempo y la atención que merecen y necesitan. Los momentos difíciles nos recuerdan qué es lo primero. Las prioridades nos ayudan a saber sin equivocarnos dónde y con quién debemos estar.

2. El orden. Tener nuestros documentos vigentes o actualizados –visas, poderes registrados, accesos a cuentas, ‘passwords’ protegidos, planes de contingencia, chequeos, vacunas, seguros, números de emergencias, y tantas otras cosas de ese tipo– bien organizados y a la mano hacen toda la diferencia para evitar complicaciones adicionales cuando menos las necesitamos.

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3. La red de apoyo. Mucho se habla de la red de contactos para el mundo del trabajo y más cuando uno está en transición laboral, pero cuando pasan cosas, son los amigos y la familia quienes están allí – o no – para acompañarnos y apoyarnos cuando más los necesitamos. Identificar, construir, valorar y nutrir nuestras relaciones, especialmente las cercanas, hace toda la diferencia cuando llega el día en que los necesitamos de verdad para navegar la crisis. Y allí descubrimos que sin ellas no podríamos enfrentar lo que llegó. Invertir tiempo y energía en dar sin esperar y luego corresponder, y agradecer a quienes nos ayudaron marca la diferencia en cómo salimos adelante de las adversidades.

4. Vida espiritual y fe. Cualesquiera sean nuestras creencias religiosas, la espiritualidad entendida como el cuidado del alma o de nuestro yo interior alineándolo a una fuerza superior, es lo que verdaderamente nos sostiene en las dificultades. La fe nos trae esperanza, nos mantiene a flote durante los momentos más duros y nos permite navegarlos con más tranquilidad. Además, la fe nos une en una comunidad muy poderosa de personas que ponen su energía y buenas intenciones desinteresadamente a nuestra disposición para hacer realidad los milagros que necesitamos.

5. Rebotar. Hace muy poco una persona muy querida me hizo recordar el poder de rebotar cuando la desesperanza amenaza con instalarse. Recordar desde el alma que al pasar las dificultades saldremos de ellas más sabios, más fuertes y unidos nos da la inspiración que necesitamos para recobrar nuestra fuerza y salir adelante con optimismo y fe. ¡Gracias a tantos, todo estará bien!

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