Canibalizar al artista
Canibalizar al artista
Claudia Salazar

Entre mayo y julio de este año se estrenaron en los Estados Unidos (esperemos que lleguen pronto al Perú) dos películas controversiales: una sobre la cantante británica Amy Winehouse y otra a propósito del escritor estadounidense David Foster Wallace: el documental "Amy", dirigido por Asif Kapadia; y el biopic "The End of the Tour", de James Ponsoldt, respectivamente. Desde perspectivas y estéticas muy distintas, ambas producciones se enfrentan a la problemática de la celebridad y la fama en la sociedad contemporánea: ¿hasta qué punto la creación de una imagen pública condena al artista a una ruta de autodestrucción?, ¿cómo enfrenta un creador la transformación de su figura en un objeto de consumo?
     "Amy" organiza cientos de horas de grabaciones de videos caseros y profesionales, mensajes telefónicos, sesiones televisadas, conciertos, e-mails, etc. sobre Winehouse en un logrado montaje. La típica voz en off del género documental está ausente, dejando la organización del relato en manos de un collage de imágenes y audio que construye una narrativa fragmentaria. Esta apuesta estética crea la ilusión de acercarnos a la intimidad de Winehouse, convirtiendo a los espectadores en voyeurs, con la incomodidad que esto provoca.
    Desde su estreno en el Festival de Cannes, el documental atrajo la atención del público y también algunos detractores, especialmente el padre de la cantante, Mitch, quien declaró en una polémica entrevista para The Guardian: “Me han retratado de la peor manera posible. El equipo de la película es una desgracia”. Quizás le incomodó que el documental lo mostrara llegando con un grupo de camarógrafos carroñeros a interrumpir las vacaciones de su hija, ya hastiada como se la veía de tanta fama. O tal vez se sintió identificado con esos paparazzi que envolvieron a Amy en un estruendo acuchillante de flashes al salir de su casa, como si quisieran obtener una tajada de ella, devorarla como una jauría de chacales. El padre que busca vampirizar la fama de su hija.
     El video de su fallido concierto en Belgrado, en junio del 2011, nos muestra a la Amy más sola y abandonada que hayamos visto. Sin ningún interés por continuar el recital, bajo el efecto de las drogas y el alcohol, se sienta en una esquina del escenario sin escuchar o darle importancia a los abucheos del público. Un mes después, sería encontrada inconsciente en su casa. Nunca más despertó. Fue demasiado vodka para una noche. 
    Nick Shymansky, su primer mánager, señala: “Muchos artistas modernos son muy estratégicos sobre sus carreras. Pero Amy era pura música”. El documental insiste en esta disociación y lo mucho que le costó a la cantante. 

Otra broma infinita
Las dificultades que implican para un escritor la administración de esa figura pública se reflejan en "The End of the Tour". Esta película es una adaptación del libro "Although Of Course You End Up Becoming Yourself" (2010), de Daniel Lipsky, periodista que preparó una entrevista al escritor David Foster Wallace para la revista "Rolling Stone" (aunque nunca llegó a publicarse ahí). En 1996, Lipsky acompañó a Wallace durante los últimos cinco días de su viaje a Minneapolis como parte de la gira de presentaciones de "La broma infinita", la novela que pondría a Wallace en un lugar central de las letras estadounidenses. 
    La película de Ponsoldt muestra la manera en que Lipsky, quien es también escritor, maneja la admiración y envidia que le producen Wallace y su reciente fama. Con su omnipresente grabadora, acecha al escritor tratando de explicarse qué hace que este hombre sea un genio literario, al mismo tiempo que reconoce su talento. Por momentos lo hace incluso en un tono de reproche ríspido, convirtiendo a Wallace en el blanco de sus propias inseguridades. Él lo percibe y esquiva con respuestas contundentes sobre la literatura, la humanidad y el acto de escritura, así como con diversas reflexiones sobre la construcción de su imagen pública y la manera en la que trataba de procesar lo que se conoce como el ‘éxito literario’. 
    Wallace rechaza la idea de ser alguien ‘especial’ y dice sentirse sencillamente como un tipo que escribe, pero Lipsky se ríe de esto, incrédulo, y le responde: “Nadie se lee una novela de más de mil páginas ("La broma infinita") si no cree que su autor es un genio”. Síntoma de la época en la que lo que diga el escritor de sí mismo no basta. 
Lipsky aprovecha las ocasiones en que se queda solo en casa de Wallace para hurgar en sus habitaciones. Cuando llega al estudio, se acerca con mucho pudor a la computadora del escritor. El cuarto está muy oscuro, la luz entra delicadamente por un lado de la cortina que ilumina ese teclado, apenas por tres segundos. El periodista fuga hacia otros ámbitos de la casa y se detiene más tiempo en ellos, como si tuvieran mayor importancia en la vida de un escritor la crema dental que usa o el póster de Alanis Morissette que cuelga, irreverente, al costado de un librero.
    Ambas películas —"Amy" y "The End of the Tour"— exponen la fragilidad y la soledad detrás del personaje público. Vemos que la figura del autor se forma también a partir de las ansiedades y expectativas de los consumidores, administradas por los medios. Será como dice Amy Winehouse cuando está grabando en el estudio su hit “Back to Black”: “Es un poco incómodo al final, ¿no?”.

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