Sin ánimo de hacer drama, no deja de ser curioso el ejercicio de caminar por la iluminada, cosmopolita y ordenada Berlín, capital alemana, y seguir el rastro del Muro de Berlín... treinta años después de su caída. ¿Que dónde está el muro? Se puede encontrar al bajar la mirada y seguir el rastro de las placas de metal que hay en las pistas y veredas y que marcan la antigua ruta de la mole. En algunos tramos aún se conservan restos de concreto. En otros, hay recreaciones del mismo. El mayor tramo que se conserva de los restos del Muro de Berlín mide 1,3 kilómetros y es conocido como “East Side Gallery”, la mayor galería de arte al aire libre del mundo.
Sin ánimo de hacer drama, decía, no deja de ser curioso que un símbolo de dolor, de separación y muerte se haya convertido en un punto de peregrinación turística; y que se haya tratado de darle vuelta a la amargura que puede evocar y convertirlo en un símbolo del arte, de la cultura popular y hasta del mercantilismo.
En realidad no tuvo que pasar mucho tiempo para que esto sucediera. “Cuando se abrió el muro, se planteó inmediatamente la pregunta de qué hacer con él”, dijo hace cinco años a la agencia DPA la directora de la Fundación para la reflexión sobre la dictadura en la Alemania comunista (RDA) y autora del libro El Muro de Berlín en el mundo, Anna Kaminsky. Y explica que el gobierno de la RDA recibió las primeras solicitudes para comprar trozos de muro ya al día siguiente de su caída el 9 de noviembre de 1989. “En una ironía histórica, la mayoría provenía de Estados Unidos”, señaló. Claro que entonces hubo una discusión sobre si era lícito hacer negocio con algo que había costado tantas vidas. Pero, según cuenta Kaminsky, la RDA aceptó vender trozos de muro para aliviar así sus finanzas y destinó los ingresos a fines sociales, como el sistema de salud, para aligerar la polémica. Entonces se vendió y aún se sigue vendiendo. Cualquiera que haya visitado Berlín puede dar fe de que los trozos de muro parecen inacabables, pues se venden como souvenirs de distintos tamaños a un costo que va desde los tres euros. ¿Que si todos los pedazos que se venden son originales? Aunque los vendedores digan que sí, la Fundación del Muro de Berlín lo duda. Y con razón: un análisis químico realizado por la fundación a fragmentos de muro vendidos a turistas mostró que el hormigón de algunos provenía por completo de la Alemania occidental.
El lado más famoso del muro
La foto que abre esta nota, un beso entre dos hombres, es una imagen que se ha visto en muchos y muy distintos souvenirs y ha servido de inspiración para el arte y la publicidad. Y también es un símbolo de la caída del muro. Lo protagonizaron los líderes comunistas Erich Honecker, de Alemania Oriental, y Leonid Brézhnev, de la Unión Soviética, durante la ceremonia de la conmemoración por los 30 años de creación de la RDA y tras la firma de una serie de acuerdos que apuntaban a reforzar la posición comunista. Lo inmortalizó el fotógrafo Régis Bossu.
No fue un beso homoerótico, aunque la imagen haya sido usada luego en más de una ocasión como apoyo a la causa LGBT+. El llamado “beso fraternal” era, según el protocolo, la manera en la que dos líderes socialistas debían saludarse: debían darse un gran abrazo, al que seguían tres besos en mejillas alternas. Si ambos mandatarios tenían una especial relación de amistad, los besos en las mejillas se podían sustituir por besos en los labios. Este beso fue trascendente porque fue el último gesto político visible por sostener la RDA.
Diez años después —el 6 de octubre de 1989—, en el 40 aniversario de la RDA, a pocos días de la caída del muro y en el marco de una situación política mucho más tensa, Erich Honecker intentó repetir el beso con el entonces líder de la URSS, Mijaíl Gorbachov, pero este último lo esquivó. El gesto de Gorbachov fue leído como un abandono al gobierno de Honecker. Entonces, regresando al beso HoneckerBrézhnev, la imagen trascendió de tal manera que, una vez caído el Muro de Berlín, el artista ruso Dmitri Vrúbel pintó la foto en lo que hoy es la East Side Gallery con el título: Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal. Y hoy es uno de los puntos más visitados y fotografiados de la capital alemana.
Otra es la historia del famoso Trabant, un auto de bajo costo que se convirtió en el vehículo comunista por excelencia. Sin embargo, no era tan sencillo conseguir uno: los habitantes de la RDA podían tardar incluso más de diez años desde que se apuntaban en la lista de espera hasta que recibían su pedido. Tras la caída del muro fue inmortalizado en la East Side Gallery al ser pintado rompiendo una pared. Esto es más que simbólico, pues, como se explica en el Museo del Checkpoint Charlie, el pequeño Trabant fue usado por muchos ciudadanos para esconderse y tratar de cruzar la frontera.
El muro cayó casi a las 23:00 del 9 de noviembre de 1989. Dicen, por casualidad. El gobierno comunista había diseñado una ley para permitir los viajes al exterior sin restricciones a partir del 10 de noviembre y el portavoz alemán Günter Schabowski, miembro del Politbüro de la RDA, convocó a una conferencia de prensa el 9 de noviembre para hacer el anuncio. En medio de la rueda de prensa Riccardo Ehrman, periodista de la agencia Ansa, preguntó cuándo sería efectiva la ley. Schabowski buscó en sus papeles sin encontrar la fecha correcta y dijo, improvisadamente: “De inmediato”. Dos horas después miles de ciudadanos se encontraban frente al muro exigiendo libre pase. Nadie los detuvo.
Ese día hasta Coca-Cola tuvo su espacio en la historia. Considerada un producto del capitalismo, su comercialización estaba prohibida en la RDA. Entre las miles de fotos tomadas, una de ellas muestra a dos hombres lanzando cartones con botellas de Coca-Cola sobre el muro. Ese 9 de noviembre la otrora RDA volvió a saborear el lado Coca-Cola de la vida. Dicho sin afán publicitario.
¿Cómo y cuándo se hizo el muro?
La mañana del 13 de agosto de 1961 los berlineses despertaron para ver a su ciudad dividida. Durante la madrugada, los militares de Alemania del Este habían colocado un cerco de alambres de 155 kilómetros, quitado adoquines del suelo y establecido puntos de estricta vigilancia a lo largo de la alambrada.
El objetivo del muro era separar la República Federal de Alemania (RFA), que apoyaba al sistema capitalista, de la República Democrática Alemana (RDA), parte oriental que apoyaba al sistema comunista de la Unión Soviética. La RDA justificó la construcción del muro argumentando que así protegerían a su población de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de construir un Estado socialista en Alemania del Este. En la práctica, el muro sirvió para impedir la emigración masiva desde la Alemania del Este y el bloque comunista hacia Occidente después de la Segunda Guerra Mundial.
La alambrada sirvió de base para construir el muro que acabó por convertirse en una pared de hormigón cuya altura se encontraba entre los 3.5 y 4 metros de altura, con un interior formado por cables de acero para aumentar su resistencia. Alrededor del muro estaba la franja de la muerte, formada por un foso, una alambrada y una carretera por la que circulaban vehículos militares y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
Entre 1961 y 1989 unas 5.000 personas trataron de cruzarlo y al menos 3.000 fueron detenidas. Se calcula que 150 murieron en el intento, pero no hay una cifra oficial. La primera víctima conocida fue Ida Siekmann, el 22 de agosto de 1961; y la última fue Chris Gueffroy, el 5 de febrero de 1989.