Los mercados de abastos que encontramos cerca a nuestras casas son usualmente entendidos como centros de comercio de baja escala, que ofrecen productos mixtos aunque mayoritariamente alimentarios. Aunque se encuentran en todos los barrios sin distinciones socioeconómicas, en nuestro país el imaginario de los mercados está normalmente asociado a los barrios y a las clases denominadas populares. Sin embargo, cerca de la mitad del total de mercados en Perú se encuentra en Lima, y más de la mitad de la población se abastece principalmente de ellos.
La crisis ocasionada por el COVID-19 y el distanciamiento social, como primera medida de prevención y contención de la enfermedad, nos ha llevado a cambios sustanciales en las dinámicas de transitar por nuestros barrios y también por nuestros mercados y formas de consumo alimentario. La nueva normalidad que empezamos a vislumbrar implica entonces la necesidad de pensar en una necesaria nueva normalidad alimentaria.
¿Cómo cambiarán las formas de alimentarnos y el rol de los mercados en las ciudades postpandemia? ¿Es posible pensar un Perú sin mercados?
Oportunidad de repensar los mercados
Proteger el derecho alimentario en el futuro de las ciudades supone tomar decisiones audaces pero impostergables, como aquella de reconocer a los mercados como los centros alimentarios que ya vienen siendo. Como vemos diariamente, las acciones de descongestión y espaciamiento que se han venido implementando, como iniciativa de comerciantes o por exigencia de la gestión pública, no han sido las más exitosas. Los mercados modernos se han consolidado en espacios reducidos que dificultan implementarlos. Sin embargo, los mercados no son delimitados por un perímetro físico sino por la extensión de las relaciones de intercambios, y esto involucra el espacio público alrededor de las infraestructuras. Aquí notamos la importancia de las ferias para el futuro, en ellas se demuestra cómo estas relaciones pueden darse de manera más libre y menos riesgosa por la disipada congestión de personas que hoy conocemos trae riesgos.
Vivir la virtualidad
La nueva normalidad debe priorizar la ciudad caminable, la conexión social a pesar del distanciamiento social, como comentó Marina Queirolo, especialista en mercados de Toronto, en un reciente webinar internacional en mercados que organizamos con la Municipalidad de Lima y FAO Perú. En este mismo espacio, verificamos que la coyuntura actual trae consigo la cuestión de la virtualidad. Los mercados virtuales y el delivery han crecido en número y cobertura de territorio ante los temores crecientes de asistir a espacios concurridos, como mercados y supermercados. Sin embargo, los mercados virtuales no terminan de establecer las conexiones necesarias para asegurar que los bienes y servicios que hoy requerimos lleguen a nuestras casas. Brindan complementos necesarios para la diversidad de demandas, pero están lejos de volverse conectores principales con el sistema agroalimentario que nos abastece.
Los mercados han cumplido históricamente este rol y como hubs o centros alimentarios podemos repensarlos como centralidades en vecindarios alimentarios que conectan a los diversos actores del sistema agroalimentario ––como son los productores, comerciantes, consumidores y gobiernos–– con la infraestructura de uso público de los mercados y sus variantes, como las ferias, bioferias y similares implementadas por programas alimentarios.
Recuperarse mirando el futuro
La resiliencia alimentaria es una propiedad del sistema agroalimentario que indica su capacidad de mantener o regresar rápidamente a sus funciones básicas luego de atravesar por una crisis severa como la pandemia de hoy. La resiliencia de este sistema es y será fortalecida por los vecindarios alimentarios a lo largo de la ciudad, promovidos no solo a través de planes urbanos, sino también con políticas públicas agroalimentarias. La actual crisis nos demanda repensar nuestros modos de cohabitar y consumir, ante una necesidad prolongada de aislamiento, y de seguir obteniendo el ansiado alimento, a pesar de las condiciones que también afectan al agro y a los diferentes eslabones de la cadena alimentaria.
Considerar estos aspectos al centro de un nuevo sistema de mercados permitirá potenciar sus roles en la salud, alimentación y calidad de los entornos que habitamos. Así, quizá, podamos comenzar a superar la pandemia de enfermedades no transmisibles, como la obesidad y diabetes, y disminuir el riesgo de enfermedades infecciosas como el COVID-19.
Siendo los mercados las principales fuentes de abastecimiento de la población peruana, como ciudadanos tenemos la obligación de cuestionar nuestras acciones frente a ellos. Reconociendo los procesos que nacen desde y en torno a los mercados ––como la reapropiación del espacio público y el mayor involucramiento social desde los debates y la virtualidad–– podremos implementar estrategias que conjuguen la seguridad alimentaria, el bienestar común y la sostenibilidad en la nueva normalidad.
*Ana Maria Huaita Alfaro, investigadora y facilitadora de proyectos en mercados urbanos, alimentación y planificación / Alain Santandreu, Sociólogo.