“No a todo el mundo tiene que gustarle todo lo que Netflix hace, pero siempre estamos atentos a lo que nuestro público necesita”, dice Reed Hastings. Seguramente es uno de sus mantras de negocio, pero viene al cuento porque fue lo que me respondió la semana pasada cuando, en una breve rueda de prensa de la presentación de su nuevo libro, le pregunté: ¿cómo manejan el feedback que viene del público en las redes sociales?
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La pregunta no fue gratuita. La reunión virtual con un pequeño grupo de periodistas se dio por el lanzamiento de Aquí no hay reglas: Netflix y la cultura de la reinvención, libro escrito por Hastings y que ha salido a la venta este 17 de septiembre. En él habla de la cultura y clima laboral con la que se maneja la hoy más grande empresa de streaming. Uno de esos pilares, escribe, es ser abiertos a todo tipo de feedback. Y ya que las preguntas debían ceñirse a lo que ofrecía el libro, pues fue la forma que encontré para preguntar por la relación de la compañía con el público. Y es que, si bien a finales de diciembre de 2019 la empresa estaba presente en más de 190 países y al finalizar junio de 2020 la plataforma contaba con más de 192 millones de suscriptores en todo el mundo —la cuarentena mundial les ayudó, sin duda—, ya hay reportes que hablan de una buena parte del público dándose de baja en el servicio a propósito del estreno en su plataforma de la película francesa Cuties, producida por Netflix.
Hastings, por supuesto, entendió por dónde venía la pregunta, y respondió: “nosotros estamos muy atentos a las preferencias de nuestros usuarios. El caso de Cuties, la película francesa, ha sido controversial porque muchas personas consideran que se sexualiza innecesariamente a las niñas, pero la película va por el lado totalmente opuesto”, dijo de arranque.
Cuties cuenta la historia de una niña de 11 años que, tras mudarse con su familia de Senegal a Francia, decide unirse a un grupo de baile y propicia varios conflictos entre su nueva forma de vida y las creencias y valores de su familia. Ganó el premio “World Cinema Dramatic Directing” en la edición del Festival de Sundance de este año, pero ni eso logró apaciguar las feroces críticas. Aunque más que atacar a la película, los usuarios se mostraron en contra la descripción de la cinta que figuraba el catálogo, que decía: “Amy, de 11 años, queda fascinada con un equipo de baile twerking. Con la esperanza de unirse a ellas, comienza a explorar su feminidad, desafiando las tradiciones de su familia”.
Así nacieron los hashtags #CancelNetflix, que fue tendencia en Twitter en Estados Unidos, y #NetflixPedofilia que hizo lo propio en Latinoamérica. Incluso se creó una petición en Change.org para remover a la película del catálogo argumentando que “es repugnante ya que sexualiza a una niña de ONCE años para el placer visual de los pedófilos y también influye negativamente en nuestros hijos”. En un rápido manejo de crisis la compañía respondió: “Lamentamos profundamente las ilustraciones inapropiadas que usamos para Mignonnes / Cuties. No estaba bien, ni era representativo de esta película francesa que ganó un premio en Sundance. Ahora hemos actualizado las imágenes y la descripción”.
We're deeply sorry for the inappropriate artwork that we used for Mignonnes/Cuties. It was not OK, nor was it representative of this French film which won an award at Sundance. We’ve now updated the pictures and description.
— Netflix (@netflix) August 20, 2020
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La cultura de la reinvención
Aunque el libro de Hastings habla de cultura laboral, es cierto que el título Aquí no hay reglas: Netflix y la cultura de la reinvención, es también el más adecuado para contar la historia de la compañía. Recordemos: Netflix revolucionó el consumo de productos audiovisuales en 1997, cuando decidió que el alquiler de películas sería por correo. Es decir, llegaría a la puerta del hogar de los usuarios. Volvió a armar otra revolución en 2007, cuando anunció la implementación de su servicio de streaming, y en 2011, cuando amplió su llegada a Latinoamérica. Pero eso fue solo el inicio.
Los hitos se marcarían el año 2013, cuando la compañía dio el salto a la producción y ofreció al público su primera serie original: House of Cards. El siguiente paso cayó de maduro. En 2015 lanzó su primera película original, Beast of no Nation, estrenada simultáneamente en salas de cine y en su plataforma online y empezó el debate furioso en las grandes ligas de la industria del entretenimiento. La carrera siguió con películas como Okja (2017) y luego un sinnúmero de producciones. Pero el pico se alcanzó en 2018, con Roma (2018) ganadora de tres premios Oscar y con las diez nominaciones que alcanzó El irlandés (2019). Así, Netflix atrajo a grandes directores como Martin Scorsese o los hermanos Cohen, mientras las reglas del juego para las premiaciones se reescribieron ante la duda de si el streaming también es cine.
Y durante la pandemia, el dinero no se quedó en su bolsillo. En la carta de inversionistas del primer trimestre de 2020, se lee que la compañía ha destinado 150 millones de dólares para apoyar a la industria paralizada por la crisis global del coronavirus. El monto incluyó donaciones al Fondo de Desastres COVID-19 de la Fundación SAG-AFTRA, y apoyo para las industrias de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Italia, Francia, España, Países Bajos, México y Brasil. La Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas, por ejemplo, recibió 500 mil dólares de parte de Netflix.
Romper las reglas
Romper las reglas, sin embargo, no significa vivir sin ellas. Hastings cree que el principal problema de las compañías es que todas operan como fábricas. “Es entendible, así se industrializó el mundo. Es la consecuencia de la revolución industrial, por ello la mayoría de compañías sigue un modelo rígido y estricto, pero la historia también ha demostrado que cuando una empresa se dedica al campo creativo también puede funcionar económicamente y crecer con reglas distintas y más flexibles. Ahora, con el aumento de la importancia de los trabajos intelectuales servicios creativos, el porcentaje de la economía que depende del fomento de la inventiva y la innovación es mucho mayor y está en constante aumento. Entonces, las empresas no pueden seguir perpetuando los paradigmas de la Revolución Industrial que ha dominado la creación de riqueza durante el último trescientos años”, escribe en su libro.
El libro lo escribió en conjunto con Erin Meyer, quien se encargó de validar con los empleados y exempleados lo que Hastings plantea. Así corroboró que en Netflix se empodera a los trabajadores para que la empresa se desarrolle mejor. “Eliminamos las reglas tontas que impiden que los empleados usen su cerebro para lo que de verdad hacen mejor”, dice la política…que se aplica también al uso del presupuesto de la empresa. Así, los viajes de trabajo y sus presupuestos no necesitan ser aprobados por un supervisor, ya que aseguran contar con personas responsables y honestas. Claro, frecuentemente se dan talleres para reforzar todos estos principios y apuntalar la política de “actuar en el mejor interés de Netflix”.
Dicho esto, Hastings es un digno hijo de Silicon Valley.
Los pilares laborales de Netflix
1. Aplicar la idea de la “densidad de talento”, donde dos personas talentosas, con buena actitud y rendimiento sobresaliente, hacen mucho más que cinco de rendimiento promedio.
2. Siempre diga lo que piensa, pero con actitud propositiva. La cultura de la honestidad con respeto se promueve a todo nivel.
3. Remover controles absurdos. Cada trabajador asume al 100% la responsabilidad de su trabajo. Así luego pueden, por ejemplo, elegir sus vacaciones en cualquier momento y por las semanas que deseen.
4. Luego, lance su empresa a conquistar el mundo.
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