Platón, uno de los grandes filósofos griegos, reflexionó sobre la tentación de la corrupción y los modos de combatirla. [Foto: Getty Images]
Platón, uno de los grandes filósofos griegos, reflexionó sobre la tentación de la corrupción y los modos de combatirla. [Foto: Getty Images]
Miguel Giusti

En un pasaje de la República de Platón, el filósofo Glaucón sostiene frente a Sócrates la tesis de que todos los humanos somos corruptibles, proclives a la corrupción. Todos sin excepción, tanto los abiertamente corruptos como los que respetan las leyes, solo que estos tienen miedo de ser descubiertos y castigados, y por eso se abstienen de cometer las fechorías que desearían tanto como los otros. Para ilustrar su tesis, Glaucón cuenta la historia del anillo de Giges.

Giges era un campesino que, en una de sus andanzas , descubre casualmente una tumba en la que, rodeado de muchos objetos, yace un cadáver que lleva un anillo. A Giges le gusta el anillo, lo toma y se lo pone y, al encontrarse luego con sus compañeros, se da cuenta de que, si lo hacía girar en una dirección, se volvía invisible. Sorprendido por esa capacidad, lo primero que se le ocurre es aprovecharla para cometer actos ilícitos, especialmente para apropiarse de lo que no es suyo, con la tranquilidad que le otorgaba no poder ser descubierto. Esto, dice Glaucón, es lo que haría cualquiera si tuviera un anillo así: sabiéndose invisible, daría rienda suelta a su codicia y tomaría lo que deseara, sin importar si fuese o no suyo. Lo harían tanto el corrupto como el que afirma no serlo, pues lo que nos define es la codicia, y lo único que frena nuestro impulso es no saber cómo ocultarlo ante los demás.

Sócrates se va a oponer a esta tesis y sostener que es posible, además de deseable, mirar las cosas al revés; es decir, imaginar que lo más valioso de la vida es cultivar un bien común, no promover la perfidia ni la envidia recíproca, sino más bien las ventajas o los valores de la convivencia solidaria. Nuestra vida moral, piensa, debería estar destinada a convertirnos en mejores personas. Pero en este emblemático relato se halla sintetizada, por así decir, la interpretación filosófica de la conducta humana corrupta: de sus motivaciones, sus presupuestos, sus consecuencias, y también de las formas de combatirla. Como veremos a continuación, a lo largo de la historia los filósofos no han hecho otra cosa que tratar de dar explicaciones al debate entre Sócrates y Glaucón sobre la conducta del hombre corrupto así ejemplificada.

Historia de la corrupción en el Perú 
Alfonso Quiroz
IEP
Historia de la corrupción en el Perú Alfonso Quiroz IEP

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Permítanme, sin embargo, hacer aquí un paréntesis para vincular esta fábula con un hecho muy curioso de la historia reciente de la corrupción en el Perú, porque es como una demostración indirecta de la moraleja del anillo de Giges.

Desde hace varias décadas pareciera que el único medio eficaz para detectar la corrupción y castigarla fuese precisamente lograr que no funcione el ‘anillo’; es decir, que de pronto se haga visible o audible, a través de un video o un audio, lo que estaban manteniendo oculto quienes tenían la confianza de sentirse impunes por creerse invisibles. El gobierno de Fujimori cayó por un video que hacía groseramente visible lo que hasta entonces permanecía oculto a los ojos, aunque fuese sospechado por muchos otros medios. El gobierno de Kuczynski se vino abajo debido a los videos del señor Mamani, alguien de quien se conocen malos manejos, pero cuya corrupción parece todavía insuficientemente ‘visible’ a ojos de todos. Del mismo modo, haciendo girar el anillo en la dirección contraria, se eliminó del escenario político a Kenji Fujimori. Y lo propio ha empezado a ocurrir, aunque todavía a duras penas, con los audios que ponen al descubierto a los jueces corruptos que se movían a sus anchas imaginando que eran ‘invisibles’. Ese anillo parece, además, infundir a sus portadores una confianza tal, que, aun viéndose descubiertos, creen que siempre es posible volver al estado de invisibilidad: eso pretendió Montesinos en su momento y eso mismo creen poder perseguir ahora muchos otros bribones ya desenmascarados.

Psicoanálisis de la corrupción. Política y ética en el Perú contemporáneo 
Saúl Peña
Peisa
Psicoanálisis de la corrupción. Política y ética en el Perú contemporáneo Saúl Peña Peisa

Pero volvamos a la filosofía de la corrupción. Ya en Platón pareciera concebirse en toda su complejidad el escenario que explica la tendencia humana a la corrupción y los medios que para combatirla. Glaucón decía que todos los seres humanos somos corruptos en potencia y que, si algunos no lo demuestran es solo por temor a ser descubiertos o, lo que es lo mismo, por temor al castigo que eso traería consigo. Pues bien, una larga tradición de la filosofía política ha seguido esa línea de argumentación y tratado de combatir la corrupción con el argumento del miedo o, para decirlo más sofisticadamente, con el del cálculo de conveniencia.

El mejor ejemplo de esa tendencia, y acaso el más relevante en la tradición liberal occidental, ha sido Thomas Hobbes, el británico que defendió con convicción la necesidad de un ‘contrato social’ que sirviera de fundamento al Estado de derecho. Firmar un contrato así equivale a aceptar, en acuerdo con todos, que pondremos un freno a nuestra codicia natural y que aceptaremos un sistema de reglas que nos permita satisfacer al menos una parte de esa codicia, pero con seguridad, pues contamos con las garantías del contrato. Hobbes no piensa, como tampoco lo pensaba Glaucón, que los hombres seamos o podamos ser mejores; solo espera que seamos suficientemente astutos como para entender que por un cálculo de costo-beneficio lo que más nos conviene es acatar el pacto. Eso sí, no basta con la buena voluntad: falta es la espada de la ley, que exista un sistema policial y judicial que castigue a los infractores, vale decir, que imponga temor entre quienes sientan la tentación de incumplir las reglas del Estado de derecho.

La corrupción. Aspectos éticos, económicos, políticos y jurídicos
Jorge Malem Seña
Gedisa
La corrupción. Aspectos éticos, económicos, políticos y jurídicos Jorge Malem Seña Gedisa

Kant dice, por eso, que el invento del contrato social es tan genial y persuasivo (o disuasivo), que sería convincente hasta para “un pueblo de demonios”. Porque los demonios no serían tan tontos de arriesgar su vida por ambición, sabiendo que podrían ser descubiertos y terminar entonces en la cárcel. Hasta los demonios se persuadirían de que les es más conveniente acatar el Estado de derecho en lugar de desafiarlo. Pero, claro, se sobreentiende que los demonios son inteligentes, lo que no es necesariamente el caso de los corruptos que pueblan nuestra sociedad.

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No obstante, vimos también que Sócrates tiene una idea más positiva de la naturaleza o de la vida humana y que se imagina, por eso, que es posible desear sinceramente el bien común o contribuir deliberadamente a la construcción de una sociedad mejor para todos. Esta vertiente de la concepción de la cultura ciudadana tiene también una larga tradición y promueve un modo distinto, opuesto, de entender y combatir la corrupción.

La figura y la obra de Rousseau es un buen ejemplo. En su caso, como en el de Sócrates, la codicia o la tentación de la corrupción son móviles primarios, mezquinos, propios de personas sin verdadero sentido ético, que no entienden las verdaderas razones por las que los seres humanos desean vivir, o por las que cultivan y valoran sus creaciones culturales, menos aún son capaces de comprender el gran beneficio que representaría para todos la práctica de la solidaridad. Por eso mismo, comparte con Platón la idea de que debiera promoverse desde la infancia la educación en valores cívicos, y que ella tendría que producir un efecto de contagio en todas las instituciones y los organismos de la sociedad. Aquí radicaría el verdadero remedio contra la corrupción: no simplemente en el miedo, que está siempre al acecho de una oportunidad para delinquir, sino en el convencimiento o el compromiso personal de los ciudadanos con los valores de su comunidad.

Los audios de la corrupción. Como en el relato del filósofo Glaucón, en la  "República de Platón", lo que conduce al hombre al delito es la ilusión de creerse invisible, de pensar que no lo van a descubrir.
Los audios de la corrupción. Como en el relato del filósofo Glaucón, en la "República de Platón", lo que conduce al hombre al delito es la ilusión de creerse invisible, de pensar que no lo van a descubrir.

El caso de Kant es particularmente instructivo porque él pensaba que las dos formas reseñadas de concebir y combatir la corrupción deberían coexistir y respaldarse recíprocamente. Porque lo fatal para una sociedad sería que no solo no existiese una sólida conciencia moral ciudadana, sino que tampoco fuera eficaz la espada de la ley o, lo que equivale a lo mismo, que se corrompiera el Poder Judicial. Porque entonces mucha gente caería en la tentación de apoderarse del anillo de Giges y de dedicarse al saqueo de las instituciones o del Estado con la confianza de sentirse invisibles y ya sin miedo al castigo.

En circunstancias así, que son las que vive nuestro país, solo queda el recurso a la indignación ciudadana. Porque la indignación es un sentimiento moral: es una protesta ética vital contra el engaño y la traición de los políticos. Naturalmente, la indignación sola no es suficiente o, mejor dicho, ella debe poder traducirse en acciones constructivas o canalizarse por vías institucionales. Pero solo ella nos puede rescatar de la desesperanza y devolvernos algo de confianza en que podremos librarnos de las tentaciones del
anillo de Giges.

El anillo de Giges

El dramaturgo español José de Cañizares ( 1676-1750 ) escribió una conocida comedia de magia en la que retomaba el tema del anillo de Giges. En la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, se puede leer dicho libro:

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