La pandemia nos hace pensar en construir nuevas formas de comunidad basadas en la solidaridad. (Ilustración: Víctor Aguilar)
La pandemia nos hace pensar en construir nuevas formas de comunidad basadas en la solidaridad. (Ilustración: Víctor Aguilar)
/ Víctor Aguilar Rúa
Pedro Pablo Ccopa

Según el gobierno, a partir del 25 de mayo volveremos a una nueva normalidad de manera gradual, paulatina y flexible. Pero el ambiente en el orden de las emociones de la población es preocupante: la ansiedad, la incertidumbre, el temor, el miedo, ha calado hondo. No todos han hecho caso de la misma manera las disposiciones gubernamentales para evitar la propalación del virus como debió ser. Un sector social ha optado, en los últimos días por la desobediencia abierta, agotada su capacidad de resistencia

Frente a ello, algunos programas de televisión y prensa escrita propalan la idea de que se viene el momento apocalíptico del sálvese quien pueda; que a partir de esa fecha, frente a un peligro eminente de aumento del contagio y muertes, cada uno debe actuar pensando en su propia salvación. El fatalismo nos hace pensar en la irresponsabilidad de esa población pobre. Pero la desobediencia social se da también porque las medidas generales del gobierno no calzan con las particularidades de las regiones y los diversos grupos poblacionales. No hemos descifrado correctamente aun los tipos de lazos que atan a una y otra población, comunidades, barrios, etc. con los organismos legales, institucionales.

"En estas circunstancias la idea del sálvese quien pueda es peligrosísima. Estimula el individualismo más elemental", anota el autor de la nota. Al inicio de la pandemia fuimos testigos de compras desenfrenadas de papel higiénico y otros materiales de limpieza que causaron su escasez.   (Foto: AFP)
"En estas circunstancias la idea del sálvese quien pueda es peligrosísima. Estimula el individualismo más elemental", anota el autor de la nota. Al inicio de la pandemia fuimos testigos de compras desenfrenadas de papel higiénico y otros materiales de limpieza que causaron su escasez. (Foto: AFP)

Nuevas formas de sociabilidad

En estas circunstancias la idea del sálvese quien pueda es peligrosísima. Estimula el individualismo más elemental. La tarea, a esta altura de la batalla contra el virus, es trasmitir la idea de que no nos rendiremos, que vamos a salir de esta situación colectivamente. Si hay algo que hemos aprendido de este coronavirus es lo frágiles somos como individuos aislados.

Todas las experiencias de solidaridad vividas y vistas en estos días, en esta batalla, a favor de la gente más golpeada por la pandemia, que son los pobres, nos hace soñar que podemos comenzar a construir nuevas formas de sociabilidad basada en la idea de comunidad, de un nosotros singular, con responsabilidades individuales asentada en la libertad y la responsabilidad.

Georg Simmel, en un ensayo espléndido, titulado Puente y Puerta, ilustra el espíritu del hombre moderno, sus sentimientos de igualdad y sus ambulancias. Utiliza la figura de la puerta, para hablar de la libertad de transitar y circular de un espacio a otro sin la voz del amo ordenador. Puede abrir la puerta para salir e ir al encuentro de los otros, a la vida colectiva, al espacio de lo común, creando la esfera pública. También puede cerrar la puerta, encerrarse en si mismo, aislarse de su entorno, separarse, diferenciarse de otros, creando la esfera privada, esfera de soberanía individual. Con el liberalismo, el concepto en cuestión alcanzó su máximo desarrollo. El liberalismo hace del cultivo de la esfera privada, del individualismo, un ideal normativo.

Individualismo no es egoísmo

Pero individualismo no es igual que egoísmo. El individualismo nace con la libertad, con la democracia y la sociedad moderna. El individualismo es un sentimiento reflexivo y apacible que induce a cada individuo a aislarse o unirse a los otros, a los que forman colectividades.

Nuestra conformación histórico-social es muy particular. Individualismo y espíritu colectivo coexisten. En términos generales, nunca dejamos de tener un pensamiento y un sentimiento comunitario no obstante vivir en una metrópoli que se moderniza más y más. Desarrollamos el individualismo, en el sentido antes señalado, sin dejar de ser parte del común, con los hombres y mujeres concretos. Nos encanta aun sentir y disfrutar de las compañías y los frenesí masivos.

La solidaridad, el mutualismo, el espíritu cooperativo, son partes todavía de nuestra alma. Es a este capital cultural que tenemos que recurrir en esta batalla contra un virus aleccionador en todas las dimensiones de la vida. Que nos ha demostrado nuestras carencias, falencias en todos los terrenos, pero también nos ha rebelado que aún no hemos perdido la gracia del sentimiento colectivo, expresado en las diversas muestras de amor con el dolor y las necesidades de nuestros semejantes en esta hora difícil de nuestra historia.

Ya nada debe ser como antes. Las vías para una nueva asociatividad están abiertas. Libertad positiva para cerrar y abrir la puerta, estar dentro o fuera a voluntad y responsabilidad. O bien libertad negativa para encerrarse sin importar lo que pueda pasar al resto; ni al interés común.

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