Yo <3 Nueva York
Yo <3 Nueva York
Jaime Bedoya

Hay un hito de la historia neoyorquina contemporánea sobre el que, por inaudito que parezca, no existe registro documental. Se trata de la primera vez que alguien, vistiendo un disfraz de gomaespuma de Mickey Mouse, se aventuró valientemente a caminar las calles de Times Square pidiendo propina por una foto, digna alternativa laboral al hurto mediante destreza. Esto debe haber sucedido circa octubre del 2008, cuando arreciaba la última y peor crisis económica en la historia de los Estados Unidos. Lo que se tiene por cierto es que el disfraz del roedor universal había sido confeccionado en el Perú y que quien lo llevaba puesto era también peruano.

Se consigna el pujante distrito de Ventanilla como el origen de este pionero. Ello se condice con la historia del lugar al oeste del Callao, del cual se afirma que atrajo a sus primeros pobladores en virtud de las pequeñas cuevas, o ventanillas, que había en sus playas: se presumía que en su interior yacían escondidos tesoros de los piratas que asolaron el puerto durante el virreinato. Un nuevo tesoro, verde y de papel, pululaba en las intersecciones de Broadway y la Séptima Avenida de Manhattan. Al Perú, país saqueado, le tocaba reclamarlo.

La ponderada mano de obra peruana, hábil y dada a la imitación hasta grados casi indistinguibles del original, ya ejercía dominio sobre el catálogo del imaginario infantil. El valor agregado fue la innovación: cobrar por foto disfrazado (1). La idea se esparció entre compatriotas y hermanos latinoamericanos de ajustada situación económica. Víctima de su éxito, Times Square se empezó a sobrepoblar de muñecos (2). Y empezaron los problemas.

El punto de quiebre llegó con la tendencia contemporánea a compartirlo todo. Alguien posteó una foto de Woody orinando en la calle. Luego vino el arresto de un Elmo que acostumbraba saludar el paso de las turistas con un suave pero seguro acompañamiento manual de sus nalgas. Un Super Mario fue llevado a juicio por calibrar a dos manos los senos de una transeúnte (3). Luego se dio la histórica pelea callejera entre Minnie y Hello Kitty (4). 

La gota que derramó el vaso fue el llamado “incidente con los tres Spider-Man”: luego de hacerse una foto con el hijo de una turista, un Hombre Araña se tocó de nervios cuando la madre se negó a pagar una compensación mínima por la imagen. El arácnido empujó al niño. La madre reclamó aireada y este la repelió a patadas. Ella fue en busca de su marido, que furioso agarró a puñete limpio al primer Spider-Man que encontró. Cuando la sangre nasal ya se colaba por la máscara, la señora reparó en que el agresor no era tan bajo ni tan gordo. Levantó la mirada y había dos Hombres Araña más observando la escena. ¡Fue ese!, dijo señalando ambiguamente. El marido le cayó a golpes al más cercano mientras un tercer enmascarado mostraba el dedo medio. ¡Fue el otro!, corrigió la mujer. La trifulca generó consternación pública y el apremio del exalcalde Bloomberg, quien alegó que no era ilegal salir disfrazado a la calle. Pero tal vez debería serlo, agregó tartamudeando.

Calma, autoridades de la Gran Manzana. No pedimos nada, pues faltando todo, todo nos alcanza (5). Lo único que queremos los peruanos es trabajar en paz.

(1)   La estatura peruana promedio —1,59— resulta ideal para encarnar íconos infantiles.
(2)   Según encuestas de Times Square Alliance, en un fin de semana puede haber entre 60 y 80 muñecos a la vez en sus calles. Estadísticamente, Elsas (Frozen), Elmos y Hombres Araña son mayoría.
(3)   Su abogado esgrimió como defensa que, con los guantes de Mario puestos, era imposible manipular un seno.
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(5)   Luis Abanto Morales 

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