Hace solo tres meses veíamos con horror como Italia y España eran devastados por la COVID-19, miles de infectados y muertos cada día. Hoy, después de más de 100 días desde la declaración del estado de emergencia, todo demuestra que el Perú está en peores condiciones y con pocas perspectivas de mejorar. La situación es crítica. El Perú es el séptimo país en el mundo con más número de casos, por encima de Italia y a solo 20 mil casos de España. Seamos claros, todos los indicadores demuestran un fracaso rotundo de las medidas implementadas para controlar la epidemia, el Perú merece algo mejor.
Llevo viviendo y trabajando como médico y profesional de salud pública fuera del Perú por más de 18 años. Mi educación como médico en el Perú y subsecuente formación en Estados Unidos como especialista en salud publica bajo un programa del Centers for Disease Control and Prevention, me han dado la posibilidad de trabajar todos estos años en múltiples áreas de salud pública, y actualmente trabajo en uno de los más prestigiosos hospitales de cáncer en el mundo, el Memorial Sloan Kettering Cancer Center. En marzo, llegué al Perú por razones familiares, apenas unos días antes de la declaración del estado de emergencia y la cuarentena, y no pude regresar debido a la suspensión de los vuelos internacionales. Este tiempo me ha dado la oportunidad de observar de cerca las medidas implementadas para mitigar el impacto de la COVID-19 en el país, así como los resultados obtenidos hasta el momento, y lamentablemente encuentro muy pocas razones para celebrar.
Faltan estrategias inteligentes
En las últimas semanas el Gobierno peruano ha tomado medidas que trasladan la responsabilidad del control a los ciudadanos a través del uso de mascarillas y el distanciamiento social sin proveer de facilidades para su cumplimiento o imponer penalidades para aquellos que las desobedecen. Este enfoque ya ha demostrado no funcionar en múltiples ocasiones alrededor del mundo, el mejor ejemplo es visto hoy en ciertos estados de Estados Unidos. No me malinterpreten, el distanciamiento social y el uso correcto de mascarillas es fundamental, pero estas medidas deben ser implementadas correctamente y deben ser respaldadas con estrategias inteligentes que incrementen su uso.
Lo que hemos visto en el Perú por más de cien días es lo opuesto. Desde un inicio el distanciamiento social fue solo accesible a una minoría de peruanos, y el uso incorrecto e intermitente de mascarillas es evidente en todo el país. Desde las primeras semanas del estado de emergencia, vimos aglomeraciones de personas para para obtener agua; niños y niñas sentados en grandes grupos buscando señal de celular para poder atender clases virtuales, y largas colas en mercados. Todo esto debió ser previsto, y las medidas correctivas debieron ser implementadas a tiempo. El Perú merece algo mejor.
Desde el inicio del estado de emergencia, muchos diarios locales e internacionales alabaron las decisiones drásticas tomadas por el Gobierno peruano para controlar la epidemia, pero rápidamente, al ver que las cosas empeoraban, la culpa fue depositada en la idiosincrasia del peruano, y nada está más lejos de la realidad. Las medidas no han funcionado debido a la falta de creatividad y visión por parte de los líderes de este país. El Gobierno debió saber más, planificar mejor y adaptar las medidas tomadas dependiendo de los resultados y no solo tratar de imponer lo primero que sintió que debió hacer. El Perú merece algo mejor.
¿Está la curva en descenso?
La primera ola de la epidemia no ha pasado en el Perú, de eso debemos estar seguros, y el proceso de apertura de las actividades económicas no se basa en el éxito de la contención de la epidemia. Es importante entender que los indicadores más importantes continúan mostrando una epidemia que no cesa, y más aún, una ola que continua en cresta sin valle a la vista. Veámoslo en detalle: el promedio de casos reportados en junio fue de 4.100 por día; sin embargo, el Perú ha reportado en promedio 3.500 casos por día en los últimos 10 días. Esto podría darnos un indicio erróneo de que el número de casos está en bajada, pero desde el 17 de junio el país reporta solo 21.000 pruebas o menos al día, un numero bastante inferior al necesario para registrar el número real de casos.
Es importante también preguntarnos ¿por qué solo se reportan 21.000 pruebas o menos al día? ¿Se ha impuesto un límite máximo? ¿Hemos llegado al máximo de la capacidad de los laboratorios? ¿O es una forma de crear, artificialmente, una reducción de casos y una percepción de que la epidemia está bajo control? Es importante resaltar que en promedio, cada día, más de 16% de pruebas reportadas en el Perú son positivas, un número muy por arriba del esperado en una epidemia bajo control y un número que nos indica que si aumentamos el número de pruebas, el número de casos se incrementará exponencialmente.
Cifras que preocupan
En comparación, Estados Unidos presenta un porcentaje de positivos de 6% en promedio y España de menos de 2%. La mejor forma de poder comparar la situación entre países es calculando la tasa de nuevos casos en los últimos 14 días por cada 100.000 habitantes. Utilizando dicha formula, Estados Unidos tiene una tasa por encima de 120 y Europa por debajo de 15. La tasa en el Perú en los últimos 14 días es de 175 por 100.000 habitantes. La mayoría de países han establecido que esta cifra debe estar por debajo de 50 para comenzar a reanudar las actividades económicas de una forma segura. Finalmente, la tasa de mortalidad excesiva en el Perú es la más alta del mundo. Según un análisis del Financial Times, el Perú vio en los meses de marzo, abril y mayo un exceso de muertes comparado a años anteriores de más de 28.000 decesos, un incremento de más de 140 %.
Es común escuchar al presidente y el ministro de Salud resaltar que el Perú ha hecho más pruebas para detectar la COVID-19 que la mayoría de países en Latinoamérica, superando el millón y medio de pruebas en total. Lamentablemente, el número absoluto de pruebas no demuestra ni provee información importante sobre la implementación y el resultado de las medidas de salud pública para detener la epidemia. Desde el primero de junio, fecha en la que el MINSA decidió no incluir en su reporte oficial las pruebas de COVID-19 realizadas fuera del MINSA, el Perú ha reportado en promedio 20.500 pruebas por día, o 68 pruebas por cada 100.000 habitantes. Este número es menos de la mitad del número de pruebas recomendado por varios estudios, incluido uno hecho en la Universidad de Harvard, el cual indica que el número óptimo de pruebas para poder tener un mejor control de la epidemia es estimado entre 150 y 160 por cada 100.000 habitantes. El Perú se ha embarcado en el proceso de reactivar la economía a ciegas. El Perú merece algo mejor.
Medidas basadas en evidencia científica
El ministro de salud, en numerosas ocasiones, ha resaltado el número de dosis de hidroxicloroquina e ivermectina que se han otorgado a pacientes en el país. Al ser cuestionado sobre la efectividad de dichos medicamentos, el ministro apunta al “grupo de expertos” que lo asesora, diciendo que dicho grupo es el que ha decidido la utilización de estos medicamentos. La verdad es que ambos medicamentos han demostrado ser totalmente inefectivos en combatir el virus, y su utilización va en contra de la forma como se practica medicina en el mundo, la medicina basada en evidencia. Mas aún, la inefectividad de dichos medicamentos ha sido claramente establecida desde abril. Claramente, el ministro y el grupo de expertos decidió obrar en contra de esta evidencia. El Perú merece algo mejor.
Mas de 75 días después de implementar el estado de emergencia, el Gobierno finalmente decidió controlar y aumentar el abastecimiento de oxígeno en el país. Es necesario recalcar que en marzo, cuando Italia y España pasaban por el peor momento de la epidemia, estaba claramente establecido que el oxígeno era imperativo para controlar los casos graves y severos, tan importante como el número de camas de UCI y ventiladores. El Gobierno perdió el control del abastecimiento de oxígeno, y el país sufrió. El Perú merece algo mejor.
A pesar de las fallas evidentes de este Gobierno, y sobre todo del ministro de Salud, es importante mirar adelante y comenzar a implementar medidas de salud pública basadas en evidencia científica y amoldadas a la coyuntura del Perú. Aplaudo la dedicación del ministro por incrementar el número de camas disponibles en hospitales, así como el número de camas en UCI y el número de ventiladores, pero el problema es que el ministro ha demostrado que eso es lo suyo, que la logística es lo que conoce, en lo que ha sido educado y lo único que tiene para ofrecerle a este país.
Necesitamos funcionarios innovadores, científicos, con visión y con claro entendimiento de la evidencia científica. El ministro y el Gobierno deben estar a la vanguardia de la implementación de nuevos protocolos para el cuidado de pacientes con COVID-19, esto incluye, por ejemplo, la incorporación de dexametasona al protocolo de tratamiento de casos graves y severos. Por otro lado, y mirando hacia el futuro, el Gobierno debe poner todo su esfuerzo para que el Perú sea parte de los estudios que actualmente están siendo implementados por compañías farmacéuticas, gobiernos y organizaciones alrededor del mundo para desarrollar la vacuna contra la COVID-19. El Perú se beneficiaría enormemente al ser parte de dichos estudios ya que estos buscan investigar la efectividad de las vacunas en áreas con alto número de casos. Brasil ya es parte de uno de estos estudios. El Perú merece algo mejor.
*Abraham Aragonés es peruano y médico especializado en salud pública. Trabaja como especialista en salud pública en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center en Nueva York. @AbrahamAragones.