No existe una forma adecuada de procesar el dolor. Existen maneras idóneas, prudentes, esperables y deseadas, pero no adecuadas. La adecuación contiene un sentido de singularidad, de peculiaridad, que la exime de valoración. Juzgar algo de inadecuado es arrogante, estúpido o inútil, en todo caso, presuntuoso. ¿Quién puede reclamar a otra persona cómo procesar su pérdida, su estrés o su depresión? ¿Desde qué altar moral llegarían esas filípicas? No existe límite para el duelo por encima del que, razonablemente, demarca la ley.
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