Perú goleó 3-0 al equipo de Arabia Saudita en el partido amistoso como preparación para el Mundial Rusia 2018.
Perú goleó 3-0 al equipo de Arabia Saudita en el partido amistoso como preparación para el Mundial Rusia 2018.
Jaime Cordero

Muchos peruanos están descubriendo este 2018 que la camiseta de la selección es una de las más bonitas del mundo. En las oficinas, salones de clase y centros comerciales, la gente luce la franja roja con un orgullo inusitado que alguien como yo, incipiente cuarentón, es incapaz de recordar. Como docente universitario que soy, no pude evitar mencionarles a mis alumnos de este ciclo que hace cuatro años, en esta misma época mundialista, los chicos entraban a clase con sus casacas y camisetas de Brasil, Alemania o España. Ahora, el que no salta es francés. O danés. ¿Australia? No existe, profe.

Pero siempre hay una aguafiestas. “Espere a que Perú pierda, profesor”, comentó la alumna sabionda que —inevitablemente— se ubica siempre en la primera fila de carpetas. Por el bien del relato, cabría introducir aquí uno de esos silencios incómodos, pero lo cierto es que el resto del salón decidió simplemente ignorar a esa chica sospechosa de antipatriotismo. No estamos para nimiedades; menos ahora, que Paolo va y nadie es capaz de detenernos. Mejor que ni lo intenten.

Pero la pregunta es válida. En algún momento, nos tiene que bajar la fiebre. Cuando pierda Perú es que deberíamos vernos, no tanto en términos de amor a la camiseta, sino de actitud ante la vida y el país. ¿Puede ayudarnos el fútbol a construir una idea de nación que nos represente mejor? Nada más alejado del ideal “aspiracional” (pituco, blanco) de las publicidades de ciertas marcas que esa imagen de los seleccionados cantando el himno nacional a gritos, con los ojos cerrados, en trance. Pero este baño de diversidad puede ser temporal e ilusorio. No hay nada más volátil que la emotividad del hincha. Francia ya vivió una utopía así con su selección campeona del 98 (busque Les Bleus en Netflix) y se levantó con una fea resaca. ¿Puede el fútbol ayudarnos a ser un país mejor, a largo plazo? Pienso que sí, pero no depositemos esa responsabilidad en los futbolistas. Si lo dudan, miren ahora mismo en qué anda Maradona.

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