La muerte accidental de Darío Fo, por Luis Sifuentes
La muerte accidental de Darío Fo, por Luis Sifuentes

El mismo día en que se anunció que el ganador del Premio Nobel era Bob Dylan, murió en Milán Dario Fo. Curiosamente, él fue otro Nobel polémico, otro juglar al que sorpresivamente un día de 1997 la Academia Sueca decidió otorgar el máximo galardón de las letras mundiales. Fo no solo era un escritor, o mejor dicho era antes que nada un actor, un artista plástico, un dramaturgo, un bufón y un provocador. Tenía  70 años cuando le dieron el premio y su carrera la había desarrollado sobre los escenarios con obras satíricas que apuntaban a dos de las instituciones más fuertes de Italia y del mundo actual: la política y la religión.

Sus dos piezas más conocidas, “Muerte accidental de un anarquista” y “Misterio bufo”, dirigen sus dardos a la Italia fascista y a la curia romana, respectivamente. La primera es una comedia de enredos, muy al estilo de Fo, en la que un loco, adicto a la impostura, se hace pasar por un juez para averiguar el extraño suicidio de un obrero en una estación de policía; y la segunda es, según la crítica, su obra maestra: en ella Fo interpreta una multitud de personajes en una pieza que parodia las representaciones sacras medievales.

Activista y rebelde, con su compañera Franca Rame (solía decir que el 50% del Nobel le correspondía a ella), produjo un centenar de obras en las que retrató sin piedad la sociedad de su tiempo. El oscuro régimen de Silvio Berlusconi estuvo, por ejemplo, entre sus víctimas. A los 90 años, odiado y querido en Italia, este heredero del teatro de Brecht, pasaba sus días solo y escribiendo, desde la muerte de Franca tres años atrás. Hace solo unos meses había publicado una novela —“Hay un rey loco en Dinamarca”— y había declarado a los periodistas: “No paro ni para reposar. Hace tres años que trabajo como un loco”.

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