[Foto: Karen Zárate /  archivo ]
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Dante Trujillo

Carlos Torres Rotondo, reconocido en los ambientes literarios y musicales como “Bucco”, es un tipo de verdad brillante, apasionado y un poco obsesivo. Ese afán abarcador y enciclopédico lo llevó, por ejemplo, a documentarse con películas malas hechas en África para escribir, junto a José Carlo Yrigoyen, el libro Crimen, sicodelia y minifaldas. Un recorrido por el museo de la Serie B en el Perú, 1956-2001. De ambos es también la compilación Poesía en rock: una historia oral. Perú, 1966-1991.

Pero lo suyo no solo es el cine y la poesía locales: también publicó la novela Nuestros años salvajes, y Se acabó el show. 1985, el estallido del rock subterráneo, sobre la movida de la cual fue un integrante adolescente.

Asimismo, hace casi diez años apareció por primera vez Demoler. El rock en el Perú 1965-1975. El libro vuelve, como él mismo dice, en una versión 2.0. Al final, son 17 años de trabajo, una historia con mucho de personal contada en 400 páginas a partir de entrevistas y material textual.

Uno podría entender, tras leer tu libro, que el rock que se hizo en el Perú entre 1965 y 1975 fue superior al del resto de la región. ¿Fue así?
No sé quién lo hizo mejor. Respeto mucho la tradición argentina y la brasileña. Me gustan muchos grupos chilenos y uruguayos. En general, entre mis bandas favoritas están Los Shakers y Os Mutantes. Sin embargo, en el caso del Perú, creo que llegamos a un altísimo nivel gracias al apoyo de la radio, la televisión y, en cierta medida, la industria discográfica; otro factor importante fue la existencia de un formato de espectáculos como las matinales y de una extensa clase media abierta a influencias foráneas que funcionó como un importante público consumidor.

Tengo la impresión de qué mucho de esa música de altísimo nivel —por ejemplo, la psicodélica— tiene más reconocimiento en Estados Unidos y Europa que aquí mismo.
No es así exactamente. El rock nacional de esos tiempos ha sido bastante revalorizado en nuestro país en los últimos años. En el exterior, por lo que sé, este tipo de música es sobre todo conocida por élites de melómanos y coleccionistas; no es algo masivo. En todo caso, si hay reconocimiento foráneo, esto se debe a que la psicodelia o el hard rock u otros estilos ad-hoc son estilos de raíz anglosajona.

Hay cierta idea de que el inicio del rock estuvo en manos de chicos ricos y blancos. ¿Qué tan cierto es?
Creo que podríamos hablar de un espectro que va de la clase media baja a la clase alta. Es el que va de Los York’s a Traffic Sound. Además, recordemos que el distrito más importante de esta historia, Lince, es proverbialmente mesocrático.

Hubo también una especie de boom del rock en provincias del país. ¿Qué pasó luego con esa movida?
Grosso modo, o los grupos se acercaron más a lo tropical (son ilustrativos los casos de las escenas de Chimbote y Huancayo, las más vastas), o se separaron por las mismas razones por las que se separaron los grupos de Lima.

¿Es cierto el mito de que con Velasco se frenó el avance?
El avance de la escena se frenó por varias razones. A nivel mundial hay que resaltar, entre otras causas, el agotamiento de la contracultura de los sesenta, fenómeno que se dio en todo el mundo; y la crisis del petróleo de 1973, que generó a su vez una en la industria discográfica por el encarecimiento del vinilo.

A nivel local, gran parte de los músicos veían esa actividad como un hobby. Crecieron, salieron de la universidad, trabajaron en otra cosa, o se fueron al extranjero. Además, muchos de ellos no tuvieron un concepto de colectividad, de pertenecer a escena. A esto hay que agregar que el formato de las matinales quedó obsoleto (no he encontrado ninguna ley o decreto que confirme una presunta proscripción). Hubo, sí, un clima nacionalista que afectó directamente a la clase media occidentalizada. Cantar en inglés, en ese sentido, no fue una buena decisión.

Y entre 1975 y 1983 la cosa casi se frenó.
El rock, no desapareció. Siempre hubo fiestas en casas, en barrios, pero no se grabó y se tocaron básicamente covers.

¿Qué tiene de nuevo esta edición de Demoler?
Luego de publicar la primera edición, conocí a gran parte de los personajes citados. Me contaron muchas historias y vi muchas contradicciones entre sus respectivas versiones. Intenté corregir el libro, pero me di cuenta de que era necesaria una reescritura con cambio de estrategia narrativa. No podía escribir desde una tercera persona porque no había una sola verdad. Intenté entonces entrevistar a todos los miembros de todos los grupos importantes. No he podido, evidentemente, pero hay algunos como Los Saicos o Los York’s que sí están completos. En este nuevo libro los personajes hablan directamente y se contradicen entre ellos. Yo también complemento esa intersubjetividad con datos que provienen de la cosecha de otras fuentes y de lo aportado por otros investigadores. He querido hacer una especie de summa.

¿Cuál fue el criterio para incluir unas bandas y no otras?
He incluido solo las que grabaron. Las entrevistas también me guiaron para tener mayores elementos en lo que a trayectorias se refiere. He escuchado parte importante de la discografía; este fue otro elemento importante para hacer un deslinde.

¿Crees que hay una conciencia de continuidad, una tradición?
En el rock nacional ha habido tres hiatos. El primero va de mediados del 57 al 63-64. El segundo, del 75 a principios de los 80. Y el tercero, del 88-89 al 94. ¿Es posible continuar algo teniendo ese escenario? Yo creo que sí. Desde el momento en que podemos escuchar la música, podemos recrearla.

¿Qué piensa tu padre del trabajo que has hecho? [Carlos Torres Requena es una leyenda musical de la época; integrante, entre otros, de Dr. Wheat. N.d.R.]
Prefiero no responder. No ha leído esta segunda edición y quiero que sea una sorpresa.

Por último, Carlos, acláralo de una vez: ¿cuál es el papel histórico de Los Saicos?
A nivel global, son el eslabón perdido del punk. Son precursores, pero solo a nivel de sonido. Otros grupos protopunks, como The Sonics o The Monks, de esa misma época, también lo fueron. El punk es un fenómeno cultural complejo que involucra puesta en escena, actitud, modo de producción y propuesta ética, entre otras cosas. Un fenómeno cultural no se inventa. Sin embargo, son el grupo peruano más grande y uno de los más importantes de América Latina. En el Perú fueron los primeros en tocar únicamente canciones propias en castellano con una originalidad que nunca dejará de asombrar. “El entierro de los gatos” nunca dejará de dar miedo. Como me dijo una vez Pancho Guevara: “Yo recién me enteré ayer qué cosa era el punk. Nosotros éramos cometas de Lince”. Basta y sobra.

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