Adrián Portugal, Max Cabello, Marco Garro, Eva Valenzuela, Steven Guío y Jhonny Norabuena son los fotógrafos responsables del libro "Mama Meche. La fiesta interminable". [Foto: Adrián Portugal / “Mama Meche. La fiesta  interminable”]
Adrián Portugal, Max Cabello, Marco Garro, Eva Valenzuela, Steven Guío y Jhonny Norabuena son los fotógrafos responsables del libro "Mama Meche. La fiesta interminable". [Foto: Adrián Portugal / “Mama Meche. La fiesta interminable”]


Por Alfredo Villar

El Perú, todos lo sabemos, es un país de fiestas. No existe ciudad grande ni chica, pueblo o localidad nuestra que no celebre a su santo o patrona. Cada una de estas celebraciones implica no solo un aspecto religioso, sino, sobre todo, uno profano, extático, de goce y exceso.

Entre las centenares de fiestas del país hay una que brilla especialmente, y es la de la Mama Meche, que se realiza en Carhuaz desde mediados de setiembre hasta comienzos de octubre.

Hace un par de años, un grupo de fotógrafos huaracinos se reunió con colegas limeños para registrar esta desbordante celebración, y el resultado es un pequeño pero hermoso fotolibro que pretende invitar al lector a ser parte de una visualidad colorida, barroca y popular que tiene la vibración de la fiesta y el sentir religioso, pero aquí entendido desde su etimología principal, que significa “reunir y ligar fuertemente” no solo con Dios, sino también con los cuerpos de los otros feligreses.

[Foto: Adrián Portugal / “Mama Meche. La fiesta  interminable”]
[Foto: Adrián Portugal / “Mama Meche. La fiesta interminable”]

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Los fotógrafos limeños son Adrián Portugal, Max Cabello y Marco Garro, del colectivo Supay Fotos; los huaracinos, Eva Valenzuela, Steven Guío y Jhonny Norabuena. Sin embargo, al final, en medio de la fiesta, las miradas se entrecruzan y el ojo se vuelve colectivo. El libro, editado por Miguel Valverde (quien también colabora con fotografías) y Martín Arredondo, reúne textos emotivos que describen paralelamente cada elemento de la fiesta. En su diseño gráfico pretende también un desborde de policromía y saturación estética muy similar al de las estampas religiosas y al estilo de los “monstruos en computación” del avant garde popular.

Sí, por momentos el libro se mueve entre el exceso kitsch y chicha, pero es que debemos mirar sin prejuicios las estéticas del desborde y del miedo al vacío que caracterizan el sentimiento y la sensibilidad de nuestros pueblos. Sin duda estamos ante un artefacto que rinde homenaje visual a estas afinidades, y nada mejor que hacerlo con una estética que también sea carnavalesca y festiva.

Los fotógrafos de Supay han podido lograr esta empatía con lo popular. Adrián Portugal acaso sea el fotógrafo peruano joven más sensible a los matices y sutilezas del colorido callejero, y en el caso de Max Cabello y Marco Garro nos encontramos quizá con los más notables reporteros y documentalistas de la nueva generación.

[Foto: Max Cabello / “Mama Meche. La fiesta  interminable”]
[Foto: Max Cabello / “Mama Meche. La fiesta interminable”]

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Otra característica de la fiesta de la Mama Meche es su duración: son casi tres semanas de eventos, y cada una es distinta. La primera, que se denomina novena, es donde empieza la distribución de los bienes, la riqueza, el alcohol y la comida. Es el tiempo preparatorio para la segunda semana, la de los días centrales, donde la virgen se vuelve la reina del pueblo y se la celebra con cohetecillos, toros y banda: es la etapa más excesiva de la festividad, y en el cual se manifiesta el paganismo más que el catolicismo del pueblo.

Para el mundo popular la adoración a Dios o al santo no implica la mortificación de los sentidos, sino todo lo contrario: es una exaltación de estos y el bailar, el comer y el beber —y sobre todo el reencontrarse bajo la protección de la santa patrona— se vuelven la razón de ser del momento. La semana final es la de la octava, en la que sobre todo destacan los bailes típicos de la región y la despedida de la Mama Meche, que regresa a su iglesia. Recién el cuerpo gozoso de la parroquia entrará en descanso y silencio hasta el siguiente año.

Y es que en un país de migraciones pocos permanecen físicamente en su terruño pero muchos sí de manera emocional, y son estas fiestas las que les permiten a todos reencontrarse consigo mismos. La virgen, en realidad, es un símbolo materno; la iglesia, un gran útero; y salir a la calle, a la plaza pública, es volver a la vida, nacer otra vez. Los pobladores dispersos en todo el Perú (aunque su gran mayoría en Lima) regresan a reconocerse como hijos de la misma madre, y es en esta vuelta a la tierra donde las lazos se vuelven a sentir y donde el futuro se convierte en un eterno anhelo.

[Foto: Max Cabellol / “Mama Meche. La fiesta  interminable”]
[Foto: Max Cabellol / “Mama Meche. La fiesta interminable”]

El libro Mama Meche. La fiesta interminable navegará hasta la Feria del Libro de Fotografía de Lisboa, para después visitar Madrid y Galicia. Sus imágenes sin duda mostrarán ese Perú popular que aún pervive en las provincias y que late escondido y subterráneo en la capital. Este es un canto al regreso y también una celebración de lo diferente. Se presentará este viernes 17, a las 18:30, en el Club Áncash (jr. Horacio Urteaga 660, Jesús María).

Fotografía tu aldea y fotografiarás el mundo, podríamos parafrasear, porque no hay que ser huaracino ni carhuacino ni peruano para disfrutarlo, ya que retrata un fragmento de nuestro país pero su ojo y su corazón son universales, y, por lo tanto, hace posible que todos nos reconozcamos y nos adhiramos al pie de un orbe cada vez menos distante.

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