Pablo Macera ( 1929-2020 ) dedicó su vida a la investigación de la historia andina, amazónica y peruana. (Foto: Paola Flores / El Comercio)
Pablo Macera ( 1929-2020 ) dedicó su vida a la investigación de la historia andina, amazónica y peruana. (Foto: Paola Flores / El Comercio)
/ PAO FLORES
Manuel Burga

Pablo Macera, con la agudeza de siempre, en una entrevista inédita de 1996, recientemente publicada por La República, afirma: “La vida es demasiado corta para perderla en rodeos”. Así nos presentaba una de sus razones íntimas para hablar más de sus pesadillas y penas que de sus sueños y esperanzas. Siempre llevaba el arma en ristre, y casi siempre con una inteligencia e ilustración que causaban preocupación y asombro. ¿Quién fue realmente Pablo Macera? ¿Fue un intelectual orgánico gramsciano o una lúcida conciencia indignada? Me parece importante, ahora que su muerte nos da la ocasión, intentar obtener una respuesta.



Me quedo con el historiador rebelde, innovador; amante del país, sus amigos y su familia; y no con el político, porque el siglo XX nos engañó a todos.

—Una persona múltiple—

Lo conocí, apasionado por la historia y la investigación histórica, en cuatro escenarios: como abrumador docente de aula; sorprendente animador de tertulias en su casa; director del Seminario de Historia Rural Andina ( SHRA ), su joya personal; y entre los anaqueles del Archivo Nacional, desempolvando legajos, ordenándolos en cimbreantes rumas y asignando temas de investigación a sus alumnos. En el aula, nos acercó a la deslumbrante historiografía francesa de entonces, la conocida École des Annales, exploradora de nuevos territorios, buscando el relato total, de vanguardia, sin caer en dogmatismos.

Un día ingresó con el libro de Claude Lévi - Strauss, Tristes tropiques ( 1955 ), en sus manos para decirnos que los descubrimientos de este etnólogo francés nos demostraban que las culturas no occidentales, que llamamos indígenas, tienen tanta complejidad como las occidentales salidas de la modernidad, y que el mundo comenzaba a apreciar ese reconocimiento. Ya pueden imaginar los efectos de esa tertulia en los jóvenes asistentes.

En el SHRA, nos organizábamos para trabajar la abundante sección Temporalidades del Archivo Nacional, donde se conservaba la documentación jesuita secuestrada por el gobierno colonial español en 1767, cuando el imperio decidió expulsar a dicha orden de sus territorios. Allí es cuando me asignó nueve inventarios de nueve colegios jesuitas, ubicados en diversas regiones del virreinato, para estudiarlos y llegar a conclusiones en una tesis. Asumí el reto y no paré hasta sustentar mi tesis en 1969 para luego viajar a Francia con esta carta de presentación.

No tuvo una relación fácil con San Marcos, como tampoco la tuvieron Raúl Porras, Jorge Basadre y Luis Alberto Sánchez. Ni siquiera fue decano, ni director de la Biblioteca Central.
No tuvo una relación fácil con San Marcos, como tampoco la tuvieron Raúl Porras, Jorge Basadre y Luis Alberto Sánchez. Ni siquiera fue decano, ni director de la Biblioteca Central.
/ PAO FLORES

—Sus penas y sus furias—

Macera pasó casi toda su vida en San Marcos, desde que ingresó en 1946, a los 17 años, hasta el 2015 cuando, luego de la elaboración de un nuevo estatuto para la universidad, en concordancia con la nueva ley universitaria, el seminario —su joya personal— fue incorporado a la Facultad de Ciencias Sociales. Pablo tenía 86 años y lo vivió como un despojo, un desarraigo que no pudo superar. Sus investigadores fueron convertidos en trabajadores de dicha facultad y sus archivos —incluidas sus publicaciones, que conservaban 50 años de historia— fueron a parar en algún lugar desconocido.

No tuvo una relación fácil con San Marcos, como tampoco la tuvieron Raúl Porras, Jorge Basadre y Luis Alberto Sánchez. Ni siquiera fue decano, ni director de la Biblioteca Central. Pero se quedó en la universidad, quemó sus naves en el Colegio Real, donde se ubicaba el SHRA, y, aun cuando algunos migraban al Instituto de Estudios Peruanos o a Desco, buscando condiciones para leer e investigar, él se quedó, para bien y para mal.



“La historia de Occidente en los Andes ocupa el uno por ciento de nuestra historia”. —Pablo Macera

Para mal, en un capítulo poco conocido de su historia en San Marcos. En 1983, el tercio estudiantil de la Asamblea Universitaria lo llamó como asesor para elaborar propuestas para un nuevo estatuto universitario. Al año siguiente, apareció como el lógico candidato para rector, pero no hubo unanimidad entre las izquierdas, que prefirieron a Antonio Cornejo Polar, quien venía de la UNSA. Se equivocaron. A los nueve meses, este renunció para viajar a Estados Unidos y San Marcos ingresó a un lustro en el que se sucedieron cuatro rectores.

Pero para bien, porque no tenía amarras para dar paso al otro Macera. El oráculo, como decían algunos periodistas. El de frases como “El Perú es un burdel” que aparece en Las furias y las penas ( 1983 ), libro que recoge sus entrevistas entre 1975 y 1983. Basadre había fallecido en 1980 y Macera ascendió al firmamento. Esas entrevistas, y no tanto los cuatro tomos de sus Trabajos de historia ( 1977 ), lo convirtieron en el historiador de frases como “Europa es la península del continente asiático”, “La historia de Occidente en los Andes ocupa el uno por ciento de nuestra historia”, “El Perú y el mundo serán socialistas en el siglo XXI”.

Foto del escritor peruano Pablo Macera tomada en abril de 1996.
Foto del escritor peruano Pablo Macera tomada en abril de 1996.
/ EDUARDO LOPEZ

—Una respuesta—

Me quedo con el historiador rebelde, innovador; amante del país, sus amigos y su familia; y no con el político, porque el siglo XX nos engañó a todos. Terminó antes de que terminara, porque el gran proyecto abortó. Resucitó Hegel y nació Fukuyama. Definitivamente, Pablo no fue —ni nunca reclamó serlo— el intelectual orgánico de ese enorme proyecto que se frustró; más bien, representó una lúcida conciencia indignada. Nunca se llamó de izquierda, pero sí se consideró un alma doliente de ese Perú que había soportado el coloniaje, una voraz derecha republicana, lo que lo llevó a dudar de su viabilidad, y lo expresó sin rodeos a través de sus furias y penas como un recurso para demandar el mal menor, el reparto de pobreza con justicia, ya que no había nada más que repartir. Ese es el Macera que nos confrontó con una dura realidad, de la cual desafortunadamente aún no podemos salir.


Los datos

  • 1929: año en que nace macera en Huacho. Falleció el pasado 9 de enero, a los 90 años.
  • En colaboración: Pablo Macera fue uno de los grandes maestros de Manuel Burga. Ambos escribieron en el 2013 un libro en colaboración: Escuela de obediencia y memoria del Inca, 1743-1818.

Contenido sugerido

Contenido GEC