En el cruce de la avenida Tacna con Garcilaso de la Vega, hay una calle estrecha que conduce al jirón Washington. Desde ahí se puede ver una estructura ondulante que corta el oscuro cielo limeño como si fuera una fantasmal embarcación que de pronto encalló en medio de la ciudad. Si uno se acerca, puede ver los enormes ventanales y los murales, de inspiración cubista, que en algún momento adornaron su fachada. Y sobre el frontis, que da a la calle Delgado, todavía se puede leer “Cine Tauro”, en grandes letras ennegrecidas por el tiempo.
Cuando fue inaugurado en marzo de 1960, con sus volúmenes asimétricos, este espacio diseñado por Walter Weberhofer era parte de una nueva geografía urbana que se iniciaba en la avenida Tacna, con sus edificios de oficinas y comercios, y seguía por la avenida Wilson (hoy Garcilaso de la Vega) hasta llegar a 28 de Julio. Si la afrancesada La Colmena (Nicolás de Piérola) había sido el símbolo de la Belle Époque, estas anchas vías representaban lo moderno. Alrededor de ellas se levantaron una serie de edificaciones que dejaban atrás los estilos neocoloniales o republicanos que habían caracterizado las construcciones limeñas, y exhibían sus estructuras y formas mucho más aéreas y funcionales, con distintos niveles, ventanas corridas, aleros y terrazas. Así se reproducían las nuevas corrientes arquitectónicas de moda en Europa y en otras ciudades de América Latina, como Buenos Aires, Santiago o Sao Paulo.
Uno de estos edificios, llamado La Fénix —levantado entre 1945 y 1948 por el arquitecto Enrique Seoane—, ganó en 1950 el Premio Chavín, el más importante de la arquitectura de entonces. Se conserva en buen estado, pintado de azul, en el cruce del jirón Rufino Torrico con la avenida Garcilaso de la Vega. Algunas construcciones emblemáticas de la época fueron el antiguo Ministerio de Educación, con su famosa forma curva; la Casa Ferrand, con su diseño de herradura, en la calle Quilca; Seguros El Sol, con sus 17 pisos de oficinas y departamentos, en el jirón Camaná; Ostolaza, en el cruce de Tacna con Huancavelica; y el hotel Savoy, en la calle Cailloma.
Todas estas construcciones son parte de las 60 obras reunidas en el Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú por las arquitectas Alejandra Acevedo y Michelle Llona. Esta investigación comprende las dos décadas que van de 1945 a 1965, un período de gran vitalidad constructiva, cuando se levantaron en el país hospitales, aeropuertos, mercados, unidades vecinales, estadios, oficinas y un sinfín de viviendas privadas. Esta etapa se inició con los postulados de la Agrupación Espacio y terminó con la irrupción de las sólidas construcciones del brutalismo arquitectónico. Sin embargo, para contextualizar este trabajo y marcar las diferencias de estilos, las autoras han incluido algunas edificaciones anteriores a la década del cuarenta —como los Baños de Miraflores, hoy demolidos—, y otras del tránsito de los sesenta y setenta, como el Centro Cívico, que hoy aloja un Real Plaza.
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Los historiadores de la arquitectura en el Perú coinciden en afirmar que el período moderno de esta actividad se inició en 1945. Ese año Luis Miró Quesada Garland publicó el libro Espacio en el tiempo, en el que planteaba una serie de postulados basados en las ideas de Le Corbusier que ponían el acento en la revolución de las formas y en la función de la arquitectura en la sociedad contemporánea. Esto provocó un revuelo entre los jóvenes estudiantes de la antigua Escuela Nacional de Ingenieros (actual UNI), quienes promovieron de inmediato un cambio curricular para estar a tono con las nuevas ideas.
Así se promovió el ingreso de nuevos profesores a la especialidad de Arquitectura —Fernando Belaunde Terry, Enrique Seoane, Paul Linder y el propio Miró Quesada—, quienes se unieron a los antiguos maestros Rafael Marquina y Héctor Velarde. Todos ellos serían claves en el devenir arquitectónico peruano.
El segundo hito se produjo dos años después, cuando, bajo la tutela de Miró Quesada y el impulso de jóvenes alumnos como Adolfo Córdova, Henry Biber y Eduardo Neira, se creó la Agrupación Espacio, con un manifiesto publicado en El Comercio el 15 de mayo de 1947.
Uno de los sobrevivientes de aquella generación, Adolfo Córdova, próximo a cumplir 94 años, afirma que este grupo —entre quienes se encontraban, además, Santiago Agurto, Mario Bianco, Javier Cayo, el pintor Fernando de Szyszlo, el poeta y artista Jorge Eduardo Eielson, y el escritor Sebastián Salazar Bondy— fue gravitante no solo en el quehacer arquitectónico de la época, sino también en el desarrollo de las artes en el Perú.
Ese mismo año, 1947, el arquitecto Miró Quesada puso en práctica sus ideas con la construcción de su propia casa en la calle Huiracocha, frente al hipódromo de San Felipe. Él mismo contó en más de una ocasión que su proyecto fue rechazado inicialmente porque un dispositivo municipal exigía que todas las edificaciones de la zona debían ser ‘neocoloniales’. “No cejé en mi porfía, pues para mí constituía un caso de principios”, escribió en un artículo de 1987 reproducido en el catálogo. Ahí cuenta que finalmente le dieron la licencia y que en la construcción de la casa se utilizaron “muros de planta curvilínea, concordante con el sentido de fluidez espacial buscado”.
Esta vivienda emblemática cumple ya 70 años y, aunque es la única de la lista de Acevedo y Llona que ha sido declarada como patrimonio arquitectónico, esto no ha impedido que se hayan realizado modificaciones en su diseño.
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“El proyecto nació a partir de un listado que nos entregó el arquitecto e historiador José García Bryce para promover la protección de estos inmuebles ante el Ministerio de Cultura”, cuenta Alejandra Acevedo en una de las oficinas de la Universidad de Lima. “Con Michelle [Llona], nos sentamos a pensar cómo podíamos hacer para que todo este material se pudiera conservar, y descubrimos que no existían ni catálogos ni fichas. Con el apoyo del Instituto de Investigación Científica de esta universidad comenzamos a investigar, visitar archivos y registrar edificios. En tres años la lista fue creciendo hasta llegar a casi 500 obras”, agrega.
Para poder realizar las fichas, ellas han recuperado planos y bocetos originales de cada construcción, muchos de ellos hallados en sótanos de archivos familiares. Como dicen, el catálogo está abierto en su versión web (ver recuadro), de la que se pueden descargar planos y mapas para visitar cada una de las edificaciones. “Solo en el centro de Lima hay una cantidad impresionante de edificios, y todos ellos hablan de una manera de construir y de hacer ciudad. Tranquilamente podrían ser incorporados en un circuito turístico que les dé importancia y los ponga en valor”, opina Michelle Llona.
La mayoría de estas construcciones ya llegó al medio siglo. Han sido realizadas por verdaderos maestros de la arquitectura peruana, pero, al no ser prehispánicas, ni coloniales ni del siglo XIX, no se encuentran protegidas por ninguna legislación. Las que se conservan en buen estado, como el edificio El Sol, en el Cercado; o El Diagonal y El Pacífico, en Miraflores, lo están gracias al esfuerzo de sus propietarios. En otros casos, la historia ha sido distinta. Dos símbolos de este período, como el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez y el Estadio Nacional, han sido remodelados en su totalidad sin respetar los diseños originales. Y otros, como el antiguo Banco Comercial, en la esquina de Lampa con Nicolás de Piérola, o el edificio Limatambo, en Paseo de la República, han sido demolidos.
El futuro del cine Tauro también es incierto. Acevedo afirma que por su estructura podría muy bien funcionar como un centro cultural. Por ahora, encima de sus puertas enrejadas solo destaca un letrero que dice “Se vende”.
En la web
Aparte del libro, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima, se ha desarrollado un portal web, que se puede ver en www.cammp.ulima.edu.pe, y que facilita la búsqueda a través de cuatro filtros: autor, lugar, período y uso, y recoge alrededor de 500 construcciones. También se ha desarrollado una aplicación para dispositivos móviles, desde la que se puede acceder a fotos, planos y direcciones de cada uno de los edificios para propiciar su conocimiento y visita.
Ambas investigadoras, quienes piden que se les siga enviando nueva información para alimentar la base de datos, han tenido, además, un motivo especial para desarrollar este trabajo. Alejandra Acevedo es nieta de Jorge de los Ríos Mazuré, uno de los firmantes en 1957 del manifiesto de la Agrupación Espacio, y Michelle Llona es hija de Miguel Ángel Llona, quien también perteneció a esa brillante generación de arquitectos de la segunda mitad del siglo XX.