En la localidad de Nowawes, cerca de Berlín, en la antigua Prusia (en 1918 se convirtió en Alemania), nació el 8 de noviembre de 1916, Peter Weiss. Era una tierra de tranquilos tejedores, dedicados al cultivo del algodón. Pero la familia judía Weiss era progresista e inquieta. El padre era un industrial empeñoso y pensó siempre en lo mejor para los suyos. Por eso, cuando Peter tenía 18 años, en 1934 -y los nazis llegaron al poder en Alemania-, toda su familia se trasladó, primero a Inglaterra, donde estuvieron dos años (ante de salir de alli, en 1936, Weiss expuso por primera vez sus pinturas); para luego marchar hacia Checoslovaquia, Suiza y, finalmente en 1939, a Suecia, en cuya capital Estocolmo la familia del escritor radicó definitivamente.
Los comienzos de un artista
El joven Weiss era un creador nato que vio en la pintura y el dibujo un primer canal de expresión lo suficientemente potente y visual como para adecuarse a su temperamento. No obstante, la poesía empezó a interesarle. Escribió primero en sueco (logró la nacionalidad sueca en 1948), haciendo honor al país que los acogió, pero el impulso del idioma alemán fue más y se convirtió en su lengua de expresión artística. Para esa decisión fue vital haber conocido -muy joven- al escritor alemán Herman Hesse, quien residía en Suiza.
Weiss publicó relativamente tarde (para los estándares actuales); de hecho, los poemarios “De isla en isla” (1946) y “Los vencidos” (1947), escritos en su primera juventud, vieron la luz a sus 30 años. Una edad madura que permitió la solidez de su propuesta teatral posterior. Sin embargo, su trayectoria literaria incluyó una personal narrativa que comenzó con el relato “El duelo” (1953). En esos años su interés por el cine se concretó en varios proyectos, el más sólido fue el cortometraje “Estudio del doctor Fausto” (1956). Después vendría la novela corta “La sombra del cuerpo del cochero” (1960), bajo la influencia del ‘Nouveau Roman’, pues revelaba una obsesiva minuciosidad de ambiente y espacios.
Además de haber sido un conspicuo militante antiestadounidense en tiempos de la Guerra de Vietnam (década de 1960), Weiss se convirtió desde temprano en un experimentador nato, especialmente en el campo de la dramaturgia. Pero antes debió exorcizar parte de su vida, por eso lo autobiográfico llegó en forma de dos libros claves para entender el mundo personal e íntimo del escritor: “Adiós a los padres (1961) y “Punto de fuga” (1962).
Hasta que llegó la novela “La conversación de los tres caminantes” (1963), una narración monológica de tres marchantes que, en medio de la más absoluta soledad y angustia, deambulan por las calles de una ciudad. Desde esa obra se percibía su atención en plantear escenas dialógicas.
Surge el genio teatral wessiano
Y entonces llegó su primera y más recordada obra teatral: “Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representado por el grupo teatral del hospicio de Charenton bajo la dirección del Señor de Sade” (1964), que también es conocida por todos los seguidores de Weiss como “Marat/Sade”.
Weiss, evidentemente inspirado por el teatro brechtiano aunque también con aires grotowskianos, buscó en esta pieza estructurar varios estilos y formas teatrales de vanguardia, como el ‘teatro del absurdo’, el ‘teatro de la crueldad’ y el expresionismo alemán, además de aprovechar el lenguaje del cine y el discurso político y social de los años 60, que aún hoy mantiene su fuerza escénica.
El escenario de “Marat/Sade” se convertía a la vez en el escenario de otra puesta en escena que se realizaba dentro de un manicomio en 1808. En ese local mental se representaba el asesinato del revolucionario francés Marat (ocurrido en 1793); esto es, teatro en el teatro, que dirigía por nada menos que el marqués de Sade, quien era un interno más del manicomio. El elenco de esa "obra" interna estaba formado por los otros pacientes, compañeros de Sade.
En ese juego teatral de espacios y tiempos diversos, de cantos populares y situaciones extremas, en una escenografía innovadora, se planteó la discusión entre Sade y Marat, es decir, entre un escéptico individualista y un vengador revolucionario, respectivamente. Fue una pieza que marcó época. Y marcó también el propio teatro weissiano, que mantuvo un lenguaje moderno y una representación siempre audaz y poética a la vez (en Lima la obra se estrenó en 1968).
Pero esa visión, en el caso de Weiss, fue madurando y construyendo una puesta en escena más ceñida al realismo, en lo que los especialistas han convenido en llamar ‘teatro-documento’, un movimiento expresivo al que se sumaron otros dramaturgos alemanes a fines de la década de 1960. Con ello se buscaba un discurso teatral de denuncia, con información fidedigna y datos concretos y reales que Weiss incorporó a la forma teatral, enriqueciendo paulatinamente la visión del teatro moderno.
El escritor alemán era consciente de ese enriquecimiento. Su intención documentalista y de denuncia, sin perder nunca la perspectiva teatral, se concretó en obras como “La indagación. Oratorio en 11 cantos” (1965), cuya historia se basa en los juicios de Auschwitz contra los jerarcas nazis (1963-1965), que el propio dramaturgo presenció al asistir en condición de testigo. Esta pieza se estrenó el mismo año en que terminaron los juicios.
Ese mismo año de 1965 Weiss publicó el libro de ensayos “Laocoonte o sobre los límites del lenguaje”, y luego “Informes” (1968). Al tiempo que escribía esas polémicas y maravillosas piezas teatrales y ensayísticas, el escritor obtenía el premio Charles Veillon (1963), el Premio Lessing (1965), el Premio Heinrich Mann (1966) y el Premio Anderson Carl Albert (1967).
Su carrera dramatúrgica continuaría con “Canto del fantoche lusitano (1967), que aborda el pensamiento colonialista en África; “Discurso sobre Vietnam” (1968), “Trostky en el exilio” (1969), “Noche de huéspedes” y “El seguro” (1970), entre otras obras teatrales de su larga lista. Paralelamente, Weiss se interesó en el cine experimental y documental.
Ya en los años 70, el autor se aventuró a investigar a un personaje literario: el poeta Hölderlin, cuya puesta en escena del mismo nombre se estrenó en 1971, año en que también publicó el libro de ensayos “Escritos políticos”.
La última década y su legado literario
Un tiempo después, pudo estrenar la obra que le obligó a sumergirse en una larga investigación literaria e histórica. Se trató de “El nuevo proceso” (1975), su adaptación en tres actos de la obra de Kafka “El proceso” (1925), y que se estrenó en Madrid, España. En esa misma década recibió el Premio Dehler Thomas (1978) y el Premio de Literatura de Colonia (1981).
En los años 70, justamente, Weiss se volcó decididamente a escribir con ímpetu, disciplina y lucidez admirables. No convirtió esos años de furia creativa en teatro innovador y provocador como hasta entonces había hecho, sino que legó a sus lectores un gran proyecto novelístico titulado: “La estética de la resistencia”.
En esa monumental trilogía, de más de mil páginas en total (tres tomos que se publicaron en 1975, 1978 y 1981), el escritor alemán se esforzó por relatar desde su propio biografía, los sentimientos de frustración y angustia vividos en el desarraigo de su familia en los años 30 y las sensaciones discriminatorias que él mismo vivió en su momento. Desde el título el lector puede percibir su actitud de rechazo a una cultura dominante en su mundo personal y en el mundo que lo rodeada.
Peter Weiss murió el 10 de mayo de 1982, a los 65 años de edad, en Estocolmo, Suecia, donde vivía. El premio Georg Büchner le fue entregado ese mismo año, póstumamente.