(Foto: Difusión)
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Angus Laurie

En anteriores columnas, he relatado el valor de los árboles en las vías públicas. Lo que aún no he mencionado, hasta ahora, es el valor de los árboles en suelos privados. Ellos también trabajan para limpiar el aire, bajar los niveles de ruido y mejorar la calidad de vida en la ciudad gracias a su presencia.

Hay que resaltar que todavía hay pocos ejemplos de un marco normativo en Lima que incentive la protección de los árboles en terrenos privados. San Borja y San Isidro tienen ordenanzas que tratan de proteger a los árboles, pero estas son muy limitadas.

En algunos distritos, los nuevos edificios requieren, en la práctica, el 100% del subsuelo para construir estacionamientos de vehículos. Esto quita la posibilidad de tener espacio para las raíces de los árboles. Las municipalidades son, de esta forma, las más culpables en incentivar la eliminación de los árboles en suelos privados.

Así, cuando un barrio pasa por un proceso de densificación, las casas son reemplazadas por edificios multifamiliares, tiendas u oficinas. Junto con las casas, los árboles son también eliminados y reemplazados por concreto.

Mientras los árboles privados pertenecen a sus dueños, en la práctica, benefician a las personas que viven alrededor de ellos. Los casos más obvios de esto están en los clubes privados, los cuarteles militares o los campus universitarios.

En cada uno de estos casos, los árboles no pertenecen al público, pero funcionan como pulmón verde para la ciudad. Además, la presencia de árboles dentro de estos grandes lotes privados podría aumentar el valor de los predios alrededor y generar una vista privilegiada desde los edificios que los rodean. Del mismo modo, influyen en la toma de decisión cuando alguien compra un departamento.

Cuando el Lima Polo Club vendió parte de su terreno, en Monterrico, a una empresa inmobiliaria, o cuando el Lima Golf Club taló docenas de árboles maduros para construir un “driving range”, estaban totalmente dentro de sus derechos. Sin embargo, estas acciones tuvieron externalidades negativas para los vecinos, afectando el valor de sus predios y la calidad de vida.

La intención no es juzgar a los representantes de los clubes privados, sino a los políticos. Existen muchas ciudades que cuentan con marcos normativos que consideran el valor de los árboles en lotes privados, otorgando incentivos para protegerlos y desincentivos al talarlos.
Para mencionar un caso, en Toronto está prohibido talar cualquier árbol en suelo privado con un diámetro de tronco mayor a 30 centímetros sin recibir un permiso especial de la municipalidad.

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