Ricardo León

“El peaje, pues”, le respondió a José Francisco Crousillat, quien le había preguntado cuál es el negocio o el interés “de esta gente” (el audio del ‘vladivideo’ 1822 es muy pobre) mientras hojeaba con desgano una revista que tomó de la mesa de la salita del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Era el 27 de enero del 2000. El empresario televisivo y el alcalde provincial del Callao estaban esperando la llegada de Vladimiro Montesinos. Este quería seducir a Kouri y convencerlo para que postulase a la Alcaldía de Lima, pero además iban a discutir lo que el exasesor llamó “mecanismos de cooperación mutua”.

Hay otros pasajes de dicho encuentro en los que Kouri, que ya se había afianzado como un joven y entusiasta político chalaco, parecía establecer los lineamientos de Chim Pum Callao, el movimiento político que había fundado en 1995 y que con el tiempo modificaría la vida política del puerto. Él le dijo a Crousillat: “En la administración pública todo da vueltas, yo no me meto con nadie. Cuando yo llegué a la alcaldía… la gente me ha elegido no para que lo denuncie al alcalde [anterior], sino para que haga obras. No somos abogados, no somos contraloría…”.

Fue por eso curiosa la efeméride: el pasado 25 de enero, casi exactamente 20 años después de que fue grabado aquel ‘vladivideo’, la policía capturó al exalcalde del Callao , quien había sido uno de los delfines de Kouri y quien llegó a representar el futuro de Chim Pum Callao, pero que terminó su ciclo político envuelto en serias denuncias por corrupción y envuelto también en una frazada en la azotea de su casa, donde lo atraparon los agentes cuando intentaba escapar. Se lo acusa de encabezar la organización criminal Rich Port II, dedicada a cobrar cupos por trabajadores fantasmas a la empresa municipal de limpieza.

Poco antes, en noviembre del 2019, había sido detenido en Cieneguilla tras haber permanecido prófugo durante diez meses. Moreno, quien había sido alcalde provincial inmediatamente después de Kouri y en el período anterior al de Sotomayor, tiene dos sentencias a cinco años de cárcel por el delito de colusión: una por el Caso Córpac (concertó para favorecer a la empresa municipal Finver en una obra pública) y otra por la venta subvaluada de terrenos en el fundo Oquendo.

Para entonces, ya Kouri estaba también en la cárcel. En junio del 2016, fue sentenciado a cinco años por colusión agravada en el Caso Convial, es decir, en la vía expresa de la avenida Faucett y sus peajes, los mismos de los que había hablado con Crousillat aquel verano del 2000.

Final abierto

En estas dos décadas y media, Chim Pum Callao gobernó el Callao desde alcaldías distritales y provinciales, y también desde el gobierno regional, siempre como una “maquinaria clientelar”, como lo ha definido José Carlos Rojas, politólogo estudioso del fenómeno chalaco. O, más directamente, como una “organización criminal”, según ha dicho la fiscal Sandra Castro, quien encabezó el operativo de captura de Sotomayor (esa noche también cayó el excongresista Víctor Albrecht, electo por Fuerza Popular, pero formado en las canteras de Chim Pum Callao).

Los tres políticos chalacos más representativos de los últimos tiempos están ahora tras las rejas y eso convierte al futuro político de la provincia constitucional en una especie de lotería. Además, en la actualidad Chim Pum Callao no gobierna directamente en ninguna alcaldía distrital ni en la provincial ni en el gobierno regional. Eso, que podría parecer un apagón institucional, es en realidad un final abierto que se puede entender ya no desde el plano judicial, sino desde la ciencia política.

José Carlos Rojas, quien además de especialista en la política del Callao ha vivido (y votado) allí durante varios años, explica que la red de Chim Pum Callao va más allá del plano político porque no solo integró a los funcionarios y allegados, sino a toda una comunidad. “Chim Pum Callao se monta sobre una sociedad informal. Kouri viene de la época de la crisis de los partidos políticos, y tuvo que adaptarse y sobrevivir. Es un político pragmático, que tuvo que sentarse a negociar incluso con cabecillas de bandas delincuenciales”.

La única manera de sobrevivir era adaptarse al entorno, pero además aquí coincidieron tres políticos (Kouri, Moreno y Sotomayor) que tenían trayectoria, carisma, presupuesto y la ventaja geográfica que implica el puerto, que está al lado de Lima pero lejos de cualquier posible control político y económico.

“La corrupción estuvo siempre. Ahora hay como un suspenso, los políticos en el Callao están agazapados. Pero cuando pase esta ola judicial, se pueden recomponer”, opina Rojas, mirando el calendario: en junio del 2021, vísperas del bicentenario, Kouri terminará su condena y dejará la cárcel. ¿Podría tentar alguna opción, quizá no ese año, pero sí en el 2026? Rojas responde: “Las condiciones estructurales no han cambiado. La gente ve a Kouri como el malo conocido, sabe que con él se puede negociar. Y si no, pueden cambiar las caras, pero la lógica es la misma”.

Hace poco, el procurador anticorrupción del Callao, Engie Herrera, resumió el fenómeno como un largo problema inconcluso: “La corrupción continúa. Ha engendrado escuela, un sistema”.

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