Francesca Raffo

Están dispuestos a delinquir, saben las consecuencias, pero no les importa. Piensan robar de todas formas. Algunos a mano armada y otros no, unos piensan robar tiendas y otros camionetas. Sin embargo, algo tienen en común: parece que tienen miedo. Antes de delinquir, estas personas hacen un rito. Los se encomiendan a algo o alguien. Es decir, buscan algo que los proteja.

No hay nada que genere más incertidumbre que hacer algo contra la ley”, dice el antropólogo Alex Huerta Mercado. “Esta imagen da seguridad. Hay una lógica”, agrega. Con estas ideas trata de explicar lo que la Policía Nacional del Perú encontró en las últimas semanas al desarticular dos bandas criminales en Lima.

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La escena era la siguiente: un muñeco de Chucky con pistola, velas y carros – las velas representaban a cada uno de los delincuentes y los carros, los robados -. “Los chuckys de la amistad”, banda delincuencial que se dedicaba al robo de autos, rendía culto a un muñeco diabólico para que los protegiese cuando salían a robar vehículos.

Detalles del Muñeco diabólico

Los cuatro integrantes eran jóvenes, entre 21 y 27 años. “Por su modalidad, entablan amistad en estos centros penitenciarios de tal modo que se autodenominaban los ‘Chuckys de la amistad’. La superstición del delincuente juvenil: estamos hablando que dentro de su cosmovisión necesitan un apoyo, un refuerzo, una protección del más allá, en este caso era un muñeco”, declaró a la prensa el general PNP José Zapata Morante, jefe de la Región Policial Lima cuando esta banda, a mediados de febrero, fue intervenida.

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Pero “Los chuckys de la amistad” no son los únicos delincuentes que han encomendado su futuro a “divinidades”. El antropólogo Raúl Castro explica que el miedo de cometer un acto criminal lleva a los delincuentes apelar a este tipo de “santería” o “magia empática”, en sus propias palabras. “Todos los días estás en riesgo de morir, entonces apelas a ese orden sobrenatural porque en el orden natural estás abiertamente expuesto a morir”, sostiene.

En San Martín de Porres, la policía encontró otra veneración. Esta vez, los delincuentes rendían culto a un santo africano. En la misma casa, el 28 de febrero, la policía encontró su arsenal de armas, por lo que se presume que era una banda criminal que se dedicaría al robo armado.

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En su momento, el general Carlos Céspedes, jefe de la Dirincri, mencionó que unas imágenes, dinero en efectivo y un algodón con sangre se encontraron al costado de la puerta. Esto confirmaba la santería, los sujetos se encomendaban a un santo para no ser capturados por la policía.

El santo al que rendían culto era Elegua. “Elegua es un santo africano, dueño de los caminos y destino de las personas. Presumo que hacían esto para que Elegua los proteja”, dijo a El Comercio el coronel Carlos Soller Contreras, jefe de robos de la Dirincri.

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Además, explica que este tipo de santería al Elegua llega de fuera. “Los delincuentes extranjeros antes de salir a delinquir hacen este ritual. Pero recordemos que el peruano también tiene sus imágenes. El delincuente peruano venera a , es su protectora”, indica el coronel Soller. De los seis interevenidos en este caso tres eran venezolanos, dos peruanos y uno argentino.

El antropólogo Huerta Mercado explica que este tipo de santos populares aparecen cuando dentro de la religión se busca algo más cercano. “Los santos populares – como Sarita Colonia – son apropiados por la población. Son santos mestizos. Es un culto más personal a las interpretaciones más cercanas, [este santo] entiende más las circunstancias de cada uno”, dice.

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