Quizá este rocón de más de 800 metros de altura, donde Catalina Huanca “enterró” sus tesoros, es un par de metros más pequeño que el San Cristóbal, pero su posición le permite dominar, como un bastión, no solo la vieja Lima, sino también los rascacielos modernos y las playas capitalinas hasta el Callao, terminado en punta.
JC es el guía de esta subida donde no hay Waze ni sentido común que sirvan. Los barrios se unen como favelas hasta cubrir gran parte de un cerro donde siempre hay un camión, un grupo de mototaxis o una construcción deteniendo el tráfico.
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Luego de subir en caracol, alcanzamos la parte más alta accesible en auto. Aún quedan unos 60 metros para coronar la cima a pie, una especie de lomo de Godzilla. La vista es sobrecogedora e hizo que el arquitecto Ricardo Conde Altuve tuviera una visión: hace diez años, imaginó que la construcción de un mirador en estas alturas provocaría una revolución en el vecindario.
Elaboró un minucioso proyecto que comprendía una hectárea de plataformas de observación, un obelisco, un anfiteatro, un centro cultural, ‘food court’, tres hectáreas circundantes de áreas verdes y muchos espacios propicios para la edificación espiritual. Hasta planeó habilitar una de las cuevas de Catalina Huanca. Los alcaldes de turno lo felicitaron y juraron llevarlo a cabo, lo mismo algún ministro de promesa fácil, pero hasta ahora el futuro mirador de El Agustino es apenas un basural con vista al mar.
“La obra del mirador, el centro cultural y la reforestación ha sido postergada una vez más por la falta de gestión municipal. No se contemplaron las expectativas de los vecinos agustinianos, no se priorizó y sobre todo no se contempló el impacto negativo que iba a tener esta gran obra si no se realizaba”, nos dijo la actual teniente alcaldesa del distrito, Esther Mendoza.
Espacio cultural
El llamado Parque Mirador Turístico Recreativo Catalina Huanca incluiría posteriormente un teleférico para descongestionar las estrechas calles del cerro. Haciendo un rápido cálculo, el ingeniero Conde estima que el distrito está dejando de recibir S/1 millón mensuales solo por concepto de entradas o boletos de teleférico.
Los más decepcionados son los jóvenes como JC, “tu rapero favorito”, quien logró salir de la delincuencia gracias a la música. El último registro de sus malos pasos lo pinta huyendo pedal a fondo de un patrullero enfurecido. La escena figura en uno de sus videoclips.
Colectivos juveniles como el suyo (LB 24.7) fueron los primeros que aprovecharon el empinado espacio con fines culturales. Limpian el lugar e invitan a grafiteros y artistas plásticos para brindar clases gratuitas a los niños. Las jornadas terminan en conciertos de rap sobre un mar de luces nocturnas. Algunas amas de casa consiguen dinero extra con la venta de platillos.
“Nos gustaría que nuestros niños tengan un mejor lugar donde vivir”, dice Ozak, otro rapero residente del distrito.
Pero estos chicos vecinos de la zona de Amauta y Catalina Huanca, la más alta del cerro, no son los únicos. También acuden jóvenes de los distritos aledaños que se sienten atraídos por el mirador con antigua fama divina. Este grupo se llama Apu Fellas y lo componen personajes del hip hop organizado como Zaya, Zonky, JC, Hisopo, Reptil 51 y Pellejo. Por encima de la basura y el abandono, quieren recuperar las lomas y los restos arqueológicos. Y es que la historia de este cerro todavía está por descubrirse.