Parado al borde de la carretera Panamericana Sur en Pachacámac, con los zapatos empolvados, el arquitecto peruano Celso Prado mira preocupado el enorme agujero de arena que es extraída para construir el Museo Nacional de Arqueología del Perú (MUNA).
Como Celso Prado hay pocos especialistas autorizados para opinar sobre museos: diseñó el Museo Tumbas Reales de Sipán, también el Museo Arqueológico Nacional Brüning y otros recintos dedicados a la conservación del patrimonio en el país. “Aún es tiempo de paralizar esta obra. Sería un error continuar”, dice.
–En detalle–
El MUNA estará ubicado dentro del Santuario de Pachacámac, Patrimonio Cultural de la Nación y zona declarada intangible por el Ministerio de Cultura, donde se hallaron cerca de 100 tumbas precolombinas en el 2015. Tendrá 75.000 m2 (el área de la fortaleza Real Felipe) y tres niveles subterráneos.
El costo de la construcción asciende a S/380 millones. Otros S/100 millones serán para la implementación de la museografía y se destinarán S/20 millones anuales en mantenimiento.
Pero lo que más le preocupa del proyecto a Celso Prado y al equipo de arqueólogos e historiadores que encabeza, y quienes protegen este monumento nacional, son los sobrecostos que deberán asumirse para compensar los efectos del ambiente sobre las piezas, por ser un terreno tan cercano al mar.
“La proximidad con el océano, el subsuelo arenoso, la humedad sumamente activa [Pachacámac es hasta 8% más húmedo que Lima, según el Senamhi] y la capa freática de niveles muy altos obligaría a pagar un sobrecosto de entre 200% y 300% para cimentarlo y proteger las piezas que albergará. No había argumento para construirlo aquí”, dice.
Walter Alva, al teléfono, suena igual de preocupado por este proyecto que ya está en marcha. Según el arqueólogo que descubrió la tumba del Señor de Sipán, un museo de esas dimensiones en Pachacámac triplicaría el valor de los terrenos adyacentes y, por lo tanto, incentivaría las invasiones, las cuales se vienen realizando desde el 2010 en esta zona protegida, como informa El Comercio desde esa fecha.
“Esta obra debe paralizarse. El gremio de arqueólogos peruanos nunca fue convocado para participar u opinar sobre el proyecto. El clima tan húmedo tiene serios efectos sobre los textiles y piezas de cerámica”, dice.
Para la arqueóloga Ruth Shady, reconocida por su labor de revalorización de Caral, todo museo nacional debe construirse en los centros de las ciudades, cerca de sus habitantes. “Todos queremos un museo nacional, pero no estoy de acuerdo con hacerlo en Pachacámac, cerca del santuario, quebrantando el espacio sagrado”, dice.
El Ministerio de Cultura ya se encuentra revisando el proyecto y las posibles consecuencias de su construcción y ubicación. “Hay que levantar información, dilucidar hasta dónde está afectado el proyecto y de ahí se decidirá. Podrían ser tres estrategias: continuar con el proyecto, modificarlo o suspenderlo. Mientras tanto se ha pedido [al consorcio constructor] que los pasos no se den rápidamente sino con lentitud”, dice Ana Castillo, viceministra de Patrimonio Cultural.
El anterior viceministro de Patrimonio Cultural, Luis Jaime Castillo, quien ocupaba el cargo mientras se concebía el proyecto, dijo ayer en una entrevista con el portal Lima Milenaria que, para él, haber descubierto momias en el lugar no es razón suficiente para paralizar el proyecto. “En el Perú descubrir restos arqueológicos es algo cotidiano y por eso existen las evaluaciones”, indicó.